San Isidro, la parroquia olvidada de Maracaibo en la que nada funciona (I)

Vialidad Maracaibo

Al menos 200 habitantes de la parroquia marabina deben someterse a dos kilómetros de vialidad en mal estado, inseguridad y fallas en los servicios públicos. El sicariato y las fallas eléctricas merman cada día más la vida en estas empobrecidas comunidades.

Maracaibo. Desde la avenida principal, la única vía que conecta a Maracaibo con el municipio Jesús Enrique Lossada, se pueden ver pequeños asentamientos rodeados de monte. Los caminos, hechos por el ir y venir de sus habitantes, son angostos y polvorientos. Esa es una pequeña radiografía de la parroquia San Isidro, catalogada por sus habitantes como el patio trasero de Maracaibo. Aseguran estar abandonados en la mitad de la nada.

El choque visual al llegar a la zona es drástico. Detrás se deja una moderna Maracaibo y se entra a una vía de arena plagada de huecos y aguas residuales. Buses, camiones y carros particulares sortean el mal estado de la carretera a diario, pero cuando llueve, las maniobras se hacen imposibles y los conductores deben tomar vías alternas, trochas por los barrios adyacentes a ese caos que ya suma 20 años.

La situación de la vialidad empeora cuando la urbanización San Isidro recibe, una vez al mes, el servicio de agua por tubería desde Planta C, debido a que su laguna de oxidación ubicada en el barrio Nueva Jerusalén está colapsada. Sus habitantes esperan que las autoridades gubernamentales cumplan su palabra de hacer un segundo aliviadero, pues deben soportar que el río de aguas residuales atraviese la avenida principal y con ella lleguen el mal olor, la escabiosis y las enfermedades respiratorias.

San Isidro Maracaibo
Las pésimas condiciones de la vialidad en la parroquia han obligado a sus habitantes a usar otros medios de transporte. Foto: José Ángel Núñez

En San Isidro, los habitantes se mueven en bicicletas, carrulas (bicitaxis) o a pie, sobre todo cuando llega la temporada de lluvia, porque la vía se colapsa al punto de dejarlos incomunicados.

Edixon Viloria es un obrero empleado de la Alcaldía de Maracaibo y morador de la zona. Mientras arrastraba escombros con una pala para tratar de aliviar el tráfico en medio del charco pestilente, Viloria contó a Crónica.Uno que las esperanzas de ver un poco de asfalto en su comunidad lucen lejanas.

Esto tiene años así, lo único que hacen es venir a pasarle la máquina para aplanar los huecos y se van. El alcalde dijo que iban a traer un material de reciclaje para evitar que se hagan pozos en la calle porque no tienen presupuesto para arreglar esto, todavía estamos esperando”, dijo el hombre resignado, acompañado de otro obrero que sacaba agua sucia del cráter con un balde.

La parroquia San Isidro comienza en la intercepción después del barrio Las Mercedes, hasta el barrio El Curarire en el kilómetro 20. Tiene una población 200,000 habitantes, de los cuales 23,000 están aptos para votar, según cifras oficiales.

La pobreza extrema y la falta de servicios básicos los afectan a todos por igual. Sin embargo, existe un grupo de barrios en los que las condiciones de vida son más precarias que en el resto de la parroquia, estos son: 18 de Enero, Hijos de Noelí, Nueva Jerusalén, El Caimito, Los Arenales, Bendición de Dios —con seis sectores— Arca de Noé, La Gran Parada, San Sebastián y Rafael Urdaneta.

Vialidad Maracaibo
Hace mas de 20 años que los habitantes de la parroquia San Isidro piden ayuda a los tres niveles de gobierno para la reparación de su única vía de acceso. Foto: José Ángel Núñez
Edad de Piedra

Los servicios básicos son prácticamente inexistentes en la zona. En el caso de la electricidad, solo los barrios más antiguos gozan de este servicio.

Tener luz es una lotería, porque a veces nos dejan hasta ocho horas sin servicio y los bajones son de temer porque esos se llevan cuanto aparato bueno le quede a uno. Si llueve y se cae una línea, se dispara la iguana o se roban un cable, hay que pedirle mucho a Dios para que Corpoelec venga, a nosotros no nos atiende nadie”, dijo María González, una habitante del barrio Rafael Urdaneta.

Aun así, ellos tienen suerte. Liliana Parra, una madre de ocho hijos, habitante del barrio 18 de enero, tiene seis años viviendo sin electricidad ni agua porque su comunidad no ha sido tomada en cuenta en los planes de desarrollo habitacional del Gobierno. Los pocos alimentos que consume el grupo familiar indígena los cocinan en leña. Un panorama que se repite en las casi 300 familias del sector.

En lo que respecta al servicio de agua, la situación es más crítica. Aún estando cerca de la Planta Potabilizadora Alonzo de Ojeda, conocida como Planta C, el servicio de agua por tubería es deficiente. A la mitad de la parroquia le llega cada dos semanas o dos veces al mes. La otra mitad, tiene tres meses sin el servicio. Las opciones para conseguir agua se reducen a carretear desde las granjas cercanas o, en el mejor de los casos, comprar pipas (pipotes) a los camiones cisternas, pero no todos pueden darse ese lujo.

Aquí no llega agua desde que ganó Manuel Rosales, porque esta comunidad era chavista y por castigo nos quitaron el agua. Lo mismo pasa con la luz. Cuando tenemos, podemos pagar un dólar por pipa, sino comenzamos a padecer. Aquí no vive gente, aquí viven camellos”, dijo una vecina de Villa San Isidro.

Los policías no dan abasto

Hendrick Fernández, intendente, dijo que tiene a su disposición dos unidades de la policía regional y el apoyo de cuatro motorizados para atender a la parroquia, personal que, considera, no es suficiente.

Los delitos que toman mayor fuerza en esta zona son el robo de vehículos; sicariato por ajuste de cuentas entre bandas y robos menores, por lo que se establecieron dos puntos de control: uno de la Policía Regional en el kilómetro 18 y otro de la Guardia Nacional Bolivariana en La Gran Parada.

Lo más significativo es que el robo de vehículos ha disminuido 70 % en lo que va de año gracias a esos puntos de control, pero sigue siendo insuficiente la atención en relación con seguridad ciudadana para toda la parroquia”, dijo el intendente.

Los conductores particulares, que se ven obligados a tomar trochas por el mal estado de la vía principal, se han convertido en blanco fácil para robos menores.

Hay que estar pendiente porque te roban el celular y hasta la comida que traes. Aquí no tenemos seguridad de nada porque en las alcabalas que tienen los policías y la guardia también cobran peaje y sino te amenazan con llevarte el carro detenido”, dijo un chofer de un carro por puesto que prefirió no identificarse.

El conductor de un autobús de la ruta Concepción-La Paz explicó el modus operandi de los uniformados.

“Cada vez que pasa un bus, un camión cisterna o un tiendero con mercancía, hay que darles entre dos, cinco y 10 dólares a los guardias. Los policías no, ellos se conforman con un fresco, un kilo de queso o unos cigarrillos. Montan la alcabala desde la mañana hasta el mediodía y ponen lo que llaman un bolero, un tipo que se encarga de cobrar para que nadie los descubra”, dijo el hombre, sin revelar su nombre para evitar represalias.

Agua en Maracaibo
El servicio de agua por tubería se ha convertido en un lujo para los habitantes de la empobrecida parroquia marabina. La mayoría pasa hasta 40 días sin una gota. Foto: José Ángel Núñez
Paños de agua tibia

Entre los habitantes de la parroquia San Isidro existe una frase que se ha mantenido con el pasar de los años y que, a su juicio, los describe: “Somos el patio trasero de Maracaibo”, pero para su intendente, la realidad supera aquello. “Ahora somos el anexo del patio trasero, porque, lamentablemente, estamos peor”, dijo.

La lista de calamidades que atraviesa esta parroquia no termina. La alimentación, la falta de empleo y atención médica para niños y ancianos, también agonizan, mientras que los gobernantes no cumplen sus promesas y ponen paños de agua tibia a los problemas con mercados populares, entrega de kits de higiene personal o donaciones de bastones y sillas de ruedas para unos pocos.


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