La película se inspira en hechos reales para contar una historia de supervivencia, amistad y sacrificio.

Caracas. El milagro de los Andes es un hecho bastante conocido. Hace tres décadas Hollywood se inspiró en él para la película ¡Viven!, en su momento una obra fija tanto en los cines como en las pantallas de televisión. La generación que en los noventa cursó el colegio seguramente creció con las diversas historias que circularon sobre ese acto de supervivencia, bien fuera por esa película o por los distintos trabajos periodísticos que en prensa, radio o televisión se difundieron.

Ahora, cinco décadas después de esos hechos, y 30 años después del largometraje de Frank Marshall, el director español J.A. Bayona estrena La sociedad de la nieve, una obra que se inspira en lo que vivió el equipo de rugby Old Christians Club, familiares, amigos y tripulantes que se encontraban en el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que iba de Montevideo a Santiago de Chile. 

Disponible en Netflix, La sociedad de la nieve tiene como uno de sus grandes atributos retomar lo conocido para enarbolar el sentimiento humano de supervivencia durante siglos. Sí, porque la historia de estos muchachos no es más que una estructura de la humanidad en su perenne convivencia con el entorno. Recientemente obtuvo dos nominaciones a los premios Oscar: Mejor Película Internacional y Mejor Maquillaje. 

La sociedad de la nieve
La película ha sido una de las más comentadas en días recientes

Basado en el libro del mismo nombre de Pablo Vierci, el guion fue escrito por el realizador junto con Bernat Vilaplana, Jaime Marques, Nicolás Casariego. La obra así lleva al espectador a la intimidad de los muchachos, al entusiasmo juvenil de unos deportistas que desean devorarse el mundo, ávidos por un futuro que les espera, en una edad en la que el tiempo parece infinito.

Inmediatamente, el cineasta los lleva a la catástrofe, cuando el avión en el que vuelan cae sobre la Cordillera de Los Andes, algunos mueren inmediatamente y los que quedan vivos, ven cómo se agotan las posibilidades de ser rescatados. Poco a poco, la muerte sigue ahí, cobrando en el desasosiego.

Es así como los jóvenes establecen un sistema que les permite mantenerse en pie. Restos del avión, equipaje y hasta los restos de aquellos que han fallecido son clave en la supervivencia, siempre y cuando la naturaleza, indiferente a la existencia humana, no arremeta contra ellos en su dinámica de soledad.

No hay mejor título que le calce a La sociedad de la nieve. Pues es eso lo que en ese lugar se establece, un sistema de cooperación para mantener la vida, como en los tiempos remotos en los que la adversidad del contexto era una constante en su amenaza a la vida humana. 

La sociedad de la nieve
La sociedad de la nieve es sin dudas una de las favoritas para la temporada de premios

Surgen las diferencias, la introspección que interpreta lo acontecido y el sentido de sacrificio. No es para nada fortuito el componente religioso en la trama. De hecho, una de las escenas determinantes previas al vuelo ocurre en una iglesia, justo en el momento en el que se realiza una misa y el sacerdote dice: “Coman todos porque este es mi cuerpo, que será entregado por ustedes”. 

Las palabras que ahí pronuncia van muy ligadas a lo que ocurrirá más adelante en las alturas, cuando surjan las diferencias por comer o no los cuerpos de aquellos que murieron para poder así resistir los embates. De hecho, cuando uno de los líderes del grupo fallece, deja una nota en la que afirma: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.

La sociedad de la nieve es todo un festín simbólico de la existencia y la cooperación humana. Más allá de lo religioso, un elemento muy marcado en la trama, está también ese ímpetu por ir más allá para encontrar respuestas salvadoras. Si no es por los pocos que se arriesgaron a la expedición, a entrar en lo desconocido, el milagro no hubiese existido. 

Todo eso con un trabajo de dirección que ubica al espectador en la angustia constante, un maquillaje que comprende el paso del tiempo y la gravedad de la situación, y una fotografía que reconoce la inmensa belleza de la cordillera, pero también su desapego a la existencia del que puede ser considerado intruso.

Un reparto de desconocidos, pero actores que logran más que ajustarse a lo que exigen sus personajes, en el idioma de quienes lograron trascender al percance, en un ejercicio de reconocimiento a la vulnerabilidad y un homenaje a la humanidad. 

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