El Grupo de Ubuntu de la Compañía de Danza de Habilidades Mixtas AM integra a personas con parálisis cerebral, discapacidad motora, síndrome de Down o ciudadanos que pasaron por un ACV desde hace 30 años. Sin embargo, desde el año 2018 Alexander Madriz trabaja en el Teatro Teresa Carreño.
Caracas. “Una silla de ruedas no combina con el baile”, eso fue lo primero que pasó por la cabeza de Fabiola Zerga, cuando un integrante de la Compañía de Danza de Habilidades Mixtas AM la invitó a un ensayo. No obstante, la curiosidad pudo más que los pensamientos limitantes.
Zerga reconoció que existían barreras arraigadas en la sociedad. Para ella era imposible concebir la danza sin el movimiento de sus piernas. Con el tiempo, tras una breve reflexión, la invitación la impulsó a explorar nuevas posibilidades.
Desde aquel primer ensayo han pasado 28 años. En la actualidad, Fabiola es una de las coreógrafas de la Compañía de Danza de Habilidades Mixtas Ubuntu del Teatro Teresa Carreño.
El comienzo no fue fácil. Las personas con discapacidad motora solemos centrarnos en nuestras limitaciones. Pero tuve la oportunidad de reconocer mis capacidades y empecé a explorar mi cuerpo de manera diferente”, indicó.
De acuerdo con Zerga, es fundamental utilizar los elementos de movilidad como parte de la coreografía. Estos elementos, como sillas de ruedas o muletas, son una extensión de nuestros cuerpos y tienen un movimiento propio.
Fabiola, egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en la carrera de Artes, relató que su experiencia en la compañía transformó su visión. A pesar de un accidente, que limitó su movilidad desde hace 30 años, la danza le ha permitido crecer como artista y persona.
“Yo no soy una silla de ruedas bailando. Soy una bailarina. Eso es lo que hacemos en Ubuntu: ayudar a cada joven a reconocerse más allá de su discapacidad y a transformar los obstáculos en oportunidades”.
Expresar por medio de la danza
Para Zerga, la danza es un lenguaje universal, accesible para todas las personas, independientemente de sus capacidades físicas. “Todos tenemos habilidades y capacidades para expresarnos a través del movimiento“.
De hecho, el grupo Ubuntu se basa en la filosofía de encontrar los caminos que permitan a cada integrante, con o sin movilidad reducida, complementarse y crear secuencias de movimientos que reflejen sus emociones y experiencias.
“Las personas podemos lograr mucho más de lo que imaginamos. Para algunos será un poco más desafiante, pero nada es imposible. Todo comienza por nuestros intereses y la creatividad que empleamos para alcanzar nuestras metas”, dijo Zérga.
La bailarina comenzó estableciendo metas pequeñas hasta construir una memoria corporal sólida. Esto le permitió desarrollar una técnica completa y disfrutar plenamente de la danza. “Lo mejor que he logrado en la compañía es ayudar a persona con poca movilidad a descubrir su potencial artístico y a expresarse a través del baile”, expresó con entusiasmo.
Trabajar para la inclusión
Alexander Madriz, coreógrafo y director desde el 2018 del proyecto artístico Ubuntu de Teresa Carreño, llegó hace 20 años a la danza mixta luego de realizar una suplencia en un grupo de baile en el que participaban personas con discapacidad.
Esa suplencia que realizó Madriz se ha convertido en 30 años de carrera al lado de personas con habilidades múltiples. Para él, este tiempo le ha servido para entender y poner en práctica que en un montaje se aprovecha el talento de cada persona para luego desarrollarlos en los procesos creativos.
El grupo Ubuntu ha integrado a persona con parálisis cerebral, discapacidad motora, síndrome de Down o ciudadanos que pasaron por un ACV. Madriz aseveró que dentro de esta compañía no existen las limitaciones y encasillamientos de los orígenes de la expresión artística.
“Un espacio para que las personas aprendan a descubrir otras maneras de moverse. Todos aprendemos de la posibilidad de movilidad que tiene el otro. En el escenario un participante no puede destacar más que el otro”, aseguró.
Dejar el miedo
Iraly Yánez comenzó a bailar a los cuatro años de edad. Un hecho violento la dejó en silla de ruedas a los 25 años, obligándola a alejarse de su gran pasión, la danza, durante cinco años. “Sentí que mi vida había terminado”, confesó. Sin embargo, la danza se convirtió en su refugio y en el camino para reconstruirse.
Un día, mientras buscaba una nueva forma de expresarse, se encontró con una publicación de Alexander y su taller de danza inclusiva. Desde entonces, forma parte del elenco estable de Ubuntu en el teatro Teresa Carreño, donde bailarines con diferentes habilidades físicas se unen para crear obras conmovedoras.
“El miedo sigue presente en cada cosa que hago. Pero la danza ha sido ese refugio que necesito, con ella aprendo y me siento libre, es el amor que necesitaba para seguir”, reconoció.
Iraly sueña con ser un un ejemplo para quienes, como ella, sufren de una discapacidad. “La vida es una y debemos vivirla al máximo”, afirmó.
Luchar contra las barreras
Las personas con discapacidad enfrentan diversos obstáculos por la falta de una infraestructura que les permita movilizarse por la ciudad. En Venezuela no existe un transporte adaptado, las calles tienen muy pocas rampas y no hay espacios de tránsito para las personas con discapacidad.
Yánez durante tres años tuvo que viajar de Guarenas al centro de Caracas para poder estar en los ensayos o en alguna presentación. No obstante, mencionó que en esos tiempos el traslado era muy complicado y desafiante para ella. “Tenía que pagar taxis o esperar que una persona me ayudara a mover mi silla”.
De acuerdo con Celia Herrera, presidenta de la Sociedad Venezolana de Ingeniería de Transporte y Vialidad (Sotravial), Caracas no está estructurada ni organizada para tener a las personas con discapacidad. “No hay un sistema inclusivo para las personas con discapacidad. No tenemos ni siquiera 20 % de ello”.
No son las personas con discapacidad las que están siendo limitantes, lo que te está resaltando su limitación es la infraestructura”, reflexionó Yánez.
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