Irene y sus hijos no volvieron a dormir por miedo a que su casa en Petare se les caiga encima

Petare

Con el último derrumbe, en Santo Niño de Petare pasaron de 60 a 300 familias afectadas. A Irene le prometieron que en noviembre iría a ver un apartamento de la Gran Misión Vivienda Venezuela en Charallave, pero desde finales de octubre solo le dan excusas y más excusas, mientras que su casa amenaza con caerse por completo.

Caracas. Si Irene se para en la puerta de la casa de sus suegros, que está pintada de dos tonos de azul verdoso, solo ve escombros de un barrio que colapsó. A mano derecha hay tierra con pedazos de pared de la casa de la señora Flor. Al frente la amenaza el ruido de la casa de Gorilón. Al lado se cayó la de Pedro, que afectó a la de ella. Más adelante, la de María; arriba, la de Víctor.

Van seis años desde que en el barrio Santo Niño de Petare, en el municipio Sucre, las puertas y ventanas dejaron de encajar por un terreno totalmente afectado por fallas en las tuberías. Van dos años desde que Irene está tratando de pedir ayuda al Estado con una vivienda. Van dos meses desde que, luego de haberse caído la casa de Pedro, todos los escombros aplastaron la parte baja de la casa de los suegros de Irene, que era donde ella vivía con su esposo y sus hijos, de seis y diez años de edad. 

Irene recuerda con una profunda tristeza la madrugada del 7 de septiembre. Ese día esperó en la calle, junto con su familia y vecinos, que la casa de Pedro terminara de caerse. El sonido les daba escalofríos. Había llovido, pero no muy fuerte, y pocos días atrás se había derrumbado la casa de María. Fue una noche larga, hasta que se abrió una raja en toda la acera, la casa se movió de lado a lado como si se balanceara, después cayó hacia atrás y gran parte de los escombros se fueron de lado, encima de la casa de Irene.

Foto: Tairy Gamboa

Con ese accidente, en Santo Niño de Petare pasaron de 60 familias afectadas a 300. Los escombros acabaron con parte de una vivienda de siete pisos donde había personas que hasta ese día no tenían problemas. Dos meses después los escombros siguen ahí, las familias siguen sin una vivienda segura y el barrio cada día se queda más solo. El personal de Protección Civil recogió solo una parte de los restos, porque dos de los funcionarios se lesionaron.

La casa donde vivía Irene era de tres pisos: en el primero, construido como un sótano al que se le llegaba por unas escaleras laterales; un segundo piso que era un estacionamiento cerrado, y en el tercer piso vivían sus suegros. Con la caída de la casa del señor Pedro, el primer piso, que era donde se quedaba Irene con su esposo y los niños, fue el más afectado. Está lleno de escombros. El suelo y las paredes están abombadas.

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Irene con sus dos hijos cuando salían de la parte de la casa donde vivían antes del derrumbe de la vivienda del señor Pedro. Foto: Tairy Gamboa

Ahora Irene está viviendo en el estacionamiento. Es un espacio cuadrado, con paredes pintadas de rosado. Se ven las grandes grietas y la separación entre las vigas y el techo. Todo está organizado, esperando que si pasa lo peor puedan sacar la mayor cantidad de objetos. En la misma sala están las camas, la cocina, el clóset, el mueble. Todo a la mano,

Nosotros prácticamente no dormimos. Tengo dos menores de edad con una vida por delante que no merecen morir tapiados. A mí no me interesa la política, a mí me interesa tener a mis hijos en un lugar seguro, insistió Irene.

La casa suena cada dos días como si alguien partiera una galleta muy dura. Cada vez que llueve, a la hora que sea, Irene y Jonathan esperan con sus hijos en la calle a que escampe. No duermen. Los niños están pendientes de los ruidos porque entienden muy bien lo que pasa.

Foto: Tairy Gamboa
Irene está cansada de las falsas promesas

El trámite para una casa de la Gran Misión Vivienda Venezuela empezó en 2018. Irene sabía que en cualquier momento su casa se iba a caer. Ya habían ido trabajadores de Protección Civil a advertirles a ella y al resto de los vecinos que sus casas se iban a desplomar, y les dieron un informe de emergencia.

Irene y Jonathan comenzaron con el papeleo. Fueron hasta Miraflores y los atendieron en la recepción. Les firmaron un documento con un código, que nunca sirvió para algo, y les dieron un número de teléfono, que nadie contesta. Llevaron papeles para la Gran Misión Vivienda Venezuela de Guarenas y Guatire; tocó la puerta en Chacao, fue a reuniones que convocaron en las oficinas del Ministerio de Vivienda y Hábitat en el Centro de Seguros La Paz.

Foto: Tairy Gamboa

El gobierno empezó a aparecer cuando las casas comenzaron a colapsar y mi esposo y yo trajimos al barrio a los medios de comunicación, recordó Irene. A partir de ahí, en septiembre de 2019, fue un delegado de la Gobernación de Miranda, encabezada por Héctor Rodríguez. Luego de esa visita pegaron en la Alcaldía de Sucre un papel en el que se afirma que las 60 familias fueron reubicadas. Algo que nunca sucedió.

Con el último derrumbe, que aumentó el número de familias afectadas, quedó designada la vecina Marlene Carpio para gestionar y ayudar en la entrega de viviendas a los afectados de Santo Niño de Petare. Irene contó que le aseguraron que para noviembre irían a ver unos apartamentos en el Conjunto Residencial Lomas de Guadalupe, en Charallave. Pero, a partir de octubre, comenzaron a surgir excusas.

Irene trabaja en una empresa de televisión por cable y gana sueldo mínimo. Jonathan es mensajero y lo que genera diariamente solo le alcanza para comprar comida. Han averiguado alquileres en otras parte de Petare que superan los 50 dólares con al menos tres meses de depósito por adelantado. Ellos no tienen cómo pagar este monto.

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Foto: Tairy Gamboa

La calle principal El Encantado está muy sola. La mayoría de las personas se ha ido a casas de familiares. Otros pudieron pagar alquileres o se fueron para un refugio en Turumo. Los que todavía no están afectados también se han ido porque saben que el efecto dominó algún día los tocará.

Yo misma fui a ese refugio para ver cómo era y hay personas con sarna. Ahora también hay gente con coronavirus, entre esos un vecino que es de aquí de Petare. ¿Cómo llevo para allá a mi hija que me convulsiona con o sin fiebre?, lamentó Irene.

Ir a casa de familiares tampoco es una opción para Irene. En la casa donde se están quedando sus suegros ya hay 21 niños, y en el apartamento donde vive su mamá, en Catia, hay otra siete personas, que con ellos serían 11.

Mientras ocurre esta realidad, el gobierno de Nicolás Maduro aseguró que solo en 2019 entregaron al menos medio millón de viviendas. Sin embargo, el informe anual que publicó Provea en febrero de 2020 indica que las cifras fueron otras. La ONG reseñó que luego de hacerles un seguimiento a ocho portales de información oficiales, entre ellos VTV y AVN, el número de casas entregadas fue apenas de 4820.

Irene está cansada de las falsas promesas. Le llegaron a mostrar una foto de los apartamentos de la Gran Misión Vivienda Venezuela, pero no le dan nada concreto. Le llegaron a asomar que le darían la casa amueblada, y con eso sospechó que estaban jugando con ella. Está frustrada porque no sabe qué hacer para que finalmente la ayuden antes de que termine de caerse su casa en Petare.

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Foto: Tairy Gamboa


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