Según la doctora Maritza Landaeta, de la Fundación Bengoa, la pobreza extrema en dos años se disparó de 41 % a 81 %. Mientras que la organización Acción Campesina, desde que se tienen estos indicadores de la destrucción de la producción (2008-2012) es que se viene observando el repunte de la desnutrición en Venezuela y los suicidios por hambre.

Caracas. En septiembre pasado se necesitaban un poco más de 19 salarios mínimos para poder adquirir la canasta alimentaria familiar, prácticamente Bs. 89.282 diarios.

Difícilmente una familia del campo o de bajos recursos económicos llega a cubrir ese derecho humano. Pero resulta que no podía en septiembre y tampoco pudo hacerlo en 2016. Esto hizo que, según Maritza Landaeta de la Fundación Bengoa, se disparara la desnutrición de 16 % en 2016 a 30 % en 2017.

Desde que inició su ponencia fue enfática en resaltar que sin salud y sin alimentos no hay desarrollo. “Sin esos elementos, el organismo está comprometido. La falta de alimentos en el niño lo limita a él y a la segunda generación. La tendencia es a reciclar la pobreza”.

Landaeta, quien junto con Nhelsyr González, representante de Acción Campesina y del Cesap, y Sergio Salvador de Cáritas de Venezuela, participó en el foro Emergencia Humanitaria, organizado por Amnistía Internacional, se preguntó cómo llegó Venezuela a esto.

Básicamente toda la crisis responde a la caída aparatosa de la producción nacional, a las expropiaciones y a los controles económicos, que generaron escasez e inflación.

Lo que se consumía en el país 70 % se producía en nuestros suelos y ahora estamos generando 20 %, que no está teniendo la misma calidad. Ahora, la gente teniendo aún un poco más de dinero no sabe qué comprar. Es a través de estos insumos [alimentos] que [el ser humano] se comunica con sus hijos, la madre protege a sus hijos a través de este acto de alimentación y ahora estamos viendo que hay comunidades en Venezuela que tienen hambre, mientras el Gobierno ha implementado una gran cantidad de acciones, que llaman programas, que no están dando resultados. Más bien la alimentación está en el centro del huracán político, la están usando como arma política y mientras vemos como se aceleran los indicadores.

En dos años la pobreza extrema subió de 48 % a 81%

Landaeta dijo que el venezolano perdió la oportunidad de colocar en la mesa un plato con huevo, no está consumiendo los aminoácidos ni los ácidos grasos necesarios y sigue perdiendo peso.

La encuesta Encovi-2016 promedió que el venezolano estaba perdiendo 9 kilos y ese dato registra incremento para este año.

Eso no viene en las cajas Clap. La desnutrición se disparó en los niños en edad preescolar donde se están consiguiendo desnutrición moderada y grave. Una situación que no veíamos en el país. Esos son los niños que están llevando a los hospitales y los que no logran llegar se mueren en el camino. Eso se cruza con una situación tan delicada como el hecho de que no hay medicamentos, no hay sueros, ni fórmulas especiales para tratar esos niños que están mal alimentados y que tradicionalmente deberían consumir leche materna, pero que tampoco gozan de este beneficio porque vienen de madres adolescentes que también están mal alimentadas. Muchas lo que hacen es darle agua de tubérculos, no les dan proteínas. Son los niños que se secan que pierden la masa muscular y los que tienen mayor riesgo de morir.

En cuanto al suministro de las cajas Clap, destacó que llegan a compensar en algo a los de más bajo recursos, pero son insumos que no tienen proteínas, frutas ni vegetales. “El venezolano está consumiendo platos blancos bajos en proteínas. Y ya la FAO lo dijo: en Venezuela hay 4 millones de venezolanos que no consumen los requerimientos necesarios para vivir sanos. Y para salir de esto se requiere de una sinergia entre todos los actores de la sociedad y que la alimentación salga del tsunami político. Pues en estos momentos estamos viendo como la pobreza extrema, en dos años, subió de 41 % a 81%.

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Víctimas del hambre  

Y hay datos más alarmantes. De acuerdo con Nhelsyr González, representante de Acción Campesina, la crisis agroalimentaria que se viene afianzando desde 2008 comenzó a cobrar las primeras víctimas por hambre.

González quien dio su exposición con mucha serenidad, pero con total preocupación, marcó un silencio compasivo en los asistentes, cuando contó tres historias que dan fe de que “por hambre la gente está tomando la decisión de quitarse la vida”.

Acción Campesina, la organización a la que pertenece González —que tiene más de 25 años de experiencia en la producción de alimentos en Venezuela y con vasto trabajo en las zonas rurales— conoció de una situación alarmante en un poblado de artesanos ubicado en Duaca, estado Lara.

Puntos de encuentro:

Sacar la alimentación de la política y crear sinergia entre todos los actores de la sociedad.

Se trata del Centro de Artesanos y Caballos, que son un grupo de personas asociadas que se dedican a atender a una población pequeña de niños sordos. A través de la artesanía, las letras y los juegos, crearon un espacio de esparcimiento de formación y recreación. Enseñan un oficio y además aprovechaban los equipos para la atención de estos niños. Un día descubrieron que se habían robado los caballos para comérselos.

Otra historia que arrojó sobre el público fue una que recogieron en Tinaquillo, Cojedes, donde dictaron un taller recientemente. Un señor de la tercera edad decidió quitarse la vida porque su pensión no alcanzaba para colaborar con el sustento de la familia. Pero antes de que esta víctima se conociera hay otros nombres que no podemos perder de vista como Ana María Perdomo (62 años) que se mató porque no quería ser una carga cuando le diagnosticaron linfoma de Hodgkins. Los otros que siguen son por comida: Ana Pérez, un señor de apellidos Pérez Pérez, Roberto Fermín, todos de Valencia; Regina del Carmen Sánchez en Santa Rita, Yorvin Junior González —primer joven que se suicida por comida— y Tony Almaza, todos del estado Zulia. Esto nos dice que el señor de Cojedes no es el último que tomó esta decisión.

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Y más cercano a la capital, narró una historia sobre el robo del cacao y la violencia en la zona de Barlovento. Dijo que era un hecho verificable y que se trató de una señora a la que su vecina le contó que su hijo le estaba robando el cacao. “Ella le dijo, ‘amiga, usted sabe lo que tiene que hacer y cuente con mi silencio’. Una cosa verdaderamente dramática. Es un fenómeno viejo que se está agudizando y esto lo contamos desde Acción Campesina porque le queremos dar rostros a la crisis. La gente que está en el campo venezolano tiene un peso profundo y lo que pasa en Barlovento, eso que la gente toma las medidas por sus propias manos, habla de la ausencia institucional”.

Se acabó con la producción

Más allá de esas historias, todo viene porque no existe seguridad alimentaria, eso que implica que una persona coma tres veces y tenga acceso a los alimentos, que sean sanos, inocuos y nutritivos. “En los últimos años hemos visto las muertes por la yuca amarga, que la ha habido siempre. Resulta que es muy difícil de distinguir, pues tiene un color amarillo y si se mueve o golpea mucho desarrolla porcentajes amargos que puede envenenar la yuca de origen dulce y si la llevan a los verduleros, estos la botan y de los basureros las recogen las personas, aunque también la están robando de las plantaciones”.

Para la expositora, en Venezuela se ha destruido el aparato productivo y se benefició un modelo agroimportador que le ha hecho mucho daño al campo venezolano.

“Eso acompañado de la política de expropiación, predios que además no cancelaron, hace difícil que se tenga acceso a una dieta balanceada. Por su puesto, eso va a reflejarse en la salud y ya estamos viendo que las madres dejan de comer para alimentar a sus hijos”.

¿Y cómo fue que llegamos a esto?

Para González, efectivamente hay una falta de institucionalización que pulverizó la democracia y la libertad, incluso la libertad en términos de producción.

El Estado incluso dice lo que se siembra y mantiene una economía sustentada en la importación que hace inviable el proceso productivo y, por tanto, los precios del mercado no se corresponden con los altos costos.

Añadió que además los servicios están colapsados, hay inseguridad y secuestros, falta de insumos y de semillas certificadas, lo que hace muy cuesta arriba la producción.

Esto llevó a una aparatosa caída del abastecimiento y producción de rubros como arroz, caña de azúcar, palma de aceite. Y, evidentemente, desde que se tienen estos indicadores (2008-2012) es que se viene observando el repunte de la desnutrición en Venezuela, apuntó.

Las otras variables que, según dijo, atentan con el campo agrícola es que no hay reglas claras en cuanto a la titularidad de la propiedad, la infraestructura y el sistema de riego están destruidos, en las carreteras se paga vacuna para trasladar la mercancía y la merma del empleo en el sector.

Zulia y Vargas, los estados más desnutridos

Sergio Salvador, por su parte, habló de la capacidad de accionar de los privados para atender la crisis oportuna y severa que se está viviendo en la actualidad, si bien rebatió que en Venezuela no hay hambruna, pues no se ha pasado el umbral de 16 %, de acuerdo con el informe Saman que hizo Cáritas en 32 parroquias de Vargas, Miranda, Zulia y en el Distrito Capital.

El objeto de ese monitoreo fueron los niños menores de 5 años y el mismo arrojó que la falta de agua y de alimentos potencia más la crisis en la salud de la población.

Se reveló que 68 % de los niños estudiados tenían ya algún grado de desnutrición; 14,5 % tienen moderada; 21 % leve; 32,5 % están en riesgo de desnutrición y 32 % no tiene déficit nutricional.

El análisis que hicieron por estado indicó que la desnutrición global aguda en Zulia es de 16 %, en Vargas es de 14,3 %, en Miranda de 12,7 %. Distrito Capital se sacó del análisis debido a los niveles de conflictividad entre los meses de abril y julio.

En general, indicó Salvador, 69 % de los hogares señaló que debieron cambiar sus formas habituales de adquirir sus alimentos y 71 % reportó deterioro en su alimentación.

Foto: Mabel Sarmiento


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