Producir cacao en Las Trincheras es una odisea que al gobierno no le interesa, pero a los ladrones sí

La delincuencia se ha transformado en uno de los grandes enemigos de los productores de cacao en Las Trincheras, municipio Naguanagua del estado Carabobo, puesto que no pueden dejar que el fruto madure en su totalidad porque los vándalos hacen de las suyas.

Valencia- En una casa humilde en el sector La Unión de Trincheras vive el señor Silvino Vizamon Lleva toda su vida viviendo en ese valle a 25 kilómetros de Valencia y a 31 de Puerto Cabello. El clima es cálido tirando a húmedo y a donde quiera que se ve hay verde. Esta sumatoria de factores hizo idóneo el paisaje para la plantación, pero no de cualquier clase de rubro, como papas o cambures, aunque Vizamon admite tener su conuquito, sino de cacao, a la que lleva años dedicado.

Cuando a alguien se le pregunta por Las Trincheras, de inmediato piensan en aguas termales. El cacao no suena ni remotamente vinculado con esta localidad ubicada a 365 metros sobre el nivel del mar, pero para Vizamon es una realidad familiar desde los 14 años, cuando empezó a labrar la tierra y a familiarizarse con este fruto seco. Hoy en día tiene 74 años; es decir; que ha invertido 60 años de su vida a este grano.

Fotografía: Armando Díaz.

Seis décadas dedicado a este mundo le han permitido conocer los claros y oscuros. Le gustaría decir que el presente se encuentra en el grupo de los claros, pero no es así. “Hay un gran descuido. El campesino no tiene ayuda y eso es falta de cooperación”, expresa Vizamon viendo el árbol de caucho que está frente a su casa.

Los tiempos de mucha producción y ayuda gubernamental suenan lejanos. Ahora muchas haciendas han perdido terreno. En algunos casos por la falta de caminos que los lleven hasta las propiedades. Eso incide en la imposibilidad de trabajar la tierra para muchos, lo cual también se refleja en un bajo interés de la juventud por el campo. “Cómo dice el dicho: No puedes criar pollos si no estás seguro de que vas a tener la vacuna”, acota.

Vizamon explica que para el campesino obtener fertilizantes y otras materias primas es casi imposible, por eso se enfoca en que la agricultura necesita de muchas ayudas, tanto económicas, como logísticas y sociales.

Fotografía: Armando Díaz.

Pero los problemas no terminan ahí, Silvino Vizamon ha tenido que presenciar cómo la contaminación afecta los ríos de la zona y los sanjones de aguas. “Es lamentable esa situación, más aún tomando en cuenta que tenemos un CDI cerca, una escuelita y unos tanques de agua donde prolifera la plaga y ni hablar de la luz”.

Por ejemplo, en mayo se fue la luz en varias zonas de Las Trincheras por aproximadamente 21 horas. El servicio que quizás menos representa problemas es el agua. “Y esa porque es de aquí mismito, entonces es limpia y no requiere casi tratamiento”, explica.

Para Vizamon, los cambios en los tiempos son cada vez más evidentes. De hecho, aún recuerda los días en los que nadie salía a buscar trabajo. No lo necesitaban, puesto que en el cacao y el café encontraban el sustento. “Era suficiente para vivir”.

No obstante, la realidad es que llegó un momento en el que trabajar la tierra como ellos lo hacían, bajo procesos poco industrializados, se volvió algo difícil de sacarle provecho económico, así que se le pedía permiso a los patrones para ir a las ciudades a trabajar. Se trataban de permisos de dos meses, luego volvían y tenían que ponerse al día. “Eso era muy esclavizante”, asegura.

Fotografía: Armando Díaz.

Vizamon ha visto muchos gobiernos pasar, recuerda los de Pérez y Caldera, también el de Chávez. “Todos hicieron lo mismo que esta revolución. Quitarle la tierra a los terratenientes para dárselo al pueblo. Aquí eso ya había ocurrido. Pero la gente en los barrios y los pueblos estaba confundida, Sin, embargo, esto de venir y agarrar las tierras nada más para hacer un negocio no estaba del todo bien ¿Por qué? porque en vez de montar un negocio, lo que hacían era venderlas a un mayor precio. Pero eso no está bien. La tierra es para cultivarla”.

El trabajador explica que lleva toda su vida dedicada a la tierra porque cree en ella, pero a su juicio siente que los gobiernos no creen en ellos, los agricultores. “En estos 20 años recuerdo que me dieron 9 mil bolívares como crédito pero eso fue hace 15 años cuando Tierra Viva, pero no hemos recibido más ayuda de nadie y eso hace falta, porque con recursos es que se puede trabajar. Si te daban 100 mil bolívares usted aprovechaba ese dinero; y ¿cómo?, produciendo, metiendo más mano de obra, ampliando las capacidades”.

En Las Trincheras, la mayoría de las personas posee entre 4 y 5 hectáreas, las cuales mantienen como pueden, a base de trabajo diario, pero aún así no logran las metas trazadas. El mismo Vizamon explica que su terreno no está tan bien cuidado como él quisiera.

“Se nos dañó una manguerita de riego de tres pulgadas y ahorita no estamos regando. Entonces  el cacao se nos ha secado mucho. Nosotros aquí tenemos 6 kilómetros de manguera y esa nos la dio la alcaldía de Naguanagua cuando Julio Castillo. Pero una manguera no le cuesta mucho a una alcaldía como la de Naguanagua”.

Fotografía: Armando Díaz.

En Las Trincheras se organizan de acuerdo con una cantidad de calles determinadas. “Tantas calles son tuyas y tantas son de otros. Es la forma que tenemos para no perder las haciendas”

Cuando se refiere a las haciendas Vizamon habla de las tres grandes. Es decir: Las Marías, La Belén y La Unión, donde se encuentra la casa de Vizamón. En todo ese terreno también estaban las de café, justo en lo alto de las montañas, pero se perdieron. Por ejemplo, en La Unión se perdieron 300 hectáreas y en Belén otras 300 más. Entre las 3 se han perdido casi 130 hectáreas, pero de cacao.

Por consiguiente la producció se ha desplomado y a su vez las ganancias. Esas que antiguamente les proporcionaba la antigua Foncacao. “Todo eso iba para exportación. Era un cacao muy bueno”.

Fotografía: Armando Díaz.

Este hombre de piel tostada, manos grandes y arrugadas y sin vínculos con España asegura que el cacao de Las Trincheras es tan bueno como el de Chuao en Aragua. “Nosotros nos ganamos el premio hace tres años con Rodrigo de la Hacienda San Cayetano. Ellos siempre nos compran, pero estos años han sido difíciles”.,

La dificultad no es el cambio climático, ni siquiera la falta de inversión, sino la delincuencia, la cual impide que los cacaoteros maduren lo suficiente, por los que los arrancan antes de tiempo para evitar que se los lleven. “No lo dejamos el mes que corresponde. Son 8 variadas y luego 12 y eso nos daba muy buen resultado, pero ahora es puro puñito. Es eso o dejárselo a los ladrones”.

Fotografía: Armando Díaz.

Para 1976 la cosecha fue de 26 mil kilos y después 18 mil kilos, que representaban unos 300 sacos en total, los cuales vendían a 10 bolívares el kilo: “Es como ahorita, solo que con 6 ceros menos y un bolívar que no se entiende”.

Casi 50 años después la producción es 50% menos. La causa es que se ha perdido mucho terreno y la falta de agua. Gran parte de los asentamientos campesinos se comenzaron a robar el agua de una tubería especialmente para Las Trincheras. “Por aquí se agarran 8 pulgadas más y eso hace que el agua del río no dé para el riego. Pero eso no es algo nuevo, es una realidad que ya era visible desde los años 80”, explica el experto, quien como opción intentó el riego por gravedad, también con complicaciones, por lo que asegura que una mata sin riego no es igual, puesto que la calidad del cacao baja.

Por si fuera poco la calidad de la mano obrera ha disminuido. Dice que hay personas suficientes, pero no con las ganas requeridas para trabajar. “Antes se trabajaba hasta las 4:00 p.m. Ahora a las 12 ya se quieren ir. Nada es igual y para colmo trabajan obligados”.

Vizamon sabe que las pagas son insuficientes, pero añade que la tierra es para quererla, por eso apuesta por sus tierras, esas que le aportan 80 kilos de cacao en mes y medio y 60 kilos en un mes. “La vendemos en 60 dólares y completamos con los conucos, pero hay que apostar por la tierra, porque Venezuela nos está esperando, no podemos vivir de importaciones. Te lo dije y siempre lo volveré a decir, el país está esperando por todos nosotros”.

Fotografía: Armando Díaz.

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