Los estudiantes deben enfrentarse a cálculos, fórmulas y resolución de problemas sin ayuda del profesor. Las actividades se redujeron a asignaciones e investigaciones sin orientación pedagógica. “El profesor manda un ejercicio y el muchacho lo resuelve como puede o busca ayuda, se apoya o termina copiando, pero no está analizando”, advierte Robert Rodríguez, profesor del IPC.

Caracas. Edenny no ha encontrado el paso a paso para resolver un taller de Física. “La semana pasada teníamos que entregarlo y nadie lo hizo, no entendimos nada”, dice. Debían explicar qué relación tiene la estructura atómica de la materia con las interacciones y dar ejemplos. “Busqué en Internet y no aparecía así como lo pedía el profesor”. 

No ha contado con sus profesores desde que comenzó la cuarentena. “Solo voy al liceo a buscar y a entregar tareas”, dice. Matemática, Física y Química han sido las materias por las que a Edenny se le ha caído el cabello y ha estado de malhumor.

A mí no se me queda nada en la cabeza, lo que hago es copiar de Internet. Ningún profesor nos explica nada”, dice decepcionada.

Su actividad escolar ha sido irregular. Cuando decretaron la cuarentena por el COVID-19 en marzo, fue a finales de mayo que comenzó a recibir los planes de evaluación del liceo público donde estudia en Petare. Mientras, veía y hacía las tareas de la televisión con el programa Cada Familia Una Escuela del Ministerio de Educación. Pero en el liceo no se las aceptaron, le dijeron que cada profesor tenía su metodología de trabajo. 

Entonces comenzó una cruzada para entregar todas las tareas en junio. Pasaba horas copiando y escribiendo. Su mamá, Evelyn Fernández, la escucha decir: “Me duele la cabeza”, “el cabello se me están cayendo”, “no hay Internet”.  “Entonces le dije que hiciéramos lo que podíamos. Si la raspaban, ni modo. Ella se me pone así porque no entiende el contenido”, cuenta Fernández. 

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Edenny no tiene Internet en casa. Espera la noche y entrada la madrugada para hacer sus tareas, horas en que la señal de datos le funciona mejor. Foto: Tairy Gamboa

Ahora, en el nuevo año escolar, apenas recibe contenidos de Matemáticas, Física, Química y Educación Física. De las demás materias no le han dicho nada. Cuando buscó las tareas, le dijeron que eso era lo que había. Edenny algo sabe sobre que los profesores están protestando, exigiendo derechos laborales, otros no tienen las condiciones tecnológicas para las teleclases.  

En junio, solo unas semanas, contó con la ayuda de un profesor particular que le explicaba Matemáticas y Física, cobraba un dólar la hora. Él consiguió un trabajo en el que le pagaban mejor y no la siguió atendiendo. Ella sola, y en la madrugada, cuando la señal de datos es más rápida, se enfrenta a terrenos científicos desconocidos. Algunas cosas ha logrado buscando en libros viejos de otros años escolares. 

A gritos, dice: “Quiero que comiencen la clases normales, que se acabe esto”. Tenía fe en que retomarían las clases en octubre. Hace un par de semanas comenzó a cursar quinto año: “Nos están mandando cosas nuevas, que no hemos visto y tampoco nos las explican. Uno queda así como que… ajá”. 

Aunque desde el 5 de octubre, por instrucciones de Nicolás Maduro, las instituciones educativas serían centros de asistencia pedagógica en la semana de flexibilización, Edenny  continúa sin recibir ayuda. Estas condiciones en las que se han desarrollado las actividades académicas han significado un reto para los estudiantes. Entrarle a materias específicas como Matemáticas, Física y Química se ha vuelto un tortuoso camino para los jóvenes y sus padres. 

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Para estudiar, Edenny utiliza el celular de su mamá. Por el consumo de datos, debe recargar 200.000 bolívares cada dos días. Foto: Tairy Gamboa

El método de trabajo de muchos planteles educativos se aleja de la educación a distancia. Esto se redujo a asignaciones, investigación de conceptos sin resolución de problemas. Una realidad que, en palabras de Robert Rodríguez, profesor del Instituto Pedagógico de Caracas, compromete la honestidad académica. 

El profesor manda un ejercicio y el muchacho lo resuelve como puede o busca ayuda, se apoya o termina copiando, pero realmente no está analizando, opina.

Explica que lo que ocurre es que se está tratando de hacer escolarización por medios diversos con un programa que está diseñado para ser presencial. No ha habido reacomodo del programa, pese a las iniciativas del Ministerio de Educación como el programa televisivo Cada Familia una Escuela

La encuesta de Cecodap sobre la “Situación actual de la educación a distancia en Venezuela” arrojó que 72 % calificó la educación a distancia con niños y adolescentes como mala o deficiente. La ONG apunta que la falta de lineamientos claros y uniformes por parte del Ministerio de Educación “no permite desarrollar procesos de educación a distancia bajo criterios de calidad y especialmente adaptados en el contexto que impone la pandemia”. La mayoría de los encuestados (78 %) estuvo de acuerdo en la necesidad de reforzar y nivelar los contenidos impartidos durante el año escolar 2019-2020.

Otro informe también muestra el drama de la educación en el país. La Consulta Nacional Educativa que hizo FundaRedes sobre la educación a distancia reveló que “hubo poca participación y certificación en el logro de aprendizajes significativos”. De los maestros consultados, solo 20 % aseguró que lograron algunos objetivos.

A Edenny se le ha caído el cabello, se pone de malhumor por el estrés de no entender el contenido. Foto: Tairy Gamboa
Bache formativo 

“En el fondo lo que hemos hecho es sobrellevar una situación que sabemos que no es educación ni escolarización”, asegura Rodríguez. La brecha se ensancha entre quienes pueden acceder y quienes no. “Tenemos ahora sí una educación para las élites”, piensa Rodríguez. Una de las preguntas que se hace es cuántos están teniendo acceso a la educación y qué nivel de competencias están logrando desarrollar. 

El vacío informativo sobre escolarizados y la calidad educativa continúa. A la fecha, el Ministerio de Educación no ha presentado un balance del año escolar 2019-2020. Datos previos a la pandemia desdibujan la emergencia humanitaria en el sector. 

La Encovi 2021 reveló que 4 millones de estudiantes asistían con regularidad a la escuela, mientras que la Unicef alertó en 2019 que la situación socioeconómica en el país ha dejado a un millón de niños sin escolarizar. Las últimas estadísticas educativas que presentó el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), año escolar 2017-2018, mostró que solo en Media General había 111.987 estudiantes menos con respecto al año escolar 2011-2012. 

Tenemos que pensar en una generación que va a sufrir un bache gigantesco en su formación, que va a tener que asumir puestos laborales e irá a universidades con graves deficiencias, más de las que estructuralmente había, menciona Rodríguez.

Para Noelbis Aguilar, directora del Programa Escuelas de Fe y Alegría, la situación reclama ir a un nuevo modelo de enseñanza: “El retorno a clases está un poquito lejos, y si no buscamos la manera de cómo ayudar a los muchachos para que desarrollen esas competencias, sí vamos a estar muy mal”.

Destaca la necesidad de buscar otras opciones para llegar a los estudiantes. “Nos ha tocado ser creativos, vamos a evaluar, viendo qué hacer, no es fácil es muy duro lo que no está tocando vivir”, cuenta. Fe y Alegría desarrolló guías con ejes temáticos y saberes esenciales. Explica que en el caso de Matemáticas se hizo una selección de los contenidos y con la ayuda de tutoriales, los estudiantes hacen los ejercicios. 

“Por ejemplo, se trabajan fórmulas para cálculos de volumen, se le da el contexto, cómo se calcula, y ellos deben aplicarlo a situaciones en casa, cosas que están viviendo”, cuenta Aguilar. En la semana de flexibilización, acuden al plantel y deben explicarle al profesor cómo llegó a esos resultados. 

Aguilar sabe que el proceso de recuperación tras esta situación será lento. Reconocen que en este contexto no es verdad que los estudiantes van a aprender más, pero también, destaca la necesidad de asumir nuevas maneras de enseñar. 

El año escolar pasado en Fe y Alegría elaboraron más de 300 guías y utilizaron las redes sociales, la radio y la presencialidad para llegar a 81 % de sus estudiantes. Y se enfocaron en fortalecer el desarrollo de competencias fundamentales: lenguaje y comunicación, razonamiento lógico matemático, valores y el aspecto socioemocional.


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