Hace seis meses, dos socios cocineros iniciaron esta labor solidaria. Ya están sumados siete restaurantes y al día llevan una olla enorme a ese hospital para brindar el almuerzo a 240 personas entre pacientes, mamás y el personal de salud.

Caracas. Francisco Abenante y David Akinin, amigos y socios de un restaurante ubicado en Los Palos Grandes, un día cuando sacaban cuentas se percataron de que les sobraban 20 kilos de alitas de pollo. “¿Qué hacemos?” Se preguntaron y de repente les vino una idea sobre la mesa: hacer sopas para los niños, específicamente, para los niños del J. M. de Los Ríos.

Eso fue en julio pasado. Ambos chefs se arremangaron las batas, prepararon la comida y se fueron en una camioneta al hospital, ubicado en San Bernardino.

Fueron sin aviso y sin pedir permiso, con la olla a cuestas entraron al centro de salud y llegaron a los puntos más neurálgicos, donde estaban los pequeños hospitalizados.

“No tuvimos problemas, estábamos dando una ayuda incluso a las mamás y a los médicos residentes. Las caras de agradecimiento lo decían y ahora quisiera tener un galón para preparar muchas sopas”, comentó Francisco.

Ese primer día, sin saber qué deparaba el destino, repartieron sopas bien resueltas. La noticia de inmediato saltó a las redes y a los medios tradicionales, pues para nadie era un secreto las deficiencias nutricionales por las que estaban pasando los pacientes; a quienes, si bien les preparaban la comida en el Hospital Vargas, muchas veces llegaba frías, en mal estado o no alcanzaba para todos.

Entonces, Francisco, quien es cocinero de la Casa Bristó, dijo que el aporte también debía ser para las mamás que pasan todo el día en el hospital y que en su mayoría son del interior. Igual para los médicos y enfermeras. Así llegaron a entregar 240 platos.

La labor se repitió y en estos momentos, dijo, con el apoyo de otros siete restaurantes y de una cola larga de voluntarios, suman alrededor de 27.000 sopas en el hospital J. M. de Los Ríos y ahora también en el albergue María Teresa de Calcuta de Mamera.

Esta acción solidaria se multiplicó en barrios, refugios, en plazas y en otros centros asistenciales, pero de la mano de otros héroes anónimos.

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En el caso de Francisco y David, ellos no se quedaron en los laureles y crearon la Fundación Barriga llena Corazón Contento, frase que implícitamente tiene la idea de que alimentarnos es fundamental para poder dedicarnos a todas las actividades cotidianas que nos ayudan a cumplir nuestros anhelos.

Ahora, comentó, nos llegan donativos para preparar el almuerzo. Por ejemplo, destacó que varios colegios donaron auyamas y con ellas pudo hacer la sopa de este miércoles: “Pero por lo general siempre llega alguien con un pollo, verduras o alguien que quiere ayudarnos a pelar las papas. También hay empresas ganadas al proyecto que dan el aporte para una sopa diaria. Pero para nosotros sería muy bueno que 30 empresas hicieran lo mismo”.

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Este chef ahora sueña con tener un galpón para atender a más gente.

La fundación se la registró un abogado que les propuso hacer ese aporte por la buena acción. Igual hay ayudas monetarias, pero hace falta más, según el chef, que ahora sueña con extender el brazo solidario.

Cuando comenzaron a preparar esa olla les costaba Bs. 120.000 y ya ronda los Bs. 170.000. Francisco aseguró que cada plato tiene medio kilo de nutrientes, entre carnes y verduras, por lo que afirmó sentirse satisfecho de por lo menos alimentar a una población de más de 150 niños y a sus madres.

Como la donación se hace a diario, se turnan. Le corresponde a cada restaurante hacer una jornada, ellos ponen el equipo personal y los utensilios y hacen feliz a una población que de por sí deberían estar atendiendo las instituciones formales. Pero bueno, como no todo lo que brilla es oro, ahora las mamás dan gracias a Dios porque tienen las barrigas llenas y el corazón contento. Y como dicen las abuelas, no hay nada mejor que un caldito para sanar el alma.

Fotos: Cortesía Fundación Barriga llena corazón contento/Mabel Sarmiento


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