A casi dos meses del asesinato de 17 personas en la capital del municipio Sifontes, al sur del estado Bolívar, los mineros no tienen miedo de trabajar, pues aseguraron que es lo único que les da para mantenerse.

Tumeremo/Bolívar. Las motos corren a toda velocidad sin miedo a que un carro descuidado las atropelle. Por las aceras camina la gente, protegiéndose del sol inclemente o buscando a paso apurado una sombra. Así está Tumeremo a casi dos meses de la masacre.

Una pequeña alcabala se encuentra en la entrada de la ciudad, perteneciente al municipio Sifontes del estado Bolívar. Los funcionarios se ubican debajo de la sombra que dan varios árboles y obligan a bajar la velocidad a los vehículos haciendo una seña con la mano, para ver minuciosamente quiénes van dentro.

Todo está normal, como si los habitantes no recordaran el asesinato de 17 mineros. Ya no hay efectivos desplegados por todas partes, como ocurrió en los días recientes al suceso. Y los locales permanecen abiertos, en su mayoría comercios chinos, que opacan a restaurantes y panaderías por su cantidad. Solo cierran sus puertas cuando se va la luz.

En la plaza Bolívar, bordeada por un sinfín de casas que compran oro, se concentran a diario los mineros. Tanto los que llegan de un yacimiento, como los que se van, caminan por ahí a paso lento con sus bolsos y bateas colgadas en la espalda. Otros aprovechan para refrescarse gracias a la sombra, sentados en los bancos del lugar, en vista del sofocante calor.

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Casas que compran oro se encuentran por todo el borde de la plaza Bolívar. En Tumeremo no faltan

Después de la masacre, como los mismos habitantes se refieren, la gente siguió trabajando y nadie parece tener miedo. “El sábado (16 de abril 2016) dejaron a dos personas tiradas en el cementerio, eso siempre pasa aquí”, soltó un grupo de mineros, que se encontraba reunido en la plaza Bolívar.

Ninguno tiene temor de volver a entrar a una mina luego de los asesinatos, porque no es la primera vez que sucede, según comentaron. Además si no trabajan no comen y en Tumeremo es la única fuente de ingreso que provee suficiente dinero.

“Aunque en las minas se ven muertos siempre, la diferencia con la masacre es que esos mineros tenían familia, incluso se dice que hay más pero como son extranjeros nadie los reclamó. Cada cierto tiempo se oye que desaparecen cinco y hasta 10”, añadieron.

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Trabajo ilegal para vivir

Lisbeth Guevara no recuerda desde hace cuántos años comenzó a laborar en los yacimientos como cocinera. Se vio forzada a hacerlo porque tuvo que mantener a sus tres hijos sola y era la única forma de obtener el dinero necesario para pagarles los estudios, la comida y la ropa.

Duraba hasta tres meses monte adentro y el pago que obtenía en oro se lo enviaba a su hija mayor para que lo cambiara en efectivo y pagara lo que requiriese. “Mis hijas se ponían a llorar, porque estaba mucho tiempo trabajando, pero era mi manera de conseguir suficiente plata”, expresó.

Y aunque sus dos hermanos, Jesús Alfredo Aguinagalde y Javier Francisco Muñoz, fueron víctimas de la masacre, no lo pensaría dos veces para volver a las minas.

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Lisbeth no tiene miedo de volver a su trabajo de cocinera en las minas, aunque en la masacre dos de sus hermanos resultaron víctimas

“Aquí todo está igual después de la masacre. La vida es muy cara y trabajar en una tienda no alcanza para nada. Tampoco hay fuentes de trabajo, por eso la mayoría de las familias se dedican a la minería o trabajan dentro de una como cocineras, vendedoras o prostitutas”, indicó, mientras preparaba el almuerzo para sus tres hijos, con una bata color rosado, que la refrescaba del intenso calor que hacía en su casa.

Los comerciantes son el otro grupo que se beneficia de esta práctica ilegal porque elevan los precios de sus productos y los chinos, según expresaron los mineros, envían parte de su mercancía a los yacimientos para venderla al doble.

También los funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) se favorecen de la minería pues, tal y como denunciaron los afectados, en los campamentos cobran vacunas en oro o lo decomisan en las alcabalas.

“La gente no va a dejar las minas, hay que buscar plata para comer, tenemos familia y hay que trabajar. Yo no tengo miedo, ¿qué vamos a hacer? Trabajar. Y los que tienen miedo simplemente no hablan ni de ‘El Topo’ ni de nadie, pero no dejan de trabajar”, dijo Lisbeth, mostrando al hablar el borde de oro de dos dientes.

Rosa Francia Ortuña tiene a su hijo, Víctor José Valera, desaparecido desde el viernes 8 de abril cuando salió a la mina Los Caballos, cerca de su casa. Tanto ella como su familia laboran en los yacimientos: su pareja, sus dos varones y los esposos de sus hijas.

Aunque no sabe del paradero del menor de sus muchachos —y sospecha que fue asesinado y enterrado— continuará viviendo del oro: “Yo le he dicho a mis hijos que busquen otro trabajo, pero me responden que no les da plata para mantenerse. Es verdad, aquí no hay más nada que dé real”.

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El hijo menor de Rosa Ortuña (izquierda) desapareció cuando fue a trabajar en la mina Los Caballos (Tumeremo) y aunque presume que está muerto, su familia seguirá viviendo del oro

Desde pequeños se llevaba a sus dos varones, mientras cocinaba en las minas. “Siempre les he pedido que se cuiden, incluso se los dije después de la masacre”, destacó en medio del llanto la mujer, quien tiene dos dientes de oro al igual que Víctor.

A Tumeremo, ciudad con 50.082 habitantes según el último censo del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2011, se trasladan hombres y mujeres desde otras ciudades del estado Bolívar, como El Callao y Guasipati, a explotar el oro. Pero también llegan personas de diversos sitios de Venezuela, Brasil, Colombia y hasta República Dominicana.

Hay más de 20.000 mineros en práctica (entre venezolanos y extranjeros) y alrededor de 300 minas solamente ocupadas por venezolanos, explicó el alcalde del municipio Sifontes, Carlos Chancellor.

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El 4 de marzo de 2016 familiares denunciaron la desaparición de 28 mineros en la vía de la mina Athenas, información difundida -el 5 de marzo- por el diputado a la Asamblea Nacional (AN) del estado Bolívar, Américo de Grazia (Causa R), y desmentida al día siguiente por el gobernador de la entidad, Francisco Rangel Gómez, aunque después reculó.

El defensor del pueblo, Tarek William Saab; el director del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), Douglas Rico, y fiscales del Ministerio Público se trasladaron a la ciudad minera para llevar a cabo las averiguaciones.

En la AN aprobaron una comisión especial para averiguar estos hechos, conformada por los parlamentarios Américo de Grazia, Olivia Solano, Luis Silva, Rashid Yasbek y José Hernández.

Pero fue 10 días después de las labores que la fiscal, Luisa Ortega Díaz, informó desde Fuerte Tarabay (Bolívar) que había concluido la búsqueda con el hallazgo de 17 víctimas, en el sector Barro Largo, a 30 kilómetros de Tumeremo.

Declaró que los encontraron envueltos en bolsas negras y los habían enterrado en una zona boscosa. 16 tenían impactos de bala en la cabeza y uno en el tórax.

El presunto responsable del crimen fue identificado como Jamilton Ulloa Suárez, alias “El Topo”, de nacionalidad ecuatoriana, quien según mineros tiene el dominio de los yacimientos.

Sostuvieron que un gran equipo de hombres y mujeres está bajo su mando y da el permiso para que trabajen en las minas. Además deben pagarle 50% de las riquezas extraídas o de lo contrario recibirán amenazas. “Él tiene gente por todos lados, uno acá no sabe en quién confiar”, soltó una vecina.

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Fotos: Cheché Díaz


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