Aumenta en los jóvenes el consumo de licor ligado con medicamentos y químicos

licor ligado

Supuesto cocuy de penca repunta entre los más consumidos. La bebida no tiene certificación sanitaria, se vende de manera ilegal, y hay denuncias de que es adulterada. Algunos jóvenes ligan sus bebidas con diazepam, clonazepam y preveral buscando efectos estimulantes, pero expertos señalan que las consecuencias pueden ser fatales.

Caracas. Quieren vivir el momento al máximo. Por eso muchos jóvenes, sin mirar las consecuencias consumen, ahora con más intensidad, bebidas alcohólicas económicas pero de dudosa procedencia. Guarapitas, ron blanco con Fructus, cocuy con jugo de naranja, anís con Gatorade no son las únicas mezclas que están haciendo los jóvenes caraqueños para pasar el rato con sus amigos. Buscando efectos estimulantes, ligan sus bebidas con diazepam, clonazepam o preveral.

El uso de estos medicamentos no es nuevo y, a pesar de las preocupaciones manifestadas por representantes del gremio médico ante las severas lesiones que dejan en el organismo, las peligrosas mezclas forman parte del consumo juvenil.

Guillermo Veitia, jefe del servicio de Gastroenterología del Hospital Vargas y presidente de la Sociedad Venezolana de Gastroenterología, explica que la ingesta excesiva de alcohol y la mezcla con fármacos es peligrosa, y más si la bebida no cuenta con certificación.

El daño está en que la mezcla potencia el efecto del alcohol y del medicamento como drogas. Eso va a llevar a complicaciones muy serias, daños neurológicos que pueden terminar en un coma profundo y en la muerte, acota.

Además de potenciar el efecto de los dos productos ligados, la mezcla es peligrosa porque envía una doble información al organismo, ante la cual los órganos intentan responder. El profesor Hernán Matute, coordinador de la Cátedra Libre Antidrogas de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL), explica que ante esa doble información el organismo puede colapsar.

El diazepam se utiliza para aliviar la ansiedad y para control la agitación causada por la abstinencia de alcohol; el clonazepam se usa para controlar determinados tipos de convulsiones o aliviar ataques de pánico. Pero ambos medicamentos pueden aumentar el riesgo de problemas respiratorios graves, sedación o coma si se usa junto con otras drogas.

El preveral, en cambio, es un medicamento indicado para tratar la tos seca, la congestión nasal y los estornudos del resfriado común y de la rinitis alérgica, que puede ocasionar como reacción adversa pérdida de apetito, visión borrosa, confusión, constipación, boca seca, taquicardia, vértigos y dificultad para iniciar la micción (expulsión de la orina).

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Fuente: Doctor Guillermo Veitia, jefe del servicio de Gastroenterología del Hospital Vargas
Cirrosis juvenil

Aunque no tiene cifras oficiales, el doctor Veitia sostiene que en el servicio de Gastro del Hospital Vargas ven con preocupación el incremento del número de pacientes menores de 30 años con cirrosis hepática producto del consumo de alcohol.

Antes veíamos cirrosis hepática en cuarta o quinta década de la vida, últimamente estamos viendo cirrosis en jóvenes de 25 a 30 años, detalla.

Generalmente —apunta el especialista— pasan muchos años entre el estado de inflamación del hígado y la cirrosis hepática, por lo que probablemente la patología comienza a edades más tempranas y nos llegan los pacientes ya cuando tienen 10 años o más con la enfermedad.

Para el profesor Matute, aunque existen algunos datos sobre el inicio del consumo de alcohol a los 9 años, estadísticamente se tiene que los jóvenes comienzan su consumo de alcohol a partir de los 11 años, edad en la que ingresan a la educación secundaria.

Pero el consumo con mayor frecuencia se da a partir de los 18 años, cuando ya el joven comienza a ser más independiente económicamente. Explica que aunque consuma unas seis cervezas semanales, si eso lo hace con frecuencia, está en una situación de prealcoholismo que puede traducirse en alcoholismo con el paso de los años.

Algunos pueden tardar hasta 10 años o más en convertirse en alcohólicos, otros pueden hacerlo en dos o tres años. Todo dependerá de la predisposición genética al consumo, de las características físicas y de la personalidad del individuo.

El doctor Veitia agrega que “hace dos años se hizo en el servicio de Gastroenterología del Vargas un trabajo de investigación que concluye que más del 50 % de las enfermedades de la consulta de hígado eran cirrosis hepática, y en más del 70 % de ellas la causa era el alcohol”.

Cambio de patrón 

La hiperinflación venezolana, que impide el acceso a productos de primera necesidad, se refleja también en el costo de los licores los cuales se han vuelto incomprables. Esto promueve un cambio en el patrón de consumo y estimula la adquisición de artículos muy baratos, algunos sin registro sanitario, generando graves consecuencias en el ámbito de la salud pública.

Esta inflación —proyectada por Fondo Monetario Internacional para el cierre de 2018 en más de 1.300.000 %—  también crea un mercado para una venta clandestina de bebidas alcohólicas de muy bajo costo (como el cocuy), que no cuentan con registro, y cuyo modo de producción, en muchos casos, se desconoce. El comercio de estos licores deja ganancias incluso en dólares a sus vendedores.

En el barrio El Limón, en la carretera Caracas-La Guaira, los consumidores pueden acercarse a una de las viviendas del sector con una botella de 500 o 1000 mililitros, y comprar cocuy de penca de manera detallada.

Por 5000 bolívares podrán adquirir medio litro; por 10.000 bolívares, un litro. Nada garantiza que el producto sea, ciertamente, el destilado de origen larense.

Aunque no en una casa, algo similar ocurre en el 23 de Enero, cerca de Pérez Bonalde.

En plena vía pública, en medio de revendedores y compradores de productos Clap, en una mesa improvisada y bajo paraguas de colores, se ofrece el licor un poco más barato que en el barrio. El litro es ofertado en 7000 bolívares.

Uno de los vendedores, quien asegura que la mercancía se la compra a “chivos de la Guardia Nacional”, sostiene que el producto es de calidad y que las ventas le han permitido ahorrar en tres años unos 1000 dólares. “Si los Guardias no nos traen, no hay venta”.

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Precios obtenidos el martes 16 de julio de 2019.

Para corroborar que el producto es apto para el consumo humano, de un botellón de agua mineral de 5 litros el vendedor sirve un poco y lo ofrece a un amigo que lo acompaña, luego sirve otro poco que se toma él mismo. También da tragos a quienes se acercan a preguntar.

No a todos les atrae el sabor y olor de esa bebida. Por ejemplo para Paola, de 28 años y habitante de Catia, y quien ve como se vende de manera informal, es preferible poner un poco más de dinero y tomar algo mejor. “La guarapita de cocuy es muy mala y se acaba rápido, aunque sabe horrible muchos la prefieren porque es más barata”.  Ella misma dice que ahora están tomando mucho anís con Gatorade, pero que esta es prácticamente una bebida de lujo.

Sandro Delgado, encargado de una red de licorerías de Caracas, explica que el llamado cocuy de penca se convirtió en un problema de salud pública, porque no cumple con las normas nacionales e internacionales para el consumo humano. “Puede llegar a tener 100 grados de alcohol, cuando lo máximo permitido es 48”, acota.

Por ello los chamos se embriagan con más facilidad y se ponen sudorosos.

Esa guarapita con cocuy es lo que está matando a la gente, se vuelven locos al ingerir ese producto. Por eso si hay un poco de plata, mejor uno se toma su cerveza, comenta Robert, de 21 años.

Menos alcohol 

Entre 2017 y 2019, la prensa venezolana ha recogido distintas denuncias sobre muertes e intoxicaciones severas causadas por el consumo de cocuy adulterado con alcohol para desinfectar, formol o urea.

Aunque no conocen a nadie que haya sido víctima de este cocuy “puyado”, los muchachos consultados no recomiendan el consumo del producto por todos los rumores que existen al respecto.

Todavía se toma guarapita, pero ya no son de muy buena calidad. Le echan muy poco aguardiente y muy poca azúcar. Algunos la hacen con cocuy o ron blanco de los baratos. Otros toman cocuy puro, detalla Rafael, de 25 años.

Carlos, de 16 años, ya sabe cual es la tendencia en Lídice: los que tienen plata toman anís, sangría y ron. Él también comenta que el consumo de cocuy lidera las tendencias, por lo barato de la botella.

No obstante, la mayoría de los chamos pasa por alto las consecuencias de tomar alcohol como hábito y en grandes cantidades.

Ante el incremento de pacientes jóvenes con la enfermedad, el doctor Veitia, también profesor de la cátedra de Gastroenterología de la Escuela de Medicina Dr. José María Vargas, destaca que desde el 2009 los estudiantes de quinto y sexto año de Medicina han venido desarrollando el programa Menos Alcohol Más Vida.

Este programa tiene como objetivo formar promotores de salud en contra del consumo excesivo de bebidas alcohólicas. El mismo se ha llevado a cabo en colegios de La Pastora, El Hatillo, La Candelaria, La Nueva Granada y Baruta.

Para el profesor Matute, el abordaje de esta problemática debe hacerse principalmente a partir de las razones que llevan a los jóvenes al consumo de alcohol y drogas. En su opinión, es de este modo como pueden conseguirse resultados efectivos en favor de la población juvenil.


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