Altoapureños exigen reactivación de paso peatonal por puente internacional José Antonio Páez

puente internacional José Antonio Páez

Habitantes de El Amparo y Guasdualito, municipio Páez, frontera de Apure con Arauca colombiano, exigen al nuevo gobernador Eduardo Piñate, que reactive el paso peatonal por el puente internacional José Antonio Páez cerrado desde 2019. Este paso binacional está cargado de historias que reflejan la unión de dos pueblos ahora separados.

San Fernando. Gloria de Díaz, que viaja semanalmente de Guasdualito a Arauca por un tratamiento médico, encuentra riesgoso el paso en canoa por el río que divide a Venezuela y Colombia. Envía un mensaje al nuevo gobernador Eduardo Piñate. Su deseo es la reapertura para el tránsito peatonal por el puente internacional José Antonio Páez.

Mi llamado es para ustedes, señores gobernantes. Gran parte de la población de Guasdualito queremos que abran el paso peatonal por el puente internacional”, solicita Díaz.

Hay riesgo al subir los escalones de los puertos de ambas orillas. “A muchas personas de la tercera edad como yo nos cuesta ese paso por la canoa. A mí me cuesta bajar y subir esas gradas de lado y lado”, describe.

Díaz agrega: “La inestabilidad de las embarcaciones y la falta de medidas de prevención como chalecos salvavidas, incrementa el peligro”.

Río Arauca
Cuando el río Arauca crece se hace más riesgoso el paso fluvial. Foto: Referencial.

Relató una de las travesías: “Ayer andaban las lanchas de la Marina y como son motores potentes hacen maretas —las olas se levantan por el movimiento del aire— muy grandes y parece que se van a voltear las canoas. Todas las personas que veníamos de Arauca, muchos niños y personas mayores, nos asustamos demasiado. Pensamos que la canoa en la que veníamos se nos iba a voltear”.

El control por parte de irregulares incrementa el peligro

“Fue horrible, veníamos de Arauca como a las 6:00 de la tarde, la canoa estaba full de niños que regresaban del colegio”, contó Marlis Sánchez, habitante de Guasdualito. Narra el momento en que ella y su hija menor, de 12 años de edad, presenciaron el tiroteo en el que falleció un cabecilla de la FARC, a principios de agosto pasado.

Este tiroteo dio origen al enfrentamiento entre este grupo guerrillero y la banda delictiva Tren de Aragua, por el control de los negocios ilícitos en el río Arauca, que se mantuvo desde abril hasta agosto de este año.

El escenario de esta guerra fue el río internacional, donde el grupo guerrillero implementó toque de queda para administrar el tráfico fluvial a su conveniencia y, como consecuencia, aparecían cuerpos flotando casi a diario.

Marlis, entre muchos habitantes fronterizos, fue una de las que se alegró con la reactivación del paso peatonal por el puente internacional Simón Bolívar, entre San Antonio del Táchira y Cúcuta del Norte de Santander, en octubre pasado.

Pensó que la medida se extendería al puente internacional José Antonio Páez, que une a El Amparo de Apure con Arauca, capital del departamento homónimo. Transcurridos casi dos meses, aún aguarda esa noticia.

Todo se me hace más complicado por el río, porque antes al menos uno llegaba en buseta hasta la alcabala, cruzaba el puente y agarraba la buseta colombiana”, explica.

La especialista en Gerencia de Recursos Humanos trabaja a 30 kilómetros de su casa, en una corporación educativa de Arauca. Su hija estudia en la misma institución en la que ella labora. Antes estudiaba en Guasdualito y a Sánchez, que tenía carro, le daba tiempo de cruzar el puente temprano para ayudarla con las tareas. La inhabilitación del paso terrestre la obliga a cambiar de transporte y de colegio a su niña.

En 2015, el gobierno de Nicolás Maduro provocó la salida de casi 23.000 colombianos de San Antonio del Táchira y cerró unilateral y progresivamente las fronteras, incluyendo las de Apure. La clausura de los pasos binacionales fue consecuencia de la “emboscada” que sufrieran militares venezolanos en San Cristóbal, que, de acuerdo con el Gobierno, fue un ataque paramilitar.

A partir de entonces, con excepción del período de reactivación del paso peatonal (2016-2019), Marlis y su hija llevan tres años usando el paso fluvial de mañana y tarde.

Ahora, ambas, como todos los que usan la canoa, están expuestas a un volcamiento de la embarcación. El riesgo aumenta en época de crecida del río y, además, las somete a los peligrosos encuentros armados entre irregulares por el control del paso fluvial.

puente internacional josé antonio páez
Los pasajeros cruzan en canoa el río Arauca sin ninguna medida de protección. Foto: Cortesía.

Sin contar que gastan más dinero porque pagan 5000 pesos —equivalentes a 2 dólares por cada pasaje— y pierden más tiempo, porque tardan más horas en retornar a su casa, en Guasdualito.

El Páez es más que un puente

Los habitantes de esta frontera históricamente han tenido una relación estrecha con el río Arauca, que sirve de límite entre ambas naciones.

Para estos lugareños fronterizos lo más natural, por lo fácil, lo cerca y por ser pueblos de cultura ribereña, es cruzar el afluente en canoa.

Sin embargo, no por ser menos usado el puente Internacional José Antonio Páez, que enlaza a El Amparo venezolano y al Arauca colombiano, deja de tener importancia para esta población.

Este pórtico de hierro por donde los dos países se juntan desde hace más de 50 años, más que un puente es un símbolo, una llave que abre la puerta a una zona libre de linderos donde reside un mismo pueblo.

Por la carretera que le sirve de calzada y que pasa por un costado del pueblo, el puente donado y construido por Venezuela, entre 1964 y 1967, dista aproximadamente tres kilómetros de El Amparo.

Esta distancia y el que se le daba a la estructura para el tránsito vehicular no incentivaba, al principio, el paso peatonal. Con el tiempo y el poblamiento en las riberas bajo el puente, esta realidad se revirtió. Ya no solo era un corredor comercial, era la vía por donde habitualmente transitaba el autobús verde del Colegio Simón Bolívar de Arauca, que recogía a los niños de El Amparo inscritos en ese plantel. Era el paso de los taxis amarillos que transportaban pasajeros desde la parada Bella Vista de El Amparo hasta la plaza de mercado o el puente Córdova de Arauca.

También fue el sendero de doña Guata, residente del barrio La Granja de El Amparo. Su esposo, don Jesús Gutiérrez, la transportaba en la parrilla de la bicicleta para ir a la consulta del doctor y a comprar los remedios en la farmacia del doctor Barrientos, en Arauca.

Era la ruta de la buseta de Transporte Páez que salía de Guasdualito y pasaba por El Amparo, donde la tomaba doña Teresa Sánchez, con su cava llena de hallacas para venderlas en el restaurante del señor Murgas, en Arauca.

El cierre de frontera deja esta historia atrás. “Se siente una impotencia tan grande, hasta nuestra historia de hermandad la han afectado con este cierre”, opina José del Carmen Nieves.

Nieves es colombiano, pero casi 60 de sus 70 años de edad los lleva viviendo en El Amparo. Sus siete hijos son venezolanos y algunos viven en Venezuela y otros en Colombia.

Él y su esposa venden chorizas y hallacas y solían cruzar el puente con su bicicleta para vender en el otro lado. Ahora le toca transportarse por canoa y se le hace más dura la venta porque no puede llevar su bicicleta.

Nieves también anhela la reapertura. “Dígame, yo con la bicicleta recorría todos esos barrios, la plaza de mercado, el parque, la avenida Olaya Herrera, no dejaba negocio que no visitaba”, comenta.

Gregorio Romero, no es usuario regular del puente, pero asegura que su necesidad de este medio de comunicación es tan apremiante como la de Nieves.

El habitante de la urbanización Raúl Leoni de El Amparo, trabaja a 50 metros del río Arauca y vive de su patio habilitado como estacionamiento para los vehículos de los visitantes que cruzan la vía fluvial.

Goyo, como le dicen desde niño, todavía recuerda con tristeza la reapertura de 2016, cuando por primera vez condicionaron el paso de los lugareños por el puente José Antonio Páez.

Era increíble para mí lo que estaba viviendo. Sentía una impotencia tan grande, era como si un extraño me estuviera pidiendo papeles para poder transitar en mi casa”, narra el hombre de 54 años de edad.

Romero describe cómo esta medida impactó a todo un pueblo y se lamenta de que el daño ocasionado no haya sido reparado.

“Recuerdo que del barrio nos fuimos varios caminando y lloramos cuando llegamos al puente al ver un letrero del lado colombiano que decía bienvenidos hermanos venezolanos”.

Asegura que nunca sintió tanto amor por sus paisanos araucanos ni tanta vergüenza por su gobierno. “Esa fue la primera vez que me hicieron sentir que éramos dos países distintos y odié que me hicieran eso”, precisa el ampareño.

Cierre del paso peatonal perjudica la migración pendular

Un año después del cierre fronterizo de 2015, en un nuevo intento de reconciliación entre los países, se autoriza la reapertura del paso peatonal por los puentes internacionales, incluido el José Antonio Páez.

Con esta reapertura, en 2016, por primera vez los residentes fronterizos son considerados migrantes pendulares y los estudiantes y trabajadores tienen permiso de transitar con la Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TMF).

En ese año, nada más a 1615 habitantes de El Amparo les otorgaron la TMF para cruzar el puente diariamente, de acuerdo con el informe del vicealmirante Antonio Clemente, autoridad única de la Zona de Seguridad Fronteriza número 6 del Alto Apure.

En 2019, debido a la crisis diplomática por el intento de ingreso, a través de Colombia, de ayuda humanitaria a Venezuela, se restringe nuevamente el paso peatonal por el puente José Antonio Páez, aunque el incidente fue en Táchira.

Desde entonces permanece cerrado, aunque en Táchira fue reabierto. Mientras tanto, el riesgo por el río se incrementa.

Cada canoa que cruza el Arauca, traslada no menos de ocho personas a la orilla del frente en un lapso no mayor de 15 minutos por viaje. Eso significa que, en una hora, una canoa hace cuatro viajes y en una jornada por día de ocho horas realiza un promedio de 32 viajes. Cada embarcación transporta al menos, unas 256 personas diarias.


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