Mientras algunas regiones padecen un calor sofocante, en otras, miles de personas sufren por las lluvias e inundaciones. Científicos apuntan que las precipitaciones darán paso a un periodo de sequía que se prolongará hasta abril. Alertan que estos fenómenos tan abruptos guardan relación con efectos del cambio climático sobre bosques y océanos.
Caracas. Venezuela cierra el año entre extremos climáticos. En cuestión de días, gran parte del país transita de cielos despejados y temperaturas que rozan los 39 grados a torrenciales aguaceros que dejan comunidades enteras bajo el agua.
En la capital y la mayoría de las regiones, las lluvias persistirán hasta mediados de diciembre, antes de dar paso a una sequía que se extenderá hasta abril. Un ciclo que, según expertos consultados por Crónica Uno, refleja no solo la llegada de las ondas tropicales, sino también el impacto cada vez más evidente del cambio climático sobre los ecosistemas.
En los últimos meses, la fluctuación de temperaturas ha generado preocupación en lo cotidiano y académico. En Venezuela, el clima muestra contrastes marcados: calor extremo en algunas zonas, mientras otras afrontan lluvias torrenciales e inundaciones.
El país parece oscilar entre polos opuestos en relación con las sensaciones térmicas, un reflejo de un cambio de patrón abrupto.

Expertos atribuyen parte de estas manifestaciones a la llegada de la onda tropical 35, cuyo impacto específico se ha visto a comienzos de septiembre. Este fenómeno forma parte de la temporada anual de lluvias en la región tropical del planeta, que se extiende de abril a diciembre.
No obstante, los especialistas advierten que, aunque las precipitaciones son un fenómeno vital, las tragedias que se les atribuyen son, en realidad, consecuencia de la irresponsabilidad humana al invadir y alterar los ciclos naturales del planeta. Informes y estudios apuntan a un aumento del 68 % en las lluvias solo en 2025, en comparación con los promedios históricos.
De la sequía a la inundación
Las causas de estos cambios radican en el intenso calentamiento de las aguas del Caribe y el Atlántico Norte Tropical, lo que ha generado “pulsos húmedos” en varias regiones del país.
Ante este panorama, los académicos sostienen que no se puede “satanizar” los ciclos que permiten la vida, pues gran parte de la dinámica atmosférica depende de la salud de los bosques y ecosistemas.
A principios de año, el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inameh) publicó un reporte que vaticinó un déficit de precipitaciones durante febrero, especialmente en las regiones andina, oriental y zuliana.
Ese febrero fue particularmente difícil para quienes viven en zonas altas de los Andes. El sol picaba a mediodía, las fuentes de agua bajaron su caudal y algunos puentes rústicos sobre arroyos sin agua quedaron inutilizados.

Pico de calor
Por aquel entonces, el calor se elevó más de lo normal, con temperaturas entre 37 y 39 grados Celsius. En las calles, la gente buscaba resguardarse de la inclemencia del sol. Mientras que en zonas áridas, pobladores reportaron avances en la desertificación de territorios y la sequía de fuentes de agua.
Esta sequía se registró en un contexto global marcado por temperaturas récord en los océanos. Más tarde, en abril, Reydi Zambrano, presidente del Inameh, pronosticó el inicio de la temporada de lluvias en el sur del país debido al paso de entre 45 y 50 ondas tropicales por el territorio.

Además, proyectó que la temporada de huracanes de 2025 sería más activa de lo normal. En este período se podrían formar de 13 a 18 tormentas con nombre.
Una tormenta con nombre es aquella que alcanza suficiente intensidad para ser clasificada oficialmente. Esto requiere vientos superiores a 63 km/h para registrarse en la lista anual de ciclones tropicales.
El más reciente de estos fenómenos ha sido la onda tropical 35, que llegó a territorio venezolano el 16 de septiembre.
El origen de las ondas tropicales
Pascual Curcio Morrone, geógrafo y especialista en análisis de datos, explicó que proyectar un número exacto de ondas tropicales podría incurrir en la especulación.
Sin embargo, estadísticas climáticas apuntan a que el paso de las ondas tropicales, que podrían tener mayor incidencia en los estados Bolívar, Delta Amacuro, Monagas, Nueva Esparta, Sucre, Llanos Centrales, Llanos Occidentales, Andes y Zulia, continuará hasta mediados de diciembre.

Curcio Morrone señaló que el fenómeno de las ondas tropicales se origina debido a la oblicuidad axial —la inclinación del eje de la Tierra con respecto a su órbita alrededor del Sol—. Durante la temporada de lluvias, de abril a diciembre, en el hemisferio norte, el agua del océano Atlántico se calienta por la incidencia directa de los rayos solares, lo que causa estas ondas.
Una vez que el eje de la Tierra cambia su inclinación, la temporada de lluvias se traslada al hemisferio sur, donde los rayos solares inciden con mayor fuerza. Este ciclo de vida se mantiene, pero cambia su ubicación planetaria por el efecto de la inclinación del eje de la Tierra.
“Al calentarse, el agua del océano Atlántico se evapora y calienta el aire. Esto forma un vapor de agua que asciende y genera gruesos mantos de nubes, precursores de los ciclones tropicales que se desplazan de este a oeste a través de la línea tropical, y descargan las lluvias durante su recorrido”,
detalló.
Un fenómeno complejo
Aunque las precipitaciones causan estragos y dejan damnificadas a miles de familias, son vitales para la dinámica fluvial de los cursos de agua y la continuidad de la vida humana. Las lluvias hidratan los suelos que sirven de sustento a las especies arbóreas.
En los ecosistemas, la preservación de los árboles es clave porque los bosques densos, como la Amazonía, regulan la velocidad y la temperatura de la nubosidad.

El especialista alertó que disminuir o eliminar estas extensiones de capa vegetal supone un cambio en la dinámica atmosférica planetaria. “Lamentablemente, este es el punto que la sociedad humana no termina de comprender”, dijo.
La plataforma internacional Global Forest Watch (GFW) sitúa a Venezuela en el puesto 18 de 103 naciones con mayor pérdida de cobertura forestal del mundo en lo que va de 2025.
Este año, 27.500 hectáreas de selvas tropicales se perdieron. Proyecciones de SOS Orinoco indican que para finales de año se habrán perdido 1.300.000 hectáreas de cobertura vegetal. Para 2030, la pérdida llegaría a 1.500.000.
Estos datos coinciden con los hallazgos que se desprenden del informe del sistema de servicios de cambio climático del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
En el documento, divulgado a mediados de año, se revela que el mar Caribe presenta un aumento anómalo en las temperaturas de hasta 1.5 grados centígrados, lo cual aumenta el riesgo de lluvias torrenciales y deslizamientos, especialmente en zonas montañosas.
A juicio del geógrafo, estos hechos demuestran que la humanidad debe coexistir con la naturaleza y someterse a sus reglas.
El especialista recalcó que cuando las actividades humanas invaden y alteran los espacios naturales, se desencadenan acciones para restablecer el equilibrio ambiental, lo que perjudica a quienes irrespetan este ciclo de vida.

“Es por ello que, en un acto de irresponsabilidad, se etiqueta como «tragedia» a un evento natural que es consecuencia directa de nuestras decisiones al ignorar el espacio evolutivo de la naturaleza”.
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