Contrajo hepatitis en la cárcel y ahora su vida está en juego

hepatitis

Willy Cáceres contrajo la enfermedad en una celda de un centro de reclusión preventiva del Zulia. Durante su detención cohabitó con 82 personas más en una celda de 4×4. En ese recinto solo 16 personas podían dormir acostadas y el baño estaba ahí mismo. El joven apenas pesa 50 kilos y pasa el día acostado en un colchón viejo tirado en el piso.

Maracaibo. “A veces siento que me voy a morir, que nadie me va a ayudar a salir de esto”, así comenzó su relato Willy Cáceres, un joven de 20 años de edad que fue abandonado por su madre cuando apenas tenía dos meses de nacido. Cáceres contrajo hepatitis en la cárcel y su vida ahora está en juego.

Estudió hasta tercer año de bachillerato, pues los recursos de su abuela, Elida Moreno, quien se hizo cargo de él, dieron hasta ahí. Willy comenzó a ganarse la vida vendiendo pailas en las calles de Maracaibo, incluso en otras ciudades para ayudar con la alimentación de su hogar.

Hoy apenas puede sentarse, recostado a una pared de bloques sin frisar de una pequeña pieza, en el barrio Rafael Urdaneta, al oeste de Maracaibo, donde pasa una temporada “mientras mejora”.

hepatitis
Willy Cáceres vive en pobreza extrema. Foto: José Núñez.

Willy pasa los días acostado sobre un colchón manchado y viejo en el piso. La mayoría del tiempo la debilidad que siente en su cuerpo, de no más de 50 kilos, lo vence y se duerme.

Dice que cuando cae la tarde es peor. Un escalofrío lo hace temblar, le duele la cabeza, le da fiebre y mareo. A veces vomita. “No aguanto esa tembladera, me siento tan mal que no me dan ganas de nada, pienso mucho aquí acostado. Lo único que quiero es salir a trabajar”.

El diagnóstico se lo dieron en un calabozo de un centro de reclusión preventiva del Zulia. Fue acusado hace más de ocho meses de omisión al socorro. Estaba con unos conocidos, uno de ellos se intentó suicidar y lo llevamos a un CDI [Centro de Diagnóstico Integral]. El chamo se murió y la familia nos acusó, por eso caí preso, pero yo no hice nada malo.

La pena fue de cinco meses y dos semanas, según cuenta, estando preso comenzó a sentirse mal.

Un día me desmayé, y me sacaron para que la doctora que estaba a cargo me revisara, pero cuando me estaba sacando la sangre se puyó sin querer un dedo y como les dio miedo que yo la pudiera infectar de algo, me llevaron para la Sanidad y ahí me hicieron todos los exámenes, me dijeron que lo que tenía era hepatitis, pero no me dieron medicina, porque solo era para confirmar que la doctora estaría bien. Desde hace casi ocho meses contrajo la enfermedad.

Willy es el mayor de cinco hermanos, hace años no sabe nada de su madre. Su abuela confesó estar muy preocupada por la salud de su nieto: “Yo no sabía que estaba preso. Nos enteramos porque una señora nos dio una carta de él. Yo pensé que estaba viajando vendiendo pailas. A penas nos enteramos lo fuimos a visitar, pero aquello era horrible. Mi muchacho no comía, no dormía, y por esas condiciones se me enfermó”.

El joven relata su estadía en la cárcel, como lo peor que ha visto. Estaba en un calabozo de 4×4, junto conmigo había 82 presos más. A mí me tocaba dormir parado. Solo 16 personas podían dormir acostadas, porque no cabíamos todos. Había un baño, ahí mismo y todos veían cuando uno hacía sus necesidades o se bañaba. Todo huele mal, no hay agua, es lo peor que he vivido.

Su tía Carmen interrumpió el relato para quejarse: “Aquí no hay derechos humanos. Nosotros lo sostenemos con jugos para subirle la hemoglobina, porque no tenemos ni para hacerle los exámenes, en donde los hacen gratis no hay reactivos. La verdad ya estamos desesperadas, no quiero que se me muera mi sobrino por una injusticia”.

No les alcanza

Elida ha sobrevivido hasta ahora de lo que Carmen le da. Comen una o dos veces al día, solo carbohidratos. “Para carne no alcanza”, dijo, mientras secaba sus lágrimas.

Ella también necesita tratamiento para la tensión, pero hace más de un año que no toma sus medicinas. “Me da mucho dolor de cabeza, mareo y fatiga, a veces es por no comer bien, pero solo tengo la pensión y uno que otro bono que me cae en el carnet de la Patria, eso tampoco alcanza para nada”.

Las fallas eléctricas obligaron a Elida a dejar su casa en el sector Sur América, en el municipio San Francisco. “Allá se me quemó el ventilador, la nevera y el calor es insoportable. Al menos aquí sopla un poco y no se va tanto la luz, porque allá la quitan toda la madrugada y parte del día. Aquí se va solo una vez por seis o siete horas”.

La mujer de 68 años de edad dijo con resignación: “Estamos aquí porque me prestaron esta pieza, pero cuando él se mejore me tendré que devolver, porque además mis nietos comienzan las clases”.

Elida es la responsable también de tres nietos más, luego de que una de sus hijas muriera de leucemia hace tres años y unos meses después su esposo también falleciera.

Antes de terminar su relato, el muchacho de piel amarillenta confesó que tiene un sueño: irse a Colombia a trabajar.

“Ya no puedo estudiar, aunque quisiera, porque tengo que trabajar, solo quiero eso para sacar a mi familia de tanta pobreza o al menos que podamos comer bien”.

Actualmente, el hígado de Willy podría estar seriamente comprometido, debido a la falta de atención a su condición. Necesita hacerse exámenes para saber qué tipo de hepatitis tiene y cumplir un tratamiento.

Hasta la fecha no ha conseguido quien lo ayude económicamente para salvar su vida y ya su piel presenta manchas rojas de gran magnitud.

El miedo se propaga

Los vecinos del barrio Rafael Urdaneta temen que se desate una epidemia en la zona. “Aquí todos comemos mal, nadie tiene las defensas buenas como para aguantar un virus de esos, por eso pedimos ayuda, que lo traten con medicinas, porque las condiciones del barrio no están para aguantar otra desgracia más”, dijo una de las vecinas del sector que prefirió no identificarse.

hepatitis
Los vecinos temen que debido a la mala alimentación  en caso de una epidemia no puedan soportar el virus. Foto: José Núñez.

Participa en la conversación