Es la presidenta del Colegio de Enfermería del Distrito Capital, que el pasado 25 de junio convocó a un paro indefinido, respaldado hoy en día por todos los trabajadores de la salud. Aún el presidente Nicolás Maduro no la ha llamado, pero entiende que las acciones de presión están generando molestias a lo interno del Gobierno, por algunos aumentos de primas y bonos que han cancelado de manera apresurada. Pero esa no es la meta del sector. Van por más.

Caracas. Un mes se cumple de aquel llamado a paro. Lo hizo sola, con el respaldo del estandarte del Colegio de Enfermería del Distrito Capital a sus espaldas. Anunció que, dada la crisis, ya no pueden alimentar a sus hijos ni mucho menos pagar pasajes, por lo que se iban a paro indefinido y con la promesa de una renuncia masiva.

Eran las 11:00 a. m. de aquel lunes 25 de junio y Ana Rosario Contreras, una llanera de nacimiento con profundo amor por el Táchira, donde vivió hasta los 18 años, se atrevió a lo que ya los gremios no hacen en tiempo de revolución: convocar a un paro.

Lo hizo sin titubeos, con convicción y sin saber los alcances. La suerte estaba echada. Tienen que venir tiempos de cambio, dijo.

Contreras, una mujer sencilla que no exhibe prendas, ni carteras ni zapatos lujosos, que anda en transporte público, se convirtió en referencia nacional: dada la firmeza de sus planes de lograr mejoras salariales, 25 colegios de todo el país siguieron sus pasos.

No habían trascurrido 8 días cuando ya los hospitales, dispensarios y organismos dependientes del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), el Ipasme y las clínicas populares estaban sumadas a la acción.

Ya no era Contreras sola liderando la ola. Luego salieron los gremios de Bionalistas, Odontología, Nutrición, Fisioterapeutas, los obreros y los médicos. Todo el sector salud unió filas al paro por el salario y para exigir el derecho a la salud. Formaron un frente contra el hambre.

La presidenta del Colegio de Enfermeras nació un 14 de diciembre en San Fernando de Apure. Allí vivió hasta los cinco años. Sus padres, una mujer ama de casa y un funcionario de la Guardia Nacional que luego se dedicó a la construcción y a trabajos de vigilancia, decidieron trasladarse a Rubio, estado Táchira, con sus siete hijos.

Ellos no tenían ningún bien ni recursos, pero se empeñaron en heredar a sus hijos por los menos dos títulos profesionales a cada uno, contó.

Tiene un hermano ingeniero y abogado que está certificado por la Unión Europea como Ingeniero en Calidad. Una hermana docente, otra trabajadora social, otra psicóloga, una contadora pública. Fueron muchos los actos académicos, las imposiciones de medallas y los birretes lanzados que la familia Contreras presenció y eso le quedó grabado a Ana Rosario, quien a los 18 años, ya graduada como bachiller medio en Enfermería, decidió venir a Caracas a continuar estudios y profesionalizarse.

En noviembre de 1982 ingresó al hospital Vargas, luego entró a El Algodonal, donde actualmente tiene el grado de licenciada en Enfermería III; está en la nómina del pediátrico Julio Criollo donde es Enfermera II. También pasó por la Maternidad Concepción Palacios y desde el 2013 se convirtió en la presidenta del Colegio de Enfermería del Distrito Capital, cargo gremial que la separó legal y temporalmente del ejercicio.

A nosotros no nos representa Fenasirtrasalud, un sindicato chavista, nuestro cuerpo es la Federación y con ellos es que se deben sentar a discutir cuando se trata del ámbito nacional. A nivel local los colegios son los entes adscritos. Nosotros tenemos buenas relaciones con Earle Siso, director de Salud del Distrito Capital, él ha atendido nuestras peticiones, pero las decisiones las toman otros.

Ana Rosario no quiere ser concejal, diputada, ni llegar a la Presidencia de la República. Su objetivo claro es lograr la movilización en pro de una mejor calidad de vida. Trabajo para que se pare la diáspora, para que regresen mi mamá, mis hijos, mis nietas y mis seis hermanos con mis sobrinos. Desde que estoy en este puesto me preocupo y ocupo del bienestar de los agremiados. De lograr mejores condiciones laborales y de garantizar el Derecho a la Salud.

Toda su familia está fuera el país. Mis hermanos no tienen esperanza en Venezuela. Yo sí y por eso estoy aquí. Anoche me llamaron para decirme que me tenían el pasaje, pero no me voy, estoy comprometida con mi gremio.

La voz de muchos

El pasado 13 de julio, en el hospital Rísquez de Cotiza, cerca de una docena de enfermeras estaban paradas en la puerta del hospital, tenían unas pancartas en las que se leía que tenían sueldos de hambre.

Sabían que Ana Rosario Contreras estaba a tres cuadras, en el oncológico Luis Razetti. Participaba en una asamblea interhospitalaria. No se movieron de la puerta, pues la idea era decirle a la comunidad de la parroquia San José que están de paro, que ya no hay operaciones por la falta de insumos y que tienen los peores salarios del mundo.

Cercano al mediodía llegó Contreras y las pancartas bajaron. Sus colegas lo que hicieron fue abrazarla y aplaudirla. Le decían “eres nuestra heroína”, “si tú sales, nosotras también”.

Recibimientos como ese se dan en todos los centros asistenciales de Caracas. Incluso es vitoreada por los médicos, que reconocen su gallardía.

¿Sabías que te iba a pasar eso? ¿Esperabas que te llamaran heroína?

No. Saber que cuento con ese respaldo me llena de fuerzas. Esta lucha no es por mí, no se trata de Ana Rosario, se trata de todos los trabajadores de la salud. Lo que hago tiene que ver con las decisiones que se toman en las asambleas, en el colegio, en los hospitales. Cada uno de los trabajadores es esencial en esta lucha.

Aunque es la voz, insiste en que solo es el puente entre los trabajadores y el Ejecutivo.  De hecho, varios partidos políticos la han llamado, unos para respaldar discretamente su apoyo, otros para “agarrar colita” con el efecto dominó del paro:

 No te voy a decir quién fue, pero hubo un grupo que me llamó y me dijo que me podían poner a hablar con el ministro de Salud, con la condición de que diera una rueda de prensa con ellos. No acepté. Yo no soy política, no represento a ninguna tolda, no negocio mis convicciones y no tengo porqué tomarme una foto con un político para que el ministro o el Presidente Maduro me escuchen. Ese es su deber, todo el que ejerce funciones públicas está en la obligación de escuchar y atender las demandas de los gremios.

Este 25 de julio se cumple un mes: en estos 30 días de paro del sector salud, no ha habido tregua. Las acciones de calle y las asambleas no se detienen y ahora menos que se creó un comité de conflicto nacional.

¿Qué han logrado?

—El presidente Nicolás Maduro no nos ha llamado. No obstante, parece que el paro sí está calando, porque han soltado algunas cosas, con las que no estamos de acuerdo. Decimos que estamos en “misión agarre”.

Regalaron cajas del Clap en algunos hospitales como el Clínico Universitario y en el J. M. de Los Ríos, dieron un bono y en un mes actualizaron dos veces la tabla salarial. Primero hizo un ajuste del salario básico de 3,5 millones bolívares a 3,8 millones. Lo hizo con un sindicato que no representa al gremio. El único ente que nos lidera es la Federación y en el ámbito local, el Colegio. El Gobierno se sentó con un sindicato chavista para actualizar algunas cláusulas. Entonces, el tabulador se movió a treinta millones de bolívares. Posteriormente, sale de la Vicepresidencia un comunicado firmado por Delcy Rodríguez y Ricardo Melendez, que eleva el salario base a Bs. 8.411.329. Son dos ajustes en menos de un mes, y además empezaron a cancelar las primas que actualizaron, lo que quiere decir que algo está pasando. Nunca el Gobierno paga inmediatamente los aumentos y en esta ocasión lo está haciendo. Sin embargo, no es lo que estamos exigiendo.

Lo que el gremio de Enfermería está pidiendo es que la base salarial sea similar a la que se aprobó para el sector militar, que son 8,3 salarios mínimos. Y que puedan por lo menos comprar la canasta alimentaria que supera los 360 millones de bolívares.

Algo les está haciendo eco. Cuando Maduro graduó a unos médicos comunitarios se refirió a la crisis de la salud y hace poco llamó a formar un congreso del PSUV de la salud. Algo nos dice que ellos saben y están reconociendo una emergencia sanitaria. Lo malo es que siguen tratando el problema a lo interno y no con los gremios.


Creo que el logro más resaltante de este mes de protestas es que se haya sensibilizado a la población y que se esté fortaleciendo el tejido social en defensa de un derecho constitucional como es la salud. Nosotros, los gremios, buscamos mejoras salariales, pero este es un problema de todos los venezolanos y me satisface que ya se están sumando, cada quien ocupando su rol. El pueblo está tomando conciencia y le está exigiendo al Gobierno que cumpla con sus deberes. 
Por eso el paro continúa. Medida de presión que sigue sumando adeptos, pues se ha visto participación de los pacientes y familiares y, más recientemente, de la sociedad civil organizada.

Los trabajadores de la salud están en la calle, los vecinos reclamando mejores servicios, los empleados de Corpoelec también están en paro exigiendo condiciones laborales. La gente se está movilizando pues ve que sus necesidades no están satisfechas. Las fallas de agua y luz también afectan los hospitales y hemos sido consecuentes con esas denuncias.

Fotos y videos: Mabel Sarmiento Garmendia


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