Venezuela depende de la importación de café desde 2009 tras años de expropiaciones y controles

importación de café

El dirigente Freddy Bernal ordenó a los comerciantes tachirenses retirar el café colombiano de sus anaqueles por “competencia desleal”, pero el campo se encuentra en su peor momento histórico y las empresas del Estado este año esperan producir solo 7 % del consumo de café del país.

Caracas. El autoabastecimiento y la soberanía alimentaria que durante años pregonaron los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro se quedaron solo en el discurso y, tras más de 10 años con controles de precios y expropiaciones, los resultados no son más que desincentivo a la producción y un consumo interno alto dependiente de lo importado.

El mercado del café en Venezuela no escapa a esa realidad. Según estimaciones de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro), en 2020 la producción fue de aproximadamente 350.000 quintales, 78 % menos que el total producido en 2008 de acuerdo con cifras del Ministerio de Alimentación.

La importación de café, tanto verde como tostado y molido, no es un fenómeno nuevo en la era reciente del país. El boom petrolero de mediados de los 2000 y la decadencia de las empresas expropiadas o nacionalizadas por el Estado dieron pie a máximos de importaciones agroalimentarias, entre ellas la de café, de entre 7000 y 10.000 millones de dólares entre 2007 y 2014.

Pero con la caída de los precios del petróleo todo el aparato productivo nacional mostró su verdadero rostro, y el cafetero no escapó a esa realidad. Bajo el argumento de que las dos principales torrefactoras del país, Fama de América y Café Madrid, monopolizaban la producción y comercialización de café, el Estado ordenó su ocupación en 2009.

Lo que le siguió a esa medida, lejos de abrir el mercado cafetalero a la libre competencia, fue la concentración de 80 % del mismo en manos del Estado, lo que con falta de inversión y controles de precios devino menos producción y más dependencia de productos importados.

Cifras en decadencia

Las torrefactoras de Fama de América, sumadas a las de Café Venezuela, reactivada por el Estado en 2003; y la Empresa Nacional del Café, intervenida en 2010 y que poseía las marcas Madrid, El Peñón y Aroma, tenían en 2015 una capacidad instalada apta para cubrir hasta 83 % del consumo interno, según cálculos de la ONG Transparencia Venezuela. 

La ONG calcula que la producción de Fama de América antes de ser intervenida, y luego expropiada, era de alrededor de 1500 toneladas de café al mes y en 2010, ya siendo controlada por el Estado, producía 1278 toneladas mensuales. En febrero de 2021, el entonces ministro de Trabajo, Eduardo Piñate, dijo que a finales de año la empresa espera producir 6000 toneladas (450 al mes).

La misma cifra la estimó en marzo el ministro de Agricultura y Tierras, Wilmar Castro Soteldo, al “celebrar” un incremento productivo de 261 % respecto a 2020 en la torrefactora de la Empresa Nacional del Café. De hecho, pese a que la meta era de 500 toneladas mensuales en enero y febrero, la estatal solo produjo 87 % de lo estimado.

De cumplirse las modestas metas estimadas por el gobierno de Nicolás Maduro, ambas empresas, en conjunto, lograrían producir un total de 120.000 quintales a finales de año, solo 7 % del consumo estimado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) de 1,6 millones de quintales al año.

El aliento a la importación

Ante ese panorama, las importaciones de café, que afectan en mayor medida a los productores y desmejoran aun más las condiciones del campo venezolano, no solo son necesarias, sino inevitables. Desde que el gobierno de Maduro liberó parcialmente la economía, los productores agrícolas han advertido sobre las consecuencias, para ellos y para el consumidor, de alentar esa práctica.

Fedeagro advierte que parte de esas importaciones se hacen sin chequeo sanitario y los productos son de mala calidad, de ahí que sus precios sean sumamente inferiores respecto a los nacionales, lo que también hace que algunos productores incluso bajen la calidad de los suyos para no tener pérdidas. 

Incluso el dirigente Freddy Bernal, designado por Maduro como “protector” del estado Táchira, salió al paso recientemente y “ordenó” a los comerciantes de la entidad que retiraran los productos colombianos de sus anaqueles pues “sabotean” la producción tachirense.

Pero equilibrar la balanza entre importaciones y producción nacional es solo la punta del iceberg. Se estima que cada productor debe invertir alrededor de 5000 dólares por hectárea, entre 100 y 120 dólares por quintal, solo para cubrir los costos, monto inaccesible para muchos ante la falta de créditos agrícolas.

De ahí que, según Fedeagro, el rendimiento promedio actual del campo es de cuatro a ocho quintales de café por hectárea, 80 % menos de lo necesario. Los altos costos de insumos, problemas de servicios y falta de combustible en algunas regiones también juegan en contra de la producción cafetera.

Hace más de 10 años la administración de Hugo Chávez argumentó que la producción llegaría a su máxima capacidad con las torrefactoras en manos del Estado, pero lo que empezó entre 2002 y 2003 con regulaciones de precios, y alcanzó su clímax con expropiaciones que no dieron frutos, está lejos de alcanzar los niveles necesarios.

Fuentes del sector aseguran que la producción agrícola solo abastece a 20 % del consumo interno de alimentos, que ya de por sí ha mermado ante la falta de ingresos del grueso de la población y con 66 % de desabastecimiento en 2020, según la ONG Ciudadanía en Acción.


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