Lulú y Manolo bailan juntos en las calles de Maracaibo para ganarse la vida

Lulú y Manolo

Manolo llegó de España a Maracaibo para disfrutar de los carnavales, pero debido a la crisis no pudo volver a su tierra, desde entonces todas las noches sale con Johany a echar un pie para ganarse el pan.

Maracaibo. Definitivamente la creatividad le sobra a los zulianos. El arte callejero, que a raíz de la crisis ha tomado fuerza en la ciudad, es para varios marabinos una manera digna de ganarse la vida, pero combinado con la peculiar jocosidad de los habitantes de esta calurosa tierra, se transforma en algo único en Venezuela.

Johany, su esposo James y sus tres hijos viven en una casita en el sector El Marite, al oeste de Maracaibo, que una señora les dejó al cuido. Mientras se preparaba para su faena diaria, la mujer contó cómo ella y su esposo sobrevivieron por más de 20 años de la venta de artesanía, pero la crisis económica, la pandemia y la necesidad de sacar a sus hijos adelante, la hicieron reinventarse.

Somos lo que nos toque en la vida”, asegura soltando una sonrisa. “Seguimos haciendo artesanía, pero ahora mi esposo sale en la madrugada a reciclar plástico y botellas de vidrio que después vendemos en los negocios de desinfectantes en la Curva de Molina, de eso también vivimos”, dice mientras hunde los dedos en una paleta de sombras para pintarse los párpados.

El día de Johany comienza muy temprano para despedir a su esposo, quien recorre unos 16 kilómetros a pie, desde su casa hasta Ziruma, al norte de la ciudad, reciclando. Mientras, ella se encarga de llevar a sus dos hijas menores a la escuela y prepara al tercero para sus clases vespertinas en el liceo. Más tarde, la pareja lava minuciosamente los frascos y como a la 1:00 p. m. vuelven a salir a pie para venderlos.

Lulú y Manolo
Johany vive en una casa que le dejaron al cuido en el oeste de la ciudad. Dice que su sueño es tener un techo propio para sus hijos/José Ángel Núñez

A las 6:00 de la tarde, los esposos y las niñas, están listos para abordar un autobús en la avenida principal que los lleva hasta el norte donde, explica la madre, “nos ganamos la vida mientras repartimos sonrisas.

Un turista atrapado en Maracaibo

Johany es la única que sacó la vena artística de su padre Alí, quien fue integrante de Danzas Luz hace más de cuatro décadas. Recuerda con amor como él pasaba horas armando coreografías con ella.

Decidí sacarle provecho a la habilidad que tengo para el baile. Mi esposo me dijo que si lo que me gustaba era bailar, él me hacía un muñeco. Ya habíamos visto en TikTok como en Colombia hay gente haciendo lo mismo y sin dudarlo le dije que sí”, explicó.

La historia cuenta que Manolo es un turista español que llegó a Maracaibo a disfrutar los carnavales de 2023, pero la crisis lo obligó a quedarse en la ciudad del sol amada, así que los esposos le dieron posada y él, gustoso, sale todos los fines de semana a seguir disfrutando de la ciudad y echa un pie con Johany para ganarse la vida.

“Manolo es un homenaje al abuelo de James que se llamaba Manuel. Ya tenemos un año en la calle y hemos pasado de todo, pero nunca nos falta la bendición de Dios. La condición que le puse a Manolo es que nos tenemos que partir la cochina de lo que hagamos”, dijo en una carcajada.

Lulú y Manolo
Lulú y Manolo ya tienen un año robando sonrisas y aplausos en las calles de Maracaibo y cautivando con su particular baile a propios y extraños/José Ángel Núñez

Luego de maquillarse, en medio del racionamiento eléctrico, típico de las tardes en Maracaibo, Johany se sube unas medias color naranja hasta las rodillas, se ajusta los tirantes, prensa con los ganchos una falda de blonda del mismo color y procede a unir sus pies con los de manolo.

Levanta los brazos del muñeco y rodea su cabeza, amarra su cadera con la de él con una tira y se dispone a ensayar su acto de la noche.

Shantal, su hija de 10 años que colabora como DJ y se encarga de grabar para las redes sociales a su mamá, suelta la música en una cornetica recargable. Suena una guaracha, Johany inmediatamente entra en el personaje, mira fijamente a Manolo y comienza su baile, agita las manos para alentar al público y sonríe sin parar.

Un trabajo duro

Manolo tiene las piernas rellenas de goma espuma. Su torso es de botellas de refresco y su cabeza es un globo cubierto de papel y pegamento. Para lograr que vaya al ritmo de la mujer, James le hizo el armazón con tubos PVC que llegan hasta los zapatos atravesando ambos pares, por eso reforzó el calzado de su esposa con más goma espuma para que el tubo no le moleste tanto en los pies.

El calzado, la ropa, las pelucas y los sombreros son regalos que la gente le ha dado a la pareja para la caracterización del personaje.

El peso del muñeco, al cálculo, es de unos seis kilos. “No lo hemos pesado nunca pero para mi contextura es pesado y cuesta caminar con él porque son cuatro zapatos que hay que maniobrar. Ya me acostumbré. Esto lo hacemos por mis hijos y cuando se hacen las cosas con amor, nada puede con eso”, replica.

Los espectáculos rondan las tres horas, empiezan a las 7:00 p. m. hasta las 11:00 p. m., luego regresan a casa. Generalmente las ganancias son de 15 a 20 dólares, pero Johany asegura que nunca le falta Dios.

Manolo pesa aproximadamente seis kilos, Johany se pega a él a través de dos pares de zapatos atravesados con tubo PVC/José Ángel Núñez

“De esa ganancia guardamos 10 dólares para el taxi de regreso porque terminamos tarde y los buses no pasan a esa hora. Trabajando todo el fin de semana con Manolo, más lo que hacemos con la venta del reciclaje, podemos juntar hasta 60 dólares que se van en comida y en lo que piden en el colegio para los niños”.

Sin embargo, como la mayoría de las presentaciones son en plazas y ventas de comida ambulante, algunas veces los clientes o los dueños de los locales les regalan la cena.

Lulú, la que te cambia el look

Ella se autodefine como una mujer polifacética, porque además de bailar con Manolo y lavar el reciclaje, también pinta caritas, hace trenzas, manicura y alisados de cabello. Esto se lo agradece a una amiga que le enseñó y, a veces, la llama para trabajar con ella, por eso sus compañeras de estilismo la apodaron Lulú, la que te cambia el look.

Por eso nos pusieron así, Lulú y Manolo”, y explica que gracias a las redes sociales ahora la gente la busca para dar sorpresas y la contratan para algunas fiestas, pero ella sin pensarlo aclara: “Cobro lo que den, acepto comida, ropa, dinero, pago móvil, lo que sea es bueno para el mocho”, suelta y sonríe.

Durante su espectáculo Lulú y Manolo se pasean por géneros como la gaita, la cumbia y la guaracha zuliana, hacen el paso prohibido y luego pasan el sombrero para recoger la generosidad de los espectadores.

“Si en su corazón y en su disposición está ayudarme cualquier vainita suma, los aplausos también son buenos. Yo me llevo sonrisas, críticas, brollos y aplausos, todo lo echo en el gorro y me lo llevo”, dice al final de su ensayo.

Johany usa su creatividad en todo lo que hace, se maquilla de varios colores los párpados y se pone lentes fluorescentes para llamar la atención/José Ángel Núñez

Lulú comenta que aunque le ha tocado trabajar con el corazón roto o sabiendo que no deja nada en casa para cenar, la oración siempre la alivia. “Le pido a Dios que nos ponga como unas estrellas, que la gente nos vea brillantes y nunca me ha fallado”.

Antes de comenzar su faena reveló: “Quiero sacar el bachillerato y superarme porque mi sueño es tener lo suficiente para comprarle una casa a mis hijos. Como no tengo nada que dejarles todavía, me siento incompleta”.

Ellos bailan por más de tres horas cada noche de viernes a domingo en plazas y ventas de comida callejera en el norte de Maracaibo/José Ángel Núñez

Ahora la pareja esta en medio de la creación de dos nuevos personajes, mujeres, que bailarán con James para hacer un espectáculo más completo.

Manolo y Lulú bailan, gozan y sueñan juntos, se acompañan y se abrazan ante las dificultades de la vida. Ella está aferrada a la esperanza y él se deja llevar complacido al son de la buena música.

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