Caraqueños toman agua piche y malolienta (I)

El líquido que llega al Área Metropolitana de Caracas viene principalmente del embalse de Camatagua, el cual recibe las aguas residuales de San Juan de Los Morros, Turmero, Maracay y Cagua. También el río Tuy, que abastece el Acueducto Metropolitano, está afectado por descargas de cloacas y de desechos químicos.

Caracas. Si bien es cierto que el desabastecimiento de alimentos y las protestas por comida ocupan el mayor rango en cuanto a conflictividad social en el país, el tema de la contaminación y el racionamiento del agua potable también provocan alarmas.

Lo que sale por los chorros de las residencias del Área Metropolitana tiene un efecto de rechazo en la población por el mal olor, color y sabor desagradable en el líquido, además de las recurrentes fallas en el suministro, que en algunas zonas puede llegar a 21 días sin percibir el servicio.

La falta de agua llevó a que el pasado 23 de septiembre vecinos de la parroquia Coche protestaran, porque le cortan el servicio el martes y se lo reponen el domingo. Y cuando llega, el agua tiene barro y huele a cañería.

En sectores de Carapita también sufren racionamientos en días similares, y cuando les envían el servicio los chorros se tapan a causa del barro.

“No podemos lavar la ropa blanca, nos bañamos a riesgo. Para cocinar y beber hervimos el agua, pero igual le queda tierra. Esto es ya una costumbre. El agua aquí en la calle El Progreso de Carapita es amarilla”, dijo César Rojas.

En Casalta, Caricuao, El Junquito, Montalbán, San José, El Valle, La Candelaria, La Urbina, Petare y Chacao la situación es crítica y los reportes se leen a diario por las redes sociales.

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La organización ambientalista Vitalis realizó en 2015 una consulta, con el apoyo de 67 expertos, y entre los problemas que más preocupación generaron a los venezolanos están los relacionados con el agua: específicamente calidad y disponibilidad, a diferencia de otros años cuando la queja preponderante era el manejo inadecuado de los residuos y desechos sólidos.

Pero no solo esta agrupación recogió ese dato. También la organización no gubernamental, Manifestar.org, entre enero y julio de 2016, da cuenta de que en el Distrito Metropolitano de Caracas se registraron 34 protestas para exigir mejoras en el servicio de agua, lo que representa un aumento de 160 % en relación con el mismo período del año anterior, cuando se contabilizaron 13.

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¿No es una crisis?

A principios de año la Asamblea Nacional (AN) interpeló a representantes de las empresas hídricas y en su informe final presentó citas testimoniales, entre ellas las de la presidenta de Hidroven, ingeniera Siboney Tineo, quien dijo: “La situación en cuanto al tema de agua en el país no es de crisis, no la podemos calificar de crisis, ni la podemos calificar de grave o gravísima, lo que venimos diciendo es que requiere de constante monitoreo, el monitoreo que hemos venido haciendo en los últimos 3 años”.

Declaraciones que distan mucho de la realidad plasmada por organizaciones como Vitalis, la cual concluyó en su reporte del pasado año que las cuencas hidrográficas y los reservorios de agua para consumo humano están contaminados, precisamente por la falta de plantas de tratamiento de aguas residuales o por la poca operatividad de las existentes.

Foto: Crónica Uno/Miguel González
Vecinos de la parroquia Catedral reportan agua turbia.

Y si el tema del agua no se puede calificar de crisis, expertos como el ingeniero Manuel Pérez Rodríguez, del Movimiento por la Calidad del Agua, se preguntan por qué hay comunidades sin agua, por qué hay un racionamiento forzoso, por qué de los embalses salen aguas cloacales y por qué las plantas potabilizarodas no funcionan.

Pérez Rodríguez, quien lleva más de 20 años denunciando los problemas sanitario-ambientales, explicó —hablando específicamente de Caracas— que el agua que aquí se consume está contaminada debido a que el Acueducto Metropolitano se abastece del embalse de Camatagua, el cual además está afectado por las aguas servidas de San Juan de Los Morros y por el trasvase que se hace de Maracay, Cagua y Turmero, que no es otra cosa que el bombardeo de agua residuales.

“Eso lo estuvieron haciendo hasta el 2015 y lo que ocasionaron fue un daño tremendo al embalse de Camatagua. Y en la medida que pase el tiempo la situación empeorará, porque además los planes de saneamiento ambiental fueron paralizados desde 1999. En consecuencia, el agua que llega a nuestros chorros no está apta para el consumo humano. Y eso es lo que hemos estado alertado desde el 2010, con los amparos introducidos ante el Tribunal Supremo de Justicia, pero vemos que lo que ha faltado es voluntad política para atacar este problema”, sostuvo Rodríguez.

Al contrario, dijo, se siguen trabajando con las mismas obsoletas plantas de potabilización, de las que se desconoce cómo están operando en estos momentos, lo que contraviene lo establecido en el artículo 63 de la Ley Orgánica para la Prestación de los Servicios de Agua Potable y de Saneamiento, donde se expresa que la población tiene derecho a saber cuál es la calidad del agua que consume.

De 41 parámetros de calidad que establece la norma, según Pérez Rodríguez, Hidrocento publica 11.

No hay transparencia

La calidad es cuestionable y no hay data. Cristina Vaamonde, directora del Observatorio Ambiental Venezolano, y fundadora de Una Montaña de Gente, señaló que en la actualidad no se tienen datos duros que respalden las opiniones de los expertos, pero aseguró que han podido observar la disminución en los parámetros que miden la calidad.

“Y eso lo observamos con la cantidad de quejas y reclamos por la mala calidad del agua potable. Ha habido, respecto a 2012, un incremento de 80 % de los casos de denuncias. Sucede que nosotros no podemos hacer estudios químicos. Sin embargo, los reportes dicen que ni hiperclorando el agua se puede opacar el olor producto de la descarga de aguas cloacales. Esa contaminación es una bomba de tiempo, pues en el agua están quedando metales pesados que son causantes de ciertos tipos de cáncer”, expresó.

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En Antímano toman agua sucia.

Por su parte, Aurora Hernán, investigadora de la Cátedra de Parasilotogía de la Universidad Central de Venezuela (UCV), señaló que ciertamente en las aguas que surten el Acueducto Metropolitano hay cuerpos coliformes y una contaminación bacteriana importante, que incluso tiene presencia en las aguas envasadas para consumo humano, y ello se debe a que hay un débil tratamiento del líquido.

Se refirió en específico a la contaminación del río Tuy, que tiene una longitud de 288 kilómetros, el cual nace en el Pico Codazzi, estado Aragua, y desemboca en las playas de Paparo del estado Miranda. En su trayecto, este río —que se divide en Tuy Alto, Tuy Medio y Tuy Bajo—, recibe contaminación de material orgánico, de productos agroquímicos y fertilizantes y de aguas residuales.

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Y sobre el tema hay más: el último Estudio de Tendencia de la Calidad de Agua del río Tuy realizado por el Laboratorio Nacional e Hidráulica —y que no fue difundido por el Ministerio del Ambiente—, reveló que la cuenca del río Tuy muestra condiciones ambientales objetables, resultado del progresivo deterioro que ha venido experimentando y reportando hace más de 40 años.

Asimismo, el informe detalla que las quebradas Tiquirito y Charallave aportan una carga de contenidos contaminantes sobre el río, entre ellos fenoles, cianuro, aceites minerales, detergentes y arsénico.

Y la gota que colmó el vaso: el mencionado reporte concluye que “algunos contaminantes detectados no pueden ser removidos por los tratamientos convencionales, lo cual representa un riesgo potencial para la salud de la población abastecida, además de un elevado costo en el tratamiento de potabilización”.

Foto: Crónica Uno / Miguel González
El embalse La Mariposa, que surte un porcentaje de Caracas, quedó a merced de la bora.

Sobre estas posiciones se buscó la versión del Ministerio del Ambiente el pasado 22 de septiembre. Todavía se espera por la respuesta.

Lea en la entrega próxima el acceso al agua potable y los daños a la salud.

Fotos referenciales: Cristian Hernández/ Miguel González.


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