Después de cinco años en un colectivo en Petare, Eloy Barón decidió salirse de la delincuencia y apoyar una fundación deportiva para niñas y niños.

Caracas. Yo solito me boté del liceo, en Nueva Cúa, porque me querían matar. No me dejé montar la pata por ninguno, tú sabes cómo son los hombres, detalló Eloy Enrique Barón cuando explicó por qué había estudiado hasta tercer año de bachillerato.

Este muchacho, de tan solo 22 años, comenzó a descarrilarse desde los siete cuando trabajó en el mercado de Coche, pues aseguró que aprendió de todo al ver bastantes cosas malas.

Desde entonces comenzó a robar con tres amigos de su barrio y consiguieron una escopeta pequeña gracias a él, que era la mente maestra, porque los demás eran más pequeños.

Disparé por primera vez con 10 años. Me acuerdo que ese día estábamos en el río y cuando accioné la escopeta me rompí la frente, andaba con todo ese sangrero por ahí, recordó entre risas.

Conseguir plata era lo que le gustaba. Por eso a los 14 años se unió a una banda que se dedicaba a robar quintas y haciendas, así como a secuestrar caballos para pedir rescate. Ese “trabajito” le dio para tener dos motos a esa edad y los bolsillos llenos.

Nos íbamos a ‘garitear’ quintas a las 12:00 a. m. Yo salía a escondidas, dejaba almohadas encima de mi cama y las tapaba con sábanas para que mi mamá no se diera cuenta porque desde su cuarto se veía para el mío. Ella nunca supo que me escapa de la casa para robar. Llegaba a las 5:00 a. m. y dormía todo el día, soltó.

Pero una mala experiencia hizo que dejara de meterse en viviendas: una noche estaban montando cacería y cuando iban a entrar los sorprendieron unos policías, que abrieron fuego contra ellos. Recordó que todos corrieron monte adentro mientras escuchaban los tiros.

Cada quien agarró por su lado. Unos tipos de la banda ‘Los Pantaneros’ me querían matar y me los encontré, para salvarme tuve que meterme como una hora en una alcantarilla, salí todo hinchado por una mata que le dicen guaritoto y agarré una infección. Duré cinco meses en cama. La afección lo puso “como un firi-firi”.

Eloy dejó enemigos en casi toda Nueva Cúa, estado Miranda. Uno de tantos fue porque tomó venganza contra los hombres que hirieron a una de sus hermanas, de siete años, cuando entraron a su casa para asesinar a su cuñado, a quien le dispararon en la cabeza.

Les dije a mis panas y ninguno me quiso hacer ‘el coro’. Me fui yo solo corriendo detrás de los tipos y les caí a plomo a toditos, dejé heridos a dos. Ahora queda uno solo, el resto se fue muriendo, detalló.

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Del colectivo al deporte

A los 17 años comenzó su vida en el colectivo Abre Brechas de Petare, justo a la edad en que le habló su mamá sobre quien realmente era. “Hice bastante de maldad de la que ya estoy arrepentido”.

Cinco años después lo pensó mucho para salirse del grupo armado, porque lo llamaban a cada rato para decirle que iba a recibir dinero. Lleva ocho meses desempleado y aun así no piensa en regresar.

Me querían dar real y yo decía que no, me salí por mi amigo Tony [exvicepresidente del colectivo]. Así estoy tranquilo, antes estaba con un poco ‘e lacras. Un colectivo en Caracas suena, si me pescaban por ahí me iban a matar y vivía en zozobra, dijo.

Eloy pensó que vivir armado y dando vueltas por todos lados no le iba a dar ningún futuro, por eso ayuda a un grupo de amigos —que también se salieron de la delincuencia— con una fundación deportiva para niños.

Soy director técnico de futbolito, de chamitos y grandes, jugamos en varios lugares. Todos los días a las 4 de la tarde estoy en la cancha con ellos. Necesitamos donaciones de equipos porque jugamos con las uñas. Solo nos ayudan los panas, más nadie.

Aunque dejó los estudios y solamente ha hecho cursos con la Gobernación de Miranda, aseguró que si le dan la oportunidad, estudiaría nuevamente.

Foto y video: Cristian Hernández


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