La crisis económica ha convertido el brindis navideño en un lujo inaccesible para numerosas familias venezolanas. Frente a precios que duplican los del año pasado, la tradición se sostiene ahora con productos nacionales, recetas caseras o directamente se omite.
Caracas. En las fiestas de Navidad y Fin de Año, el brindis sigue siendo un ritual central en los hogares venezolanos. No obstante, en las navidades de 2025, esta tradición se observa bajo una nueva y cruda variable económica: su costo se ha vuelto prohibitivo para un sector significativo de la población.
La severa contracción del poder adquisitivo, registrada desde comienzos de año, en un contexto de dolarización de facto, ha puesto a las botellas de licor en un estrato de precios inaccesible para el presupuesto ordinario. Esto obliga a las familias a realizar una evaluación pragmática donde el gesto festivo debe justificarse frente a otras necesidades prioritarias.
El resultado es una transformación social de la costumbre. Lo que era una práctica colectiva y generalizada ahora marca una división palpable. Para muchos, el brindis se ha convertido en un gasto discrecional que ha sido eliminado de la planificación navideña, mientras que para otros representa un esfuerzo económico calculado y excepcional.

El doble en un año
Para entender cómo impacta esta situación, Crónica Uno realizó un recorrido por varias licorerías de la ciudad, el primer fin de semna de diciembre, y constató que se necesitan entre $80 y $100 para adquirir los productos necesarios para un modesto brindis.
“Este año las bebidas importadas, te puedo confirmar, que sí aumentaron de forma considerable. Sin embargo, las de producción nacional se mantienen con un precio muy similar al que tenían en diciembre del año pasado y gracias a ellas es que hemos podido sobrevivir”, explicó Manuel encargado de una licorería en los Jardines de El Valle.
Este ajuste se materializa en productos concretos: el precio de un whisky de 12 años importado, por ejemplo, pasó de un rango de $20 a $30 en 2024, a oscilar actualmente entre $40 y $60.
“El brindis de Navidad este año va a estar caro, si estás acostumbrado a comprar Old Parr o Buchanans eso aumentó un 50 % o 60 %, el de ocho años también aumentó lo mismo porque una botella de Black & White de a litro pasó de costar $10 a $20, si pagas en divisas porque si pagas en bolívares es otro precio”, adelantó.
El comerciante recomendó adquirir bebidas alcohólicas lo más pronto posible, pues, debido a la devaluación, los productos aumentan de precio constantemente y en diciembre los incrementos suelen ser habituales.
Otras prioridades
Antonio, quien consultaba precios en una licorería de la urbanización Santa Mónica, admitió que este año deberá cambiar su bebida favorita por no poder costearla.
“Todos los licores están por las nubes, pero este año voy a tener que cambiar el whisky por una sangría y un refresco para hacer tinto de verano, porque es lo más económico que se puede comprar. Hasta en eso nos ha cambiado la vida en este país; ya uno no se puede ni siquiera tomar unos tragos tranquilo”,
expresó visiblemente molesto y resignado.
Aseguró que, en su caso, las bebidas alcohólicas no son su prioridad de compra para las celebraciones, por lo que serán lo último en su lista de compras navideñas.
“Prefiero gastar el dinero en comida que en aguardiente. Eso siempre lo he tenido bastante claro. Si me alcanza para comprar mis hallaquitas, mi pan de jamón, mi ensalada de gallina y me queda algo, entonces compraré una botellita. Pero si no, entonces no tendré brindis este año”, alegó.

Economía y calidad
La temporada navideña confirma una tendencia ineludible en el consumo de licores: la preferencia por lo económico, sin renunciar a la calidad. En establecimientos como la licorería de Rossana, ubicada en el corazón de Bello Monte, los productos nacionales y de menor precio acaparan las ventas.
“En Navidad vendemos mucha cerveza; sangría; el ron venezolano, que es de los mejores del mundo; el ponche crema; el anís, también está saliendo bastante. Son bebidas más económicas que las importadas y de excelente calidad”, detalló.
Al consultarle por el gasto promedio para un brindis navideño en su establecimiento, aclaró que no existe un monto fijo, ya que este varía significativamente según la selección de productos que cada cliente decida realizar.
“Una caja cerveza de 36 unidades nosotros la tenemos en $42; la sangría va desde los $5 hasta los $10; el ron añejo el más económico que tengo está en $9,5 y el más caro en $13,5. Si el cliente quiere extraañejo o ultraañejo, ya van desde los $16 hasta los $100. El ponche crema lo tenemos en $14 y el anís lo tenemos desde $5 hasta $9, dependiendo de la marca”, precisó.
Así, la cesta navideña se adapta: un gesto de tradición que se redefine por la prudencia financiera, optando por el valor y el sabor local frente al lujo importado.

Al vino, vino
Respecto a los vinos espumantes, destacó que la opción más económica sigue siendo la nacional, aunque destacó la presencia de importados de España y Chile en rangos de precio similares y con excelente calidad.
“Hay vinos sparkling que te cuestan $8 la botella, también tenemos sidra de manzana importada que es un poco más costosa. Como todo, hay espumantes franceses que te pueden llegar a costar $50 o $60”,
añadió.
Coincidió además con la tendencia reportada por Manuel en cuanto al notable incremento en las ventas de ron durante 2025. Explicó el fenómeno: “Por el aumento de precios en el whisky mucha gente dejó de tomarlo y ahora compra ron, sobre todo las personas jóvenes. Gracias a Dios, tenemos rones de gran calidad a precios muy accesibles. En este diciembre estoy segura que se venderá bien”, indicó.

Hecho en casa
La crisis económica no solo ha alterado las listas de compras navideñas, sino también las tradiciones más arraigadas. Ángela, una mujer de 80 años, acudió a una sucursal del supermercado Plansuarez con la intención de adquirir una botella de ponche crema, pero se encontró con un precio que la obligó a cambiar de planes.
“Yo soy fiel tomadora de ponche y me gusta mucho una marca en particular, pero ya se puso a costar $15 y, la verdad, está muy caro para mi presupuesto. Hace años hice ponche de Navidad en casa y me quedó muy bueno. Ahorita tocará hacer lo mismo para ahorrar algo y darme ese gusto”, declaró.
En su voz resuena una disyuntiva que va más allá de una simple bebida, y pone en evidencia cómo el consumo se convierte en una ecuación en la que el pequeño placer debe negociar su espacio frente a los rubros esenciales.
“Yo tengo 80 años y de vez en cuando me gusta tomarme alguna copita de vino o en diciembre tomarme un ponche de Navidad. Pero todo está muy costoso, y si me pongo a gastar en alguna bebida, descompleto la plata para los remedios o para la comida. Porque así estamos: viviendo del día a día”, lamentó.
Con todo, el brindis navideño de 2025, por tanto, se redefine menos por la elección de la bebida y más por la severa capacidad de gasto. Esa tradición, antes unánime, ahora refleja la fragmentación social: se sostiene a través del ingenio casero, la migración hacia productos nacionales o, directamente, su omisión por no competir con las necesidades básicas del hogar.
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