José Ramón pedalea más de 34 kilómetros al día para hacerle frente a la crisis en Maracaibo

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Tras quedar desempleado como vigilante de la Universidad del Zulia, José Ramón armó un bicitaxi para ganarse el sustento diario. Hoy pedalea más de 34 kilómetros al día en una ruta que va desde la Fusta hasta el Hospital Universitario de Maracaibo. El vehículo de tres ruedas pesa aproximadamente 100 kilos sin pasajeros.

Maracaibo. El calor aprieta, el reloj marca poco más de las 11:00 de la mañana y José Ramón revisa sus bolsillos para contar las ganancias que le genera su trabajo como bicitaxista en Maracaibo, mismas que apenas le alcanzan para comprar un pan dulce.

José Ramón cruza la avenida La Limpia, paga por el pan y regresa. Salivando, destapa una botella plástica para beber un poco de agua ya caliente por el clima. Mira el pan, luego su reloj y dice: “Once y media, todavía falta”. Encoge los hombros y suelta: “Mejor lo guardo para el almuerzo, porque después me vuelve a dar hambre”.

Antes de la llegada de la pandemia de COVID-19 a Venezuela, José Ramón trabajó 12 años para una empresa privada que prestaba servicio de vigilancia a la Universidad del Zulia. Dice que con la crisis del país, la falta de gasolina y retrasos en el pago, no le quedó más remedio que dejar el trabajo que le brindó estabilidad durante tanto tiempo.

Con los brazos cruzados y la mirada inquieta como quien sale a la caza, el hombre de 47 años, aún se lamenta. “Todavía me deben cinco quincenas, liquidación, vacaciones y nada que me pagan”.

La responsabilidad de mantener una familia con cuatro hijos lo forzó a buscar qué hacer. Salía todas las mañanas desde su casa en el sector El Marite a ofrecer sus manos para llevar el sustento a casa. Pero llegó la pandemia y con ella el distanciamiento social, la cuarentena obligatoria y la falta de empleo. La gente comenzó a caminar para trasladarse a sus lugares de trabajo, porque el transporte público, que ya venía en picada, terminó de desaparecer.

Comenzó recogiendo chatarra en el oeste de Maracaibo y así fue juntando tubos. Luego le prestaron unos rines y le regalaron un burro, hasta que finalmente armó su bicitaxi. Instaló los asientos de madera con capacidad para dos pasajeros. Una armazón de metal forrado con tela protege a los usuarios del sol abrasador de la capital zuliana y hoy sostiene a su familia pedaleando desde La Fusta, en la avenida la Limpia, hasta el Hospital Universitario.

Conocidas en Maracaibo como carrulas, este medio de transporte se ha convertido en la salvación de los marabinos en los últimos dos años. No solo para los pasajeros, sino para los que como José, se quedaron sin trabajo y prestan este servicio para sobrevivir.

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Las carrulas pesan 100 kilos sin pasajeros a bordo. / Foto: Mariela Nava

Mientras mostraba las bondades de su carro, como él mismo lo llama, confesó: “Nunca pensé trabajar en esto, porque yo tenía mi trabajo fijo, pero bueno, ahí vamos. Lo importante es trabajar honradamente”.

Al igual que él, su cuñado Jonathan Castro de 41 años, también estaba desempleado. Así que comenzaron haciendo traslados en la Curva de Molina, pero el acoso de los cuerpos policiales y la proliferación de bicitaxis los hizo cambiar de ruta.

El mercado popular de La Curva de Molina es la zona del oeste de la ciudad que tiene mayor cantidad de bicitaxi en Maracaibo, según estimaciones de los sindicatos del transporte de esa zona, hay más de 200 unidades agrupadas por líneas de transporte no constituidas que cubren diferentes rutas.

Con una sola bicicleta trabajábamos los dos, nos turnábamos porque cuando llegamos aquí a La Fusta, en junio de 2020, no había carros, la gente caminaba mucho. Compartimos la ganancia hasta que Jonathan pudo comprar la de él”, dijo José.

Tracción humana

¡A la orden señora, bicitaxi! Grita José Ramón interrumpiendo la conversación. La mujer vestida de enfermera niega con la cabeza aceptar el servicio y sigue caminando. José retoma: “A mucha gente le da pena montarse, pero la mayoría no tiene efectivo por eso nosotros agarramos lo que sea”.

En el caso de Maracaibo, pedalear es complicado. El clima se une al mal estado de las vías, semáforos dañados y la falta de cultura. Un bicitaxi pesa aproximadamente 100 kilos sin pasajeros a bordo.

A las 6:00 de la mañana comienza la faena de José. Enfrenta el día muchas veces sin desayuno. Siete kilómetros es la distancia desde su casa en el barrio El Marite hasta la parada en La Limpia. La media diaria es entre 10 y 20 traslados, la mayoría es personal y pacientes del Hospital Universitario de Maracaibo a un costo de tres bolívares por persona. José Ramón recorre, según sus cálculos, un promedio de 34 kilómetros diarios.

Estos bicitaxi de tres ruedas, con el paso del tiempo y las necesidades acentuadas de transporte y fallas en el suministro de gasolina en la capital del Zulia, han comenzado a cumplir otros roles. “Somos ambulancias, camiones de mudanza, llevamos compras. Hacemos de todo y no somos exigentes”.

La exigencia se las lleva el cuerpo. José Ramón tiene la piel tostada, en un año ha perdido 23 kilos de peso. Se muestra inquieto y reconoce que lo que más le pega es el hambre.

Como cualquier cosa y tomo agua para calmar el estómago, porque un almuerzo cuesta dos dólares y no me alcanza. Espero llegar a casa para comer en la tarde”, dice.

Toca compartir lo poco que hay

En noviembre de 2021, la línea de carros por puesto Delicias, activó cuatro vehículos para el transporte de pasajeros. El pasaje cuesta lo mismo en carro que en bicitaxi, pero según explica José Ramón, llegaron al acuerdo de turnarse y compartir los pasajeros que llegan.

Todo depende con la premura que llegue el usuario. Si puede esperar, se van en carro porque el chofer debe completar los cinco puestos del carro para salir de la parada. Pero si está apurado, se va en bicicleta.

Los bicitaxi tardan tres minutos en recorrer 1,7 kilómetros, la distancia desde la parada hasta el Hospital, pero de regreso tardan 10 minutos debido a lo empinado de la ruta.

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Los bicitaxis también reciben comida como forma de pago a pesar de que el pasaje es de 3.00 bolívares. / Foto: Mariela Nava

El transportista asegura que la gente sigue caminando. “Por aquí pasan a diario aproximadamente 200 personas, de esas, al menos 50 usan cualquiera de los dos transportes, los demás caminan”, dijo.

Al inicio de la pandemia las ganancias eran equivalentes a 15 o 18 dólares diarios, pero ahora se redujo a 50.00 bolívares si el día es bueno y el trueque de alimentos por traslados sigue vigente.

Recibimos dólares y bolívares, pero también arroz, pasta o granos. Lo que el pasajero tenga lo agarramos, los días malos nos vamos con 20.00 bolívares para la casa cuando mucho”, dijo José.

Para su cuñado Jonathan el panorama no es diferente. Contó que antes era albañil y tenía buena remuneración, pero la crisis del país acabó con esa fuente de trabajo. Tiene cuatro hijos de 15, 14, 8 y 4 años, en los últimos ocho meses ha perdido 12 kilos de peso.

Soy el único que trabaja en mi casa y también ayudo a mi papá. Esto medio nos alcanza para comer, bregamos mucho”, dijo el hombre mientras ayudaba a una señora a montarse en su bicitaxi.

Para él, lo más duro es cuando llegan emergencias médicas.

“Hace unos meses llegó una señora con una niña que tenía apendicitis, estaba malita. Yo le di lo más rápido que pude y la lleve hasta la emergencia pediátrica del hospital, menos mal la atendieron rápido, pero es difícil, uno aquí ve muchas cosas”, soltó.

Para mantener un bicitaxi se necesita tener un capital de al menos 50 dólares en ahorros. Las piezas que más se dañan son la catalina (eje del pedal) que cuesta 12 dólares, la cadena 4 dólares y los cauchos que van desde 14 hasta 27 dólares dependiendo de la calidad.

Entre risas José Ramón dice: “Cuando se daña una pieza tenemos que prestar los cobres porque lo que hacemos es para la comida del día, eso es mentira que uno guarda”.

De lo que sí está seguro es que éste sistema de transporte va para largo en Maracaibo.

“Esto no se acaba así de fácil, porque los problemas de transporte público siguen. No hay gasolina, no hay para comprar repuestos, es difícil, por eso la bicicleta llegó para quedarse”, contó José Ramón.


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