Voluntarios regalan más que una sonrisa a las personas en situación de calle en Caracas

El programa de asistencia a personas en situación de calle es uno de los propósitos principales de la ONG Regala Una Sonrisa. En las jornadas nocturnas se reúne un equipo multidisciplinario para dignificar las historias de vida de los beneficiarios.

Caracas. Ya han pasado las 10:00 p.m. y tres hombres descansan sobre pedazos de cartón a las puertas de La Cruz Roja de Venezuela en La Candelaria, al centro de Caracas. Llega una hilera de vehículos: dos motos, un autobús, tres carritos, una pick-up y, en la cola, la camioneta del personal de seguridad. Al verlos, los hombres se apresuran en levantarse y huir.

Pero el hombre que encabeza la caravana se quita el casco de su moto y hace una seña. Al verlo, los que corrían mirando para atrás se detienen, respiran y regresan. Pensaban que se trataba de una brigada de la misión gubernamental Negra Hipólita, pero era Francisco Soares, coordinador de la organización no gubernamental (ONG) Regala una Sonrisa. Fran, como le llaman, llegó al sitio con una decena de voluntarios dispuestos a entregar arepas rellenas.

Uno de los afectados se llama Nelson y tiene tres años viviendo en las calles caraqueñas, aunque es originario del estado Sucre, al oriente del país. Trabaja como vigilante, pero su salario de 40 dólares no le alcanza para pagar un alquiler. Esto debido a que la renta mínima promedio en la capital es de 20 a 40 dólares por habitación, sin incluir alimentos.

Foto: Tairy Gamboa

Regala Una Sonrisa es una ONG que busca dignificar las historias de vida de las personas en situación de calle. Otros de sus programas son la prevención del consumo de drogas, prevención de violencia de género, intervención ante casos de acoso y superación personal.

El martes, 16 de agosto, Crónica.Uno acompañó a los voluntarios a repartir arepas, hechas por ellos mismos, jugos, galletas, medicamentos y juguetes a habitantes de las calles del centro de Caracas. Estas son las historias que más ocasionaron impacto entre ellos esa noche:

Una ONG que ayuda a que las personas sanen

No han pasado cinco minutos rondando cuando el conductor del autobús de voluntarios recibe la indicación de la primera parada. Johanna Osorio, una de las voluntarias, se baja con premura, como si se tratara de una emergencia médica, y lo es. 

Un hombre que casi no puede hablar está temblando en el suelo. Un paramédico llamado Andrés y la doctora Jennifer García se agachan a su lado para tomarle la temperatura y hacerle preguntas. El hombre se toca el abdomen. Se llama Daniel y tiene fiebre y gastritis, probablemente como consecuencia de una intoxicación.

-¿Qué consumes?, le pregunta Andrés.

-Crack, responde escuetamente.

-¿Cuánto te metes al día?

No contesta.

-¿Lo que venga?, insiste el paramédico.

Daniel asiente.

Foto: Tairy Gamboa

Por indicaciones de Fran, Johanna se retira de la escena. Hay demasiados voluntarios y cámaras rodeando al hombre. 

Un voluntario espera con la arepa envuelta en papel de aluminio en una mano y otro voluntario le entrega a la doctora García una pastilla de omeprazol. Ella se la extiende a Daniel, pero esta vez el paciente negó con la cabeza.

-Daniel, tienes fiebre. Nosotros te queremos ayudar a que estés bien y necesitas tomarte esto. 

Traga. Frunce el ceño. Jadea. Llora. Y cuando le ofrecen el alimento, vuelve a asentir. 

Mientras la toma, recibe otra invitación: que pase por la sede de Regala una Sonrisa, arriba de la panadería Jesús en San Bernardino, para buscar ropa y que ellos están para lo que necesite.

Pero Fran indica que la jornada debe seguir, así que los voluntarios se vuelven a montar en sus vehículos.

Foto: Tairy Gamboa
Acción donde el Estado dejó desprotección

En la tercera parada una niña de diez años preguntó:

-Mira, para ver si nos pueden ayudar, porque en el trabajo de mi papá desapareció un celular y dicen que si no aparece pa’l viernes van a llamar a la Lopnna.

Se refería al Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, el organismo que debería velar por el bienestar de los menores de edad en Venezuela, siguiendo la ley orgánica que lo regula, cuyas siglas son Lopnna.

Su papá no está. Ningún adulto responsable, salvo los voluntarios y los periodistas, está con ella. Es un grupo de cinco niñas solas que se sientan en los corredores al lado de la avenida Bolívar del centro de Caracas. Pertenecen a dos grupos familiares distintos.

-Ella no es mi hermana. Las hermanitas de ella son las otras, pero ya somos amigas ¿verdad?, le pregunta la niña a una preadolescente con la que ha estado toda la noche.

Mientras los voluntarios les traen cena, llega el comando de la policía en 10 camionetas blancas JAC modelo 2018. 

-¿Van a trabajar en esta zona? ¿en qué puntos?, le pregunta Fran Soares a los funcionarios.

-Nosotros estamos todos los días en la calle, 24 horas, responde la encargada.

-Estamos brindando atención médica, repartiendo medicamentos y alimentos. Si ustedes van a hacer algún tipo de atención, nos dicen para no solapar el trabajo de ustedes.

-No, no, si no que veníamos y como los vimos parados aquí…

Los funcionarios reciben una tarjeta de la organización y se retiran. A la niña también le entregan una cartulina que tiene el número de Fran. 

Foto: Tairy Gamboa

De acuerdo con Johanna Osorio, cuando las personas llaman a Fran él las conecta con otras organizaciones según sus necesidades.

-Si conseguimos gente que abiertamente nos diga que está consumiendo drogas y quiera dejarlas, usualmente se les da el número de Fran y él les ayuda a conseguir cupo en un espacio de rehabilitación. 

Regala una Sonrisa ha hecho convenios con muchas organizaciones. En algunas jornadas a las que ha asistido Johanna —quien ha sido voluntaria desde 2016— la organización ha conectado a los beneficiarios con albergues para hombres, otras, en albergues para mujeres.

En 2018 hicieron una jornada donde llevaban a las personas en situación de calle a tomar una ducha en espacios de una alcaldía en el este de la ciudad que tenía unas regaderas. También han recibido apoyo de cuerpos diplomáticos de otros países.

-Hay alianzas que van, alianzas que vienen.

Para esta noche consiguieron juguetes y muñecas.

Foto: Tairy Gamboa
Hay quien prefiere vivir en la calle que en un barrio

Bajo un elevado donde termina el Río Guaire, dos perros acompañan a dos hombres y a una señora que carga un bebé en brazos. 

Como lo ha hecho toda la noche, el primero en bajarse es Fran. Se presenta, les pregunta si quieren alimentarse o consultar algo con el equipo médico y les advierte que está acompañado de un equipo que documenta la jornada. 

El joven ,menor de 30 años de edad, accede y llama al resto de la familia. Desde el río suben niños poco a poco hasta integrar un grupo de más de 14 personas, entre primos y vecinos. 

Mientras esperan las arepas y el juguito, siguen las instrucciones de los paramédicos para chequear sus propios cuerpos. Están sanos y van a clases con regularidad. 

Sus familias tomaron la decisión de invadir el Guaire hace cuatro generaciones, exponiéndose a la contaminación del río. De otra manera tendrían que vivir en algún barrio de la ciudad, donde argumentan que hay otros esquemas de inseguridad, como lo son las bandas delictivas.

Pasar un rato con los niños, jugar y preguntarles cómo están es parte fundamental del trabajo de Regala una Sonrisa.

Foto: Tairy Gamboa
La voluntad para cambiar lo que podemos

Una de las partes más difíciles del voluntariado es la despedida. El reposar la cabeza sobre una almohada, respirar el olor familiar de una habitación propia y cerrar los ojos recordando los rostros de las personas que quedan a su suerte luego de que la ONG pasa por sus vidas.

Quizás por eso cada jornada empieza con los voluntarios agarrados de la mano, repitiendo una oración.

“Dios, concédenos la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar lo que podemos, y la sabiduría para reconocer la diferencia”.

No todas las personas en situación de calle aceptan una ayuda.

-Solo puedes agradecerles y decirles: gracias por dejarme ver tu realidad, le dijo el payaso Cheche a un voluntario.

Luego le dio un abrazo.

Foto: Tairy Gamboa

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