San Agustín del Sur se transforma luego de las 6:00 p. m. A esta parroquia llegan personas de otros lares a disfrutar de sus bebidas y sonidos. Bailan en la calle o en los bares. Gozan, disfrutan de buena música y se relacionan con la gente.

Caracas. Culeven. Esta palabra pudiera tener varios significados. Muchos golpearían sus frentes tratando de averiguarlos, pero solo cuatro amigas saben por dónde va la cosa. Es el acrónimo de Cultura en Venezuela, la palabra que usan cuando salen a conocer la vida nocturna de Caracas.

Ellas se reúnen frecuentemente para ir a conocer la movida de la ciudad. Escogen una de sus casas (todas ubicadas en Baruta) y planean ahí la agenda en la que siempre incluyen una zona popular, donde gozan, disfrutan de buena música y se relacionan con la gente.

Estrella, una del grupo y maestra de profesión, dice: Esto está en la mente de cada quien. Eso de que el barrio está allá y la urbanización en otro lado no es así, es la misma gente, uno lo que hace es adaptarse y disfrutar.

Este 19 de julio, las cuatro llegaron al callejón Marín de San Agustín, al lado del famoso teatro Alameda. Pararon el carro en plena calle, rodeada de lugareños, vendedores, mototaxistas, barberos de calle. Eran cerca de las 5:00 p. m.

Foto: Luis Morillo

En el barrio es la cosa

El callejón —que en la tarde estaba vacío, tenía un bote de aguas limpias y basura— a esa hora sufría una transformación.

Una señora salió con un cepillo y barrió el espacio. Como por arte de magia el chorrito que recorría el callejón se secó y acto seguido sacaron del teatro Alameda unas 12 mesas y más de 50 sillas.

En un abrir y cerrar de ojos las mesas se fueron ocupando y para cuando llegaron Estrella y sus tres amigas ya no había puesto vacío.

Foto: Luis Morillo

Sonaba música. Una corneta conectada a una laptop tenía la tarea de amenizar esta aventura. Las cuatro sin prejuicios se acomodaron en la acera.

Pero ¿qué estaba pasando en el callejón Marín que, no solo estas cuatro mujeres pasadas de los 40 años decidieron bañarse de pueblo, sino que además otras 100 personas se dieron cita en el lugar?

Bueno el pasado 19 de julio se organizó por primera vez el evento Birras despolarizadas para hablar de Caracas. Labociudad se llevó el crédito, esta organización hizo una convocatoria por las redes sociales invitando a la tertulia y la gente de Reynaldo Mijares, director cultural del teatro, sirvió la mesa.

Asistió gente de La Pastora, El Paraíso, La Candelaria, Bello Monte, Altamira, de Santa Rosalía y del Valle.

La idea era hacer una conversa sobre Caracas y la posibilidad de recuperar las calles. Todos con sus birras en las manos iniciaron la amena conversa. Arquitectos, defensores de la ciudad, ambientalistas, todos coincidían en que si Caracas está muerta de noche es porque la gente así lo decidió.

Foto: Luis Morillo

La palabra “muerta” no era del todo acogida. Pues quienes respondieron a la convocatoria están convencidos de que, pese a la crisis y a la falta de transporte, queda vida nocturna para rato.

Y eso lo afirmaba con la cabeza Estrella que no solo se tomaba sus birras, sino que caminó con su combo de amigas sin recelos por la parte de atrás del teatro donde ya se vislumbraba el barrio en pleno con todas sus características: las escaleras con grupos de chamos hablando, la moto merodeando, las mujeres asomadas en las ventanas con sus pañuelos en las cabezas y los niños dándole sin cesar a la pelota.

Foto: Luis Morillo

Ya rondaban las 7:00 p. m. cuando ellas sacaron sus teléfonos inteligentes y se tomaron fotos en los murales que revisten las paredes del teatro y de las casas cercanas. Otros hicieron lo mismo.

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Con el calorcito de la noche y ese comportamiento alegre que deja la cerveza ya la gente hablaba en grupo, estaba en ambiente, filtreaban y soltaban las bromas.

Foto: Luis Morillo

El  humo del cigarro invadió el espacio y las risas se combinaron con la música de fondo, que se alternaba con el eco que se filtraba por las paredes del teatro donde se desarrollaba, a esa hora, un concurso de cualidades artísticas de la sexo diversidad.

Foto: Luis Morillo

También había salsa sonando en una pollera de la esquina, cuyo dueño al ver que el callejón cobraba vida, levantó la santamaría.

“Más cervezas pues”, comentó Estrella. También vendían una especie de granizado de naranja que se dejó colar.

De la conversa, se pasó al bar a cielo abierto. Ya casi a las 8:00 p. m. la agrupación Son mondongo de San Agustín preparaba el sonido para darse un paseo por varias épocas musicales.

Foto: Luis Morillo

Los tambores replicaban y ese plus que se movía por el torrente sanguíneo de los visitantes que, así con el piso de cemento rústico, echaron un pie.

Quizá para Estrella y su grupo la experiencia era conocida (incluso planeaban meterse en la famosa tasquita de la parroquia), pero para otros fue novedoso, refrescante, algo con lo que rompieron la barrera que hay entre el barrio y la urbanización y desmitificaron la premisa de que el barrio es inseguro, intransitable e invivible de noche.

En ese interín en el callejón Marín muchos parecieron detenidos en el tiempo. Una señora vendía buñuelos. Y un señor cotufas. No había en sus rostros cansancio. Ambos interactuaban con los visitantes con fraternidad y como si se conocieran de toda la vida.

Foto: Luis Morillo

Había incluso alumbrado público, cosa que no se ve en las avenidas principales. Los locales, panadería, barberías, bodegas, todos estaban abiertos a esa hora. Los vecinos se veían  sentados, como en los pueblos, en el bulevar Ruíz Pineda, mientras los chamos rodaban patinetas y bicicletas.

En esta parroquia, la del grupo Madera, en cada esquina hay cornetas con música, de preferencia salsa de la vieja.

Sin organización vecinal no hay vida nocturna

En San Agustín pasa algo. Y como dice el psicólogo, analista social y creador de la organización Bailar al aire libre, Leoncio Barrios, esa es una muestra de que el barrio está vivo de noche.

Ahí el movimiento  comienza a partir de la 6:00 p. m. La gente llega de sus trabajos y si consigue agua se baña, se viste y sale a hablar con sus vecinos. En el bulevar hay chamos a las 9:00 p. m. jugando. Ese sector es una referencia de la vida nocturna. La gente permanece en sus calles, no está encerrada en sus casas, como suele suceder en zonas como el sureste o noreste de la ciudad, donde muchos dicen sentir miedo.

En San Agustín, evidentemente hay organización cultural que es lo que permite que cosas como hacer un bar a cielo abierto en el callejón Marín ocurran, sostiene el psicólogo.

Situación que no ocurre en la parroquia El Valle que tiene otra rutina, donde hay más barrios. “Además para que eso se dé, no solo hay que organizarse, sino que además hay que recuperar los espacios y los servicios públicos”.

Lo que está pasando ahora en El Valle, también en Catia, La Vega y Caricuao es que los más jóvenes están tomando las calles cercanas a las licorerías y las cercan con carros que cargan cornetas.

Foto: Luis Morillo

Toman y bailan hasta el amanecer. Se sienten más seguros si la rumba es a pocas cuadras de sus casas, precisamente porque ya no hay transporte.

Otras experiencias, donde los ciudadanos se apropian de los espacios públicos, comentó Barrios, se dan en Bello Monte y en pueblo de El Hatillo.

También está Nocturneando en Chacao. Pero eso es hasta las 9 o 10 de la noche.

Eso es muy bueno, pero dos o tres casos de cómo se vive la noche no nos pueden llevar a decir que toda Caracas es así, hay como dos ciudades ahora. Eso de retomar las calles es un trabajo a largo plazo, hay que recuperar incluso las aceras, la vialidad, el alumbrado público, sostiene el investigador.

La organización Ciudad Laboratorio en octubre del año pasado hizo un estudio durante 16 semanas en 31 espacios públicos, ente las 6:00 p. m. y 8:30 p. m. y constató que 9279 postes estaban fuera de servicio.

Solo el tema de la oscuridad limita mucho la presencia en las calles. El otro elemento, de acuerdo con Barrios, quien también es parte del equipo observador nocturno de Ciudad Laboratorio, es la seguridad.

Actualmente, no hay garantías para transitar por las calles de Caracas. Y si no hay peatones el espacio queda desierto.

¿Cambia la rutina?  

Como se ve, la vida nocturna en Caracas implica otra rutina, que la impone no solo el dinero que respalde la tarjeta de débito, sino que también está reñida a cuánta disponibilidad hay para trasladarse.

Por eso ahora muchos prefieren no salir del barrio y hacer el ambiente cerca de sus casas e incluso en el estacionamiento del edificio.

Y si la gente antes acostumbraba la tasca como las de La Candelaria o Chacao, ya ese no es el destino posible.

En la primera parroquia del municipio Libertador, desde hace dos o tres años cerca de 60 % de los bares cerró sus puertas, según datos proporcionados por el Frente en Defensa del Centro Norte de Caracas.

En el municipio Chacao las cifras no difieren mucho. Las que aún permanecen activas después de las 7:00 p. m. tienen las puertas cerradas. La falta de insumos, los altos costos para reponer los inventarios, el poco poder adquisitivo, la falta de transporte y la inseguridad arruinaron el negocio, así como la vida nocturna tradicional en estas zonas.

Foto: Luis Morillo

Por eso el plan es otro. Barrios lo dice: “Por la vida en el barrio, Caracas es visible en la noche”.

Y en eso también coinciden Estrella y sus amigas “con el Culeven hacemos visible la ciudad”.

Mientras ellas cuadraban otra ronda de cervezas. Son mondongo con sus canciones se remontaba a los años 70. El ambiente apenas agarraba fuerzas. Unos se iban y otros llegaban. Incluso se bajaban de sus bicicletas, las aparcaban en la esquina y se incorporaban al callejón que a las 9:00 p. m. gritaba: la noche es joven.

Foto: Luis Morillo
Foto: Luis Morillo

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