Jesús Torrealba propone congelar la tarjeta de la MUD hasta después de las elecciones del 21-N

Jesús Torrealba

El exsecretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática sostiene que al día de hoy no hay ninguna formación opositora que pueda considerarse a sí misma como heredera legítima de la tarjeta de la Unidad. Asegura que las direcciones partidistas del G-4 “hablan solamente con quien les dice ‘amén”. Enfatiza que la sociedad civil no quiere una silla en la mesa de negociaciones en México, porque “es una pata, un soporte de esa mesa”.

Caracas. La semana pasada se generó un revuelo en la opinión pública local, principalmente en redes sociales y medios radiales, luego de que el equipo de comunicaciones del dirigente opositor David Uzcátegui difundiera una convocatoria de prensa en la que se anunciaba el lanzamiento de la candidatura de Jesús Torrealba como candidato a la Alcaldía de Sucre.

El revuelo surgió porque Chúo Torrealba, como se le conoce popularmente, ha sido reiterativo a lo largo de los últimos años en insistir en que personalmente no tiene aspiraciones candidaturales, sino que su interés político está enfocado en la organización y generación de espacios de confianza y unidad entre los actores de oposición. En efecto, horas después de difundida la convocatoria, Torrealba salió al paso y negó esa supuesta candidatura, que atribuyó a una “confusión” del equipo de Uzcátegui.

“Yo no soy, no he sido y no voy a ser candidato a ninguna alcaldía ni gobernación. Yo soy un militante de base de la unidad que está ayudando en distintos espacios del país a promover soluciones unitarias. Entonces, mal podría yo, en ese rol de facilitador, transformarme en competidor, porque dejaría de ser útil como facilitador”, dijo Torrealba en su programa en RCR 750 AM que se transmite por Youtube.

Pero en ese mismo espacio, el dirigente ofreció a sus oyentes un análisis sobre la crisis de credibilidad que atraviesa la oposición no solo en Sucre, en Miranda y a nivel nacional, como consecuencia de las acciones contradictorias y divorciadas de la naturaleza partidista a lo largo de los últimos años.

Sobre esa lectura interna de la oposición, la proyección hacia las elecciones regionales y las perspectivas de éxito o fracaso que podrían tener las inminentes negociaciones en México, conversó Jesús Torrealba, vía telefónica, con Crónica.Uno el pasado viernes 6 de agosto.

¿Cuál es la situación de la oposición y de las comunidades en el municipio Sucre, de cara a las elecciones regionales de noviembre?

—Yo creo que es muy importante que toda la oposición organice y presente una propuesta a los habitantes de todos los municipios del país, pero en particular, en el caso de Sucre, es especial porque hace cuatro años la oposición era poder allí y tenía un conjunto de responsabilidades claras con personas de carne y hueso: enfermeras y los maestros dependientes del municipio, policías municipales, barrios y comunidades enteras tenían proyectos en marcha en el marco de una iniciativa llamada “presupuesto participativo”, donde comunidad y alcaldía eran socios. Todo eso quedó en el aire por una decisión política que llevó a entregar el municipio sin luchar. No hubo un alcalde, un dirigente, un conjunto de fuerzas que se decidieran a defender lo que se había construido, entonces hemos tenido estos cuatro años de desastre en el municipio.

En las últimas semanas, los habitantes del municipio Sucre han tenido la visita en sus casas del dirigente Andrés Chola Schloeter promoviendo su candidatura junto al exalcalde Carlos Ocariz…

—No basta con presentarse ahora y decir “ahora sí me voy a lanzar”. Creo que es necesario explicarle a la población las razones de la rectificación, sobre todo quienes incurrieron en ese abandono de sus responsabilidades políticas con la gente. No para darse golpes de pecho, sino para que la gente pueda entender y acompañarlos en esta nueva situación. La única forma de que la gente te acompañe en esa rectificación es que comprenda el proceso, y eso no se resuelve por la mercadotécnica electoral ni por la vía del toque carismático. Es necesario hacer eso que la Conferencia Episcopal llama la pedagogía social y la pedagogía política. Hay que tener humildad y persistencia, porque es perfectamente posible que en las primeras de cambio la gente no te crea. La gente tiene derecho a estar incrédula, pero la forma de resolverlo no es con jingles, sino hablándole claro a la gente.

¿Cualquier candidato de oposición en Miranda, siempre que sea unitario, puede recuperar esa gobernación, o la unidad en el caso de Miranda no lo es todo?

—De cara al futuro es muy importante que Miranda pueda ser el epicentro de la reconstrucción del campo democrático. Pero eso pasa primero porque haya unidad; sin eso no calificas ni siquiera como opción. Y segundo, que esa unidad sea útil a la gente, que se adentre en esas realidades muy complejas de Sucre, de Valles del Tuy, de Barlovento o Los Teques. Si la idea no es simplemente incorporar al currículo la condición de “excandidato”, sino que se quiere construir una realidad que sirva a la reconstrucción de la democracia, creo que en Miranda tiene que haber una conducta distinta por parte de todos los actores. Lo que fueron pugnas intestinas en un partido hace unos meses no se pueden transformar en un sisma para todo el campo democrático del estado.

Oposición desafinada

Jesús Torrealba, como es sabido, fue el secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática entre septiembre de 2014 y febrero de 2017, siendo la cara nacional no solo de la Unidad opositora en ese lapso, sino de la indiscutible victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias de 2015, que dieron paso a la legislatura constitucional 2016-2021.

La salida de Torrealba de la secretaría ejecutiva y posterior implosión de la MUD, todo en 2017, fueron el resultado de presiones, inconformidades, roces, disputas internas y condiciones impuestas entre y por los líderes de Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo. Luego, en 2018, el TSJ terminó de matar a la alianza ilegalizando su tarjeta.

Al ser el director de aquella orquesta afinada que fue la MUD en 2015, cabría esperar que en medio de la actual discordancia entre los factores opositores y luego de que el CNE decidiera, como si nada, reactivar la legalidad de la tarjeta y devolvérsela a sus directivos encabezados por José Luis Cartaya —actual secretario de la Plataforma Unitaria—, el G-4 o la Plataforma Unitaria hubiera convocado a Jesús Torrealba para conocer sus opiniones. Pero no ha sido así:

“Desde mi espacio como comunicador y activista social he tenido interacción con actores políticos. Desde el Foro Cívico nos reunimos con factores del Gobierno y con factores del entonces gobierno interino, con el propio Juan Guaidó y en esos contactos, de manera muy respetuosa y solidaria, le hicimos a Juan Guaidó muchas de las consideraciones que recogemos en las calles. Sin embargo, debo decir con pesar que no ha habido receptividad de los entes políticos del llamado gobierno interino o del G-4 a esos planteamientos”, afirma.

Torrealba pone como ejemplo lo ocurrido en 2018 y 2019 cuando la plataforma Diálogo Social, integrada por varias decenas de ONG, académicos, juristas y dirigentes sociales y comunitarios, llevó al Parlamento venezolano un proyecto de ley para atender la crisis eléctrica que fue engavetado por diferencias no con el PSUV, sino entre la propia bancada de oposición.

“La respuesta del señor Guaidó a esa propuesta fue que ellos iban a buscar una fórmula mejor y lo engavetaron. Ese es el tipo de interacción que ha habido. Lamentablemente. Así como el Gobierno inventa una sociedad civil a su medida para pagarse y darse el vuelto, las direcciones políticas opositoras hicieron algo similar y hablan solamente con quien les dice ‘amén’ o con quienes se prestan para ser caja de resonancia de sus líneas y consignas”, sentencia.

Pero viniéndonos a 2021, ¿qué va a pasar entonces con la tarjeta de la MUD?

—Mi opinión es que en este momento no existe ninguna formación opositora que pueda legítimamente decir que es la heredera de la alianza ganadora del año 2015. Esa alianza existió y, por cierto, no fue destruida por Maduro, esa alianza fue disuelta por actores de la propia oposición y hoy está fracturada en cuatro o cinco trozos. Entonces, hoy tenemos la tarjeta de la alianza pero no tenemos la alianza.

Hace unas semanas atrás Américo de Grazia lo exhortaba a usted, a José Luis Cartaya y a Ramón Guillemo Aveledo a ayudar a poner esa tarjeta al servicio de la oposición…

—¿Qué sería lo decente desde el punto de vista ético y político? Preservar esa tarjeta, congelarla y colocarla a disposición del eje del liderazgo opositor que surja luego del 21 de noviembre. El 22 de noviembre Venezuela va a tener una nueva realidad porque en los 335 municipios y en los 23 estados vamos a tener a personas que ganen o pierdan van a sacar la primera votación opositora allí y que podrán decir legítimamente “yo soy el referente del campo opositor en este espacio”. Entonces, esas personas tienen la posibilidad de construir un nuevo eje de gravedad. Ojo, no digo que se asuman como dirección política, porque eso se construye, sino que abran un espacio que sirva de bisagra para una estrategia común, una dirección colectiva y para que una alianza de esa naturaleza pueda decir “aquí tenemos tarjeta única”.

México o el retorno a la política

Torrealba advierte que a la larga el tiempo terminó dándole la razón a iniciativas como Diálogo Social o Foro Cívico que han insistido en la necesidad de buscar mecanismos de concertación con el oficialismo que se traduzcan en soluciones para la gente: “Independientemente de los gustos de las cúpulas políticas, la realidad avanza y hoy está en la agenda del país, de la región y de la comunidad internacional lo que tenemos varios años diciendo: la necesidad de sentarse a negociar para construir una solución política, pacífica y electoral a la crisis venezolana. Hoy todo el mundo está claro en que si no hay una fuerza política interna que ejerza la presión necesaria, aquí no se van a producir las reformas necesarias y posibles”.

¿Cuáles son las reformas necesarias y cuáles las posibles?

—Las necesarias son las que nos permitan salir del hueco donde está el país, de la emergencia humanitaria compleja. Las posibles son aquellas que pasen por la concertación de los actores que, pase lo que pase, van a terminar existiendo en el mismo país. Hay factores de la oposición venezolana que creen que cohabitar es una mala palabra. ¿Cuál es la opción a cohabitar?, ¿el genocidio?, ¿un nuevo éxodo pero al revés, donde se vaya del país únicamente ese 25 % que se autodefine como chavista? Ese tipo de absurdos han quedado desnudos. Nosotros, como activistas ciudadanos, no estamos pidiendo ni buscando tener una silla en la mesa de negociación política en México. Que quede claro: no queremos una silla en esa mesa, pero sí queremos que se sepa que somos una pata, un soporte de esa mesa, como lo sostenía mi amigo el doctor Pedro Nikken, que tuvo esa visión, entonces incomprendida pero hoy justificada, de la necesidad del acuerdo, el diálogo y la concertación. Como sociedad civil vamos a estar vigilantes de ese proceso, no para señalar a uno o denunciar a otro, sino para garantizar que el proceso se dé enfocado siempre en el objetivo de lograr respuestas al drama humanitario y a la búsqueda de condiciones políticas que le den sostenibilidad institucional y económica a la salida a la crisis.

¿Qué expectativas tiene usted sobre las negociaciones en México?

—Hoy se producen algunos procesos que parecieran mágicos. Cuando se produce la salida de Trump del poder y la llegada de Joe Biden, se pasa de las consignas tremendistas a los acuerdos de salvación. Hoy todos los actores en el país y la región están muy claros en que la salida para la crisis venezolana tiene que ser política, que se exprese en términos electorales y que sea producto de un acuerdo integral. Nosotros, que venimos diciendo esto desde que estábamos solos planteándolo, lo vamos a seguir diciendo y planteando.

¿Cuál es el mejor resultado posible que podemos esperar conociendo al Gobierno?

—Yo quiero ser optimista. Creo que el Gobierno hoy se encuentra en una situación completamente distinta a la de hace unos años atrás: no tiene el carisma ni el dinero de cuando Chávez era presidente, está en una situación de precariedad internacional gravísima y con severos problemas financieros. El procurar el levantamiento de las sanciones opera como una motivación importante para que el Gobierno actúe con una diligencia que no mostró en ninguna de las experiencias anteriores.

¿Y qué espera de la oposición, que también tuvo responsabilidad en la forma como terminó la negociación de Barbados en 2019?

—Quiero creer en el sentido común de la dirigencia política opositora. Nadie me lo tiene que contar: yo sé lo que es ver a unos dirigentes políticos que llegan a un proceso de diálogo promoviendo su implosión. Pero creo que han pasado muchos años desde aquel 2016 cuando tuvimos incluso la presencia del Vaticano como facilitador y no fue aprovechada. Han pasado muchísimas cosas, y creo que toda esta experiencia ha llevado a los actores políticos de oposición a entender que el diálogo no es un mal necesario que se produce por la presión de la comunidad internacional, sino que es un escenario de la acción política. El diálogo no paraliza la lucha de masas, ni la protesta social, ni la construcción de músculo democrático. El diálogo no es la ausencia de conflicto, por el contrario, hay diálogo porque hay conflicto, pero hay que asumir que el diálogo es parte de la dinámica política. Para la dirección partidista de la oposición este escenario de negociaciones, de diálogo, es un escenario para el regreso a la política que implica no solo sentarse en México, que me parece extraordinario, pero, si al mismo tiempo que unos están sentados en México, otros están acá en Maracaibo, en Caracas, en Guayana, en Apure, en Delta Amacuro, en Margarita haciendo trabajo de base y promoviendo y orientando y dirigiendo la protesta social, entonces estaremos haciendo lo que hay que hacer.


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