Cuando los Diablos Danzantes se sueltan emerge la esperanza popular en Naiguatá

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Este jueves, 16 de junio, en las calles del poblado del este litoralense volverá el festín colorido de los Diablos Danzantes, una tradición que en el 2012 fue declarada por la Unesco patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Para esta ocasión, se espera la participación de más de 2000 diablos.

La Guaira. En 2021, en medio de la pandemia de COVID-19, los Diablos Danzantes no dejaron de bailar rítmicamente al son de la caja (tambor), por las calles de Naiguatá.

En aquel Corpus Christi –Cuerpo de Cristo o devoción al Santísimo Sacramento–, por más que las autoridades locales pretendieron limitar la circulación en la zona de Pueblo Arriba, cientos de sus habitantes acompañaron la celebración mágica y religiosa para pedir el fin del virus.

Tras nueve domingos siguientes al de Pascua de Resurrección, este jueves 16 de junio, y aún sin acabarse la pandemia, continuará la tradición de la cofradía de Naiguatá, una de las 11 reconocidas en el país, que sustentaron la postulación de los Diablos Danzantes de Corpus Christi para ser declarados en 2012 por la Unesco como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Ocho años antes los Diablos Danzantes fueron declarados patrimonio del municipio Vargas por el alcalde Jaime Barrios Morffe (+). En 2005, a esta manifestación también se le consideró un bien de interés cultural en el catálogo del Instituto de Patrimonio Cultural (IPC).

La celebración de los Diablos de Naiguatá se remonta al siglo XVIII. Hay otra cofradía en el Litoral Central que nació en Tarma, parroquia Carayaca, en el extremo oeste de la región. Sin embargo, no ha obtenido el reconocimiento de las autoridades del Ministerio de la Cultura, lo que tampoco impide a sus exponentes mostrar la danza característica de esta fecha del calendario católico.

Las máscaras y la danza multicolor atraen a miles de naiguatareños y visitantes de la capital.| Foto: Cortesía habitantes de Naiguatá
La cadencia de la caja

En la Catedral de La Guaira celebramos Corpus el domingo 19, pero el jueves 16 hay fiesta en Naiguatá, dijo escuetamente el párroco de La Guaira, Abelardo Basó.

Y es que la jornada comenzará con una misa en la Iglesia San Francisco de Asís de Pueblo Arriba y concluirá con la visita a los 12 altares de las casas cercanas al templo, sin olvidar que el baile de los Diablos podría prolongarse hasta el amanecer del viernes 17.

Nuevamente, el cajero mayor, Elio Iriarte; los promeseros; la diablada y cientos de espectadores (entre ellos, no pocos caraqueños) compartirán el rito de tambores; movimientos corporales; vestimentas y máscaras coloridas, los cuales rememoran el sincretismo de hace más de 400 años, entre la religión católica y las creencias africanas.

De generación en generación

Apenas aparezca el alba en el cielo de Naiguatá, una miríada de fuegos artificiales adelantará la fiesta esperada por muchos. A las 10:00 a. m., las puertas del templo de Pueblo Arriba se abrirán para una misa por el Santísimo Sacramento del Altar.

Ningún Diablo Danzante participa de la eucaristía, en señal de respeto y sumisión a Dios, al tiempo que se sitúan en el lugar de partida, libremente escogido porque, según la tradición, “ese día, el diablo anda suelto”.

Se aguarda por la culminación de los actos religiosos y cuando no haya acceso al templo, todos quedarán pendientes del triple llamado de la caja. Entonces, allí habrá iniciado oficialmente la ceremonia de los diablos danzantes que cautiva a naiguatareños y otros visitantes.

Es una tradición que ha pasado de generación en generación. Los abuelos ayudan a los nietos a incorporarse a la diablada, a hacer sus máscaras y elaborar sus trajes de colores. Esto no va a morir nunca, recalcó Morelba Wilson, residente del barrio San Antonio.

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El sonido de la caja determina el ritmo, la cadencia y la buena vibra para quienes disfrutan de los tambores en honor al Santísimo Sacramento del Altar.| Foto: Cortesía habitantes de Naiguatá

Agregó que sus vecinos, familiares y amigos de otros pueblos litoralenses esperan bailar hasta que el cuerpo aguante y para que se acabe ese COVID-19 que nos tiene la vida de cuadritos.

Efrén Iriarte, presidente de la Asociación Civil Diablos Danzantes de Naiguatá, explicó que existe una alta expectativa en el pueblo, porque han vuelto muchos promeseros que se habían ido del país.

La instancia organiza desde hace más de una década el evento de Corpus Christi en las calles de la localidad. Para este jueves, 16 de junio, se calcula que podrían entrar en escena más de 2000 diablos.

Poner el alma y el corazón

Esta danza patrimonial de la Unesco no se rige por una coreografía específica, es de estilo libre. Pero, se ejecuta en grupos y con pasos acordes a la percusión de los cajeros. Todo se hace para “pagar promesas” y también para gestionar otras nuevas.

Lo que hay es que poner el alma, el corazón y pedirle a Dios que nos ayude a danzar como se merece el pueblo de Naiguatá, afirmó Luis Armando Salas, que ya tiene listo su traje y máscara para salir desde el cerro Colorao, uno de los sitios más altos de Naiguatá.

En la medida en que los diablos avanzan por calles y avenidas, 12 familias preparan sus altares, con el propósito de recibir a la procesión posterior que custodia el Santísimo Sacramento. En ella, pueden agradecer o renovar sus promesas de salud y de otros petitorios urgentes.

Durante la marcha católica, adoquinada por cantos solemnes, los diablos permanecen rezagados, mostrando sumisión a la magnanimidad del Santísimo Sacramento.

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La Iglesia parroquial San Francisco de Asís, ubicada en el sector Pueblo Arriba de Naiguatá, es el punto de partida de la danza de los diablos de Corpus Christi.| Foto: Cortesía habitantes de Naiguatá
Tambores a San Juan Bautista

Luego de que los asistentes de la procesión retornan a la iglesia parroquial de Pueblo Arriba y se vuelven a cerrar las puertas, los danzantes se dirigen a la Plaza Bolívar (en la parte baja de Naiguatá) y concluyen el festejo. Una semana después, regresan al ruedo los mismos tambores de Corpus para rendir culto a San Juan Bautista.

Naiguatá no va a parar, la gente sabe que hay que seguir bailando tambor y bañándose en la playa, comentó Irwing Pérez, que arreglaba las sillas que alquila a los temporadistas en el balneario playero de la localidad.

Mientras tanto, desde las sedes de las policías de La Guaira y del municipio Vargas, respectivamente, anuncian coordinaciones estratégicas. Esta articulación busca evitar la comisión de delitos durante estas fiestas de magia, espiritualidad y sonidos cadenciosos.

Con nuestra celebración alegre y segura, recibiremos a todos lo que nos quieran acompañar. Ya se respira la esperanza del pueblo, que con su fe inquebrantable apuesta a un mañana mejor, puntualizó Iriarte.


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