Muere desnutrido niño al que le daban agua de maíz como tetero

En Paraguaná hay “miseria, dolor y hambre”. Los padres carecen de recursos para alimentar a sus proles, lo que afecta su crecimiento y los lleva a la muerte. El INN ofrece un “multicereal” que solo llegó una vez a Moruy, y desde entonces, desapareció.

Moruy. María carga, cual cruz, la desdicha de haber enterrado hace tres meses a su pequeño hijo que murió de hambre. Llora sola, de impotencia, de rabia porque no pudo verlo crecer y menos darle lo esencial: un tetero de leche o algún nutriente.

Las cifras de desnutrición que registran Cáritas y otros organismos privados tienen rostro, por lo general, de niños menores de un año que mueren de hambre y falta de nutrientes. El más reciente Informe de Monitoreo, Alerta y Atención en Nutrición y Salud (Saman) que elaboró Cáritas hasta el 31 de julio —y que realiza desde el último trimestre del año pasado— revela que 60 % de 486 niños menores de 5 años de edad que pesó y midió tenía déficit nutricional.

Las cifras son catastróficas, y aunque el Gobierno trata de invisibilizarlas, las historias se acumulan en hospitales caraqueños y ambulatorios y casas del interior del país.

Esta vez, la historia ocurrió en junio, en Yajaradite, en la parroquia Moruy (Paraguaná) del estado Falcón, asiento del complejo refinerador más grande de América Latina y que, hasta hace 20 años, producía aceite, gasolina y derivados del petróleo y lo exportaba. Hoy está en decadencia.

María y su familia viven, como dice la moruyera Cristiana Zavarce, de 90 años, entre “miseria, dolor y hambre”. Por la crisis del país, María no consigue trabajo y, en el tiempo que vivió su pequeño Willy —nombre ficticio—, apenas un mes, no tenía qué darle de comer. “Solo agua de masa de maíz era lo que le daba; nada de leche”, relataron, entre lágrimas, sus familiares.

Fueron meses de agonía para su madre que, durante el embarazo, bajó de peso pues solo comía gracias a la ayuda que le daban en las calles o sus parientes.

La llegada de Willy no generó alegría, a pesar de su sonrisa. “Lloraba y no había qué darle. La masa de maíz, que se consigue porque desapareció la harina precocida, fue el alivio temporal hasta que no pudo más”, relató una maestra, que observa cómo esa situación se presenta en la escuela donde trabaja cuando los niños no aprenden, se quedan dormidos en los salones o se quejan porque en la noche anterior no comieron.

Willy no está pero la desesperanza se mantiene en la casa de María. Su hija, otra menor de 17 años, se enamoró y estuvo fuera de su hogar por un tiempo, al regresar, no venía sola.

En su vientre traía otra criatura. El bebé tiene un mes y su estado es delicado. Está desnutrido y, como si fuese poco, ambos (madre e hijo) tienen la piel enferma. La escabiosis se volvió común en Paraguaná porque el agua no llega, y si el servicio circula por la tubería sale marrón, al extremo de que es común que la gente diga que apareció la “piquiña” (picazón en la piel), algo que había desaparecido por décadas de la península.

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Una pipa de agua cuesta 2500 bolívares; una cisterna entre Bs. 18.000 y Bs. 20.000, dependiendo del conductor y la periodicidad con que pase. Es un “lujo” que la madre no puede darse, así como no puede pagar una bolsa Clap, cuyo costo oscila entre Bs. 15.000 y 20.000, cuando el Gobierno se acuerda de traerla.

En julio y agosto, los moruyeros vieron la caja de alimentos porque venían las elecciones a la Constituyente presidencial. Ahora, volverá porque el Comando Zamora del PSUV las promete por las elecciones a la Gobernación de Falcón.

La joven recorre las calles de Moruy en busca de un alma caritativa que le dé algo de comida para su prole, cuyo cuerpo ya evidencia desnutrición.

En el dispensario del pueblo, el Instituto Nacional de Nutrición (INN) ordenó al equipo médico que efectuaran una evaluación o estudio de las tallas y pesos de los infantes que son atendidos. A cambio, prometió enviar “bolsas de multicereales”. ¿El problema? Llegó un vez y nadie sabe qué pasó con el programa, ni si se mantendrá.

El consumo de carnes, aves, huevos, lácteos y grasas sigue cayendo en todo el país. Todos estos son fuente de hierro y proteínas de alto valor biológico y de Vitamina A y Calcio, que cada vez se ven menos en las mesas venezolanas, dice el informe Saman.

La gente de Moruy ruega porque la situación se corrija y que se atienda el problema del hambre pero, de manera especial, que se active un programa para los niños de los sectores Chambery, San Antonio y de localidades como San Nicolás, La Bomba y Los Llanitos, entre otras.

Las cifras de Cáritas que reflejan la realidad de muchos hogares apuntan que la deficiencia en la diversidad de la alimentación pasó de 66 % a 85 % entre febrero y agosto de 2017.

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