Los caraqueños gozan del guaguancó pese a las calles oscuras y solas (II)

caracas nocturna

Caracas cumple 452 años envuelta en una crisis inédita. En una de las ciudades más peligrosas del mundo, dos jóvenes bailarines de géneros tropicales se las ingenian para divertirse una que otra noche. Lo logran aunque al caer la tarde el transporte público desaparece y la ciudad se queda desolada.

Caracas. Aunque la ciudad no les permite divertirse sin antes haber planificado minuciosamente la salida, la salsa y la bachata empujan a Eudry y a Ricardo a las pistas de baile. Deben pensar primero a dónde ir, hasta qué hora estar, cómo se trasladarán y cuánto dinero necesitarán, pues de lo contrario pueden pasar un mal rato. Sin embargo, estos rumberos disfrutan de la Caracas nocturna, y al escuchar la música ¡a bailar se ha dicho!

Ella tiene siete años en el mundo del baile y la danza, pero hace apenas unos seis meses que conoce la Caracas nocturna. Ricardo, por el contrario, tiene solo dos años estudiando los ritmos tropicales, pero lleva más de diez en contacto con la ciudad de noche.

Ambos conocen esa transformación que experimenta Caracas a partir de las 6:00 de la tarde, cuando el sol empieza a ocultarse, una transformación que limita pero que no quita las ganas de rumbear.

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Fotos: Tairy Gamboa
Caracas de 6:00 p. m. a 11:00 p. m.

Si en el día se observan pocas unidades de transporte público, en la noche prácticamente desaparecen. En junio, Hugo Ocando, presidente del Bloque de Transportistas del Oeste de Caracas, señalaba que el colapso del sector alcanzó 90 %.

Braulio Cedeño, vicepresidente del bloque, informó también en junio que de las 54 líneas que llegaron a tener, solo quedaban 20, y que no todas las unidades estaban operativas.

El Metro, con sus casi 10.000 fallas en los primeros cinco meses del años según la asociación civil Familia Metro, se convierte en la única opción para miles de ciudadanos que al final del día se trasladan a sus hogares.

La ciudad se va quedando desolada, vacía de gente y llena de basura en muchas de sus esquinas. En Catia, por ejemplo, una funeraria ubicada en la Calle Colombia cierra sus puertas a las 6 de la tarde. Los dolientes deben volver temprano al siguiente día; un gimnasio cierra a las 9:00 p. m.; una farmacia, a las 8:00 p. m.; una licorería a las 7:00 p. m.

Fotos: Tairy Gamboa

En San Martín, en el centro de Caracas, la avenida queda desierta temprano, solo algunas licorerías y panaderías permanecen abiertas más allá de las 7 de la noche.

En los Símbolos y Los Chaguaramos la oscuridad campea y muy pocos se atreven a deambular. En una cuadra de Colinas de Bello Monte un abasto y una panadería ofrecen sus servicios hasta las 8:00 o 8:30 p. m. “Depende de cómo esté el ambiente”, dice una cajera.

Dos licorerías son los lugares más concurridos de la zona. En una, las personas hacen una cola de hasta 45 minutos para comprar, pues aseguran que el lugar es el más económico de Caracas: acuden de San Agustín, Los Símbolos y hasta de Petare.

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Desde San Martín, Los Símbolos y Petare llega gente a Colinas de Bello Monte buscando licor más económico. Fotos: Tairy Gamboa
No muere pero se transforma

Caracas no muere de noche, pero se transforma. Ese dinamismo que todavía mantiene en el día a pesar de la crisis, en la noche merma de manera considerable pero no desaparece.

Hay quienes se atreven a gozar la noche caraqueña de distintas maneras: bailando, bebiendo, comiendo, conversando en lugares públicos. Contra todo pronóstico ahí están.

Así como decenas de personas llegan de distintos puntos de Caracas hasta Colinas de Bello Monte para comprar una botella de licor un poco más económica, Eudry y Ricardo emprenden el viaje desde sus residencias hasta Los Cortijos, Sábana Grande o Chacao para echar un pie, pasarla bien aunque sea un rato, y poner en práctica lo que han aprendido en sus academias de baile.

Hasta las 9 de la noche es mi hora tope

Eudry Priéguez tiene 24 años. Vive en Lídice, parroquia La Pastora, al oeste de Caracas. Para ella, salir a divertirse en la noche es posible pero de manera limitada.

Para mí, ya a las 9 de la noche es la hora tope, porque a esa hora agarro Metro y puedo conseguir Metrobús o la última camioneta para mi casa; tengo amigos que tienen que irse más temprano, máximo a las 8:30 porque si no, no consiguen transporte.

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Eudry Prieguez se dedica a bailar danza y géneros latinos, y es profesora de preballet. Fotos: Tairy Gamboa

Para poder disfrutar toda la noche, Eudry tiene que ver si la fiesta es en casa de un amigo donde pueda amanecer, o si el local estará abierto hasta las 6 de la mañana. Solo así se lanza a la aventura.

Para mí es difícil irme de un lugar a las 12:00 de la noche, y si además no cargas efectivo, que también a veces es complicado conseguirlo, ni te cuento. Entonces yo prefiero así, salir a bailar y regresar temprano, afirma.

Eudry sostiene que salir a divertirse de noche implica una inversión muy grande de un dinero que puede usar para otros gastos. Prefiere asistir a los Sociales, que son espacios donde los aprendices de baile pueden practicar. En estos lugares a veces se paga entrada y a veces no; en algunos venden licores, no en todos. “En una discoteca uno tiene que pagar obligatoriamente un servicio, en un Social no”.

Hay gente en mi grupo —cuenta Eudry— que antes no llegaba a su casa un viernes, eran personas que rumbeaban todo el fin de semana, y ahora no lo pueden hacer porque si lo hacen estarán “limpios” toda la semana o quizá todo el mes.

“Como unos 25 dólares para poder salir una noche”

Ricardo Trejo tiene 31 años. Vive en Altagracia, en el centro de Caracas. Al igual que para Eudry, su complicación mayor a la hora de salir a distraerse tiene que ver con el transporte público, pero también con la inseguridad y con el alto costo de la vida.

Es complicado salir a divertirse principalmente por el transporte. Después de cierta hora se hace difícil conseguir camioneta. Si uno no vive cerca del Metro, cuesta. Yo tengo un trabajo que me permite pagar un taxi para regresar a mi casa cuando salgo de noche, explica.

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A Ricardo Trejo le gustaban los toques de rock, ahora prefiere los ritmos caribeños. Fotos: Tairy Gamboa

Ricardo es bilingüe y se dedica a la traducción. Dice que de no obtener los ingresos que obtiene, no podría salir de noche porque tendría que estar en su casa a las 9:00 p. m. “Después de esa hora no consigo transporte a mi casa y vivo más o menos lejos del Metro; subir caminando de Capitolio a Altagracia no es una muy buena idea”.

Si quieres tomar o comer algo —asegura Ricardo— necesitas como unos 25 dólares. Si solo quieres bailar, que es lo que generalmente hago, es muchísimo más económico porque una entrada a un Social está alrededor de 5000 bolívares. Si solo vas a bailar, sin tomar ni comer nada, resulta bastante económico. Si vas a discotecas, donde tienes que pagar un servicio, necesitarías más.

Ricardo explica que un taxi puede cobrarle, entre las 9 y las 11 de la noche, entre 30.000 y 35.000 bolívares por llevarlo a Altagracia. “Ya más tarde no sé. Tengo tiempo que no me quedo hasta la madrugada porque se hace muy peligroso, las calles están muy solas, y es mejor evitarse un susto”.

Caracas violenta y cara 

Su temor tiene asidero. Según el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), Venezuela tuvo en 2018 una tasa de muertes violentas de 81,4 por cada 100.000 habitantes. El Distrito Capital fue, después de Aragua, Miranda y Bolívar, la entidad con la mayor tasa de muertes violentas: 100 por cada 100.000 habitantes.

La violencia en Caracas, como en todos los estados de Venezuela, según el OVV, tiene carácter de epidemia, pues para la Organización Mundial de la Salud, una epidemia se da cuando la tasa de afectados por el virus supera el 10 por cada 100.000 habitantes.

Fotos: Tairy Gamboa

En opinión de Ricardo, quien ya no va ni al teatro ni a la ópera porque los amigos que lo acompañaban se fueron del país, en Caracas aún existen opciones para divertirse.

Las opciones han disminuido por una cuestión de costos. Antes era más económico salir a comer o tomarse unas cervezas. Era algo que uno podía meter relativamente fácil dentro de su presupuesto. Ahorita es más complicado. Hay opciones, la gente puede salir a bailar; reunirse en alguna tasca, salir a comer, la cosa está en los costos.

La hiperinflación existente en el país convierte en nada el dinero de los venezolanos. Según el Banco Central de Venezuela (BCV), el Índice de Precios al Consumidor cerró en 2017 en 862,6 % mientras que en 2018 alcanzó 130.060 %. Según la Comisión de Finanzas del Parlamento Venezolano, la inflación venezolana el año pasado fue de casi 1.700.000 %.

En junio de este año, según la Asamblea Nacional, la inflación acumulada fue de 905,6 %. De ahí que tanto Eudry como Ricardo prefieran ambientes como los Sociales, en los que pueden ahorrarse dinero, además de pasarla bien con gente que está en su misma onda.

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Vida nocturna y comercial en la ciudad de Caracas. GF
En su aniversario 452

En el contexto de la semana aniversaria de Caracas, este par de bailarines aprovecha la oportunidad para resaltar los cambios que percibe en la ciudad que los vio crecer y que hoy los mira bailar en medio de la precariedad.

He vivido toda mi vida acá en Caracas, y se notan los cambios. Yo recuerdo que antes podía agarrar camioneta hacia mi casa a las 9 de la noche en Plaza Venezuela sin ningún problema, ahorita a las 7:30 de la noche ya es imposible. En estos últimos 10 años me habrán robado unas cuatro veces. No son tantas pero es una experiencia desagradable. Se nota un deterioro de la disponibilidad de la gente para hacer cosas, por el poco poder adquisitivo que se tiene. Sales a un centro comercial y los ves más vacíos que hace cinco o seis años atrás, recuerda Ricardo.

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Fotos: Tairy Gamboa

Yo percibo menos luz en las calles, por eso tenemos que andar en cambote; también hay súper mega retrasos en el Metro que hacen que uno llegue tarde a donde va; el descuido de las aceras es otro problema. Siempre hay algo nuevo dañado en cualquier parte, agrega Eudry.

Sin embargo, a pesar de que nadan contra la corriente, este par de jóvenes se resiste a perderlo todo. Como decenas de caraqueños, Eudry y Ricardo seguen buscando las maneras de poner sus cuerpos a sudar al ritmo de la música, esperando que un día no los preocupe tanto la hora de cierre del subterráneo, el precio de unas birras y unos tequeños o la escasez de transporte público.

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Fotos: Tairy Gamboa

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