El segundo largometraje de Miguel Ferrari, La noche de las dos lunas, acaba de estrenarse en Venezuela. A partir del tema de la maternidad subrogada, cuenta la historia del dolor de dos mujeres que quieren ser madres.

Caracas. En La noche de las dos lunas hay humedad. Los espejos están empañados, los deseos se expresan en el agua, mientras los colores se asocian con la melancolía.

El segundo largometraje de Miguel Ferrari se acaba de estrenar en Venezuela, donde fue filmado hace tres años. Protagonizado por Prakriti Maduro, Mariaca Semprún, Luis Gerónimo Abreu, Albi De Abreu y María Barranco, es la historia de dos mujeres que desean ser madres y acuden a un centro de fertilización. Una es soltera y le pide a su mejor amigo que sea el donante, mientras que la segunda está casada y ha intentado quedar embarazada varias veces.

La emoción se mantiene hasta que se enteran de que hubo una confusión e intercambiaron los embriones. Entonces, Ferrari aprovecha el conflicto surgido para adentrarse en las emociones trastocadas cuando la esperanza de la descendencia se ve amenazada.

El cineasta no juzga. Tan solo se convierte en registro de un drama inédito hasta en las leyes, insuficientes para afrontar el desafío. Pero en la película el asunto legal es tan solo un breve llamado de atención a un tema quizá lejano para muchos, como la maternidad subrogada, aunque cercano en su origen: el anhelo de ser madre.

Ferrari crea una película mucho mejor lograda que Azul y no tan rosa, con la que ganó en 2014 el premio Goya a Mejor Película Iberoamericana, y que se encuentra en la lista de las 20 producciones nacionales más vistas en la historia del país.

Esta vez hay mayor atención en el conflicto principal, a los distintos estados que atraviesan ambas mujeres cuando se plantea ese dilema moral sobre quién es madre: si quien da a luz o la que posee la carga genética del bebé que crece en ese vientre.

El director no subestima al espectador. Sabe muy bien de las virtudes del lenguaje cinematográfico para transmitir ideas y sugerir los planes futuros de las personas involucradas.

Cuando Federica Marín (Prakriti Maduro) expresa su deseo de ser madre, lo hace mientras practica natación. La piscina que recuerda al vientre, el agua como elemento imprescindible para la vida. La toma fue estudiada.

También es un acierto la elección de la profesión de Federica. Escribe e ilustra cuentos infantiles, textos que se convierten en metáfora de sus reflexiones. Primero, la duda constante que se proyecta en el papel a través de un niño que no tiene rostro, pero a medida que van apareciendo las facciones en su arte, son los padres los que no tienen identidad en los dibujos.

Además hay otras crisis en el hogar. Federica tiene conflictos con su madre, una actriz de telenovela que vive en recuerdos de glorias pasadas, y además, su amistad con Ubaldo (Albi De Abreu) puede resquebrajarse cuando él considera que ella toma la decisión incorrecta. Este es un momento relevante, porque a pesar de no ser pareja, es la relación más idílica en confianza y compenetración.

Todo lo contrario ocurre del otro lado: un matrimonio desdibujado que pareciera solo comunicarse por mensajes de celular y en el que no hay coincidencias con respecto a la idea de tener un hijo, aunque esto nunca se expresa por parte del esposo. Basta solo escuchar cómo habla cuando se refiere a esos planes, en tercera persona: ella.

Fabiola Martín (Mariaca Semprún) es cantante, pero a diferencia de Federica, su profesión poco aporta al desarrollo argumentativo y emocional de la trama. En el caso de los hombres, Alonso Aragón (Luis Gerónimo Abreu) es editor de libros y Ubaldo es abogado.

La noche de las dos lunas, una coproducción entre Venezuela y España, vuelve a traer el tema de la familia y sus conflictos, pero desde orígenes poco comunes para el público venezolano. Tiene el aliciente visual de un cineasta que empieza a desarrollar un estilo, una estética atractiva en pantalla grande, que además promueve la reflexión sobre temas universales, pero que cuestionan los principios de aquellos que compenetren con alguna de las partes involucradas. Cine para llevar fuera de la sala. No pasa inadvertido.

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