Altos de Milagro Norte es un barrio de Maracaibo donde la muerte se quedó a vivir

Altos de Milagro

En lo que va de año más de 50 personas han muerto de hambre en el barrio Altos del Milagro Norte de Maracaibo. La cifra proviene de la organización Alimentando Sueños, que lucha para rescatar a más de 70 niños que comen de un basurero cercano. Buscan medicinas, comida y todo lo necesario para mejorar la calidad de vida de las 1200 familias que están en extrema pobreza.

Maracaibo. Carolina Leal, de 44 años de edad, es considerada en el barrio Altos de Milagro Norte de Maracaibo como una salvadora. Su mejor instrumento es la fe y las ganas inagotables de luchar por su comunidad, donde, a la semana, al menos una persona muere de hambre. Su labor social va más allá del compromiso, ella junto con 30 voluntarias atienden enfermos, buscan medicinas, defienden a las mujeres de abusos en el hogar y entierran a sus muertos como pueden.

Para inicios de 2020, el sector tenía un total de 1600 familias, de las cuales hoy solo quedan aproximadamente 1200 debido a la diáspora y la desnutrición.

Muchos padres se han ido para Colombia y dejan a sus hijos a cargo de otra persona o solos. Actualmente, estoy tratando de rescatar, a través del deporte, a 70 niños de la calle que hay en la comunidad”, dijo.

Altos de Milagro
Carolina Leal trata de rescatar a más de 70 niños que buscan comida en un basurero. Foto: Cortesía.

En lo que va de año más de 50 personas, sobre todo adultos mayores, han muerto de hambre en Altos de Milagro Norte, y aunque Leal reconoce que las ayudas del extranjero y de organizaciones zulianas llegan, no es suficiente.

Aquí tenemos un muerto a la semana, si tenemos suerte, sino pueden ser hasta tres y eso da impotencia. Muchas veces nosotras conseguimos las medicinas, pero si la persona no tiene una buena alimentación, el hambre gana la batalla, porque la medicina les parte el estómago”.

Ver a mi gente morir me hizo despertar

Leal llegó a la comunidad con apenas 17 años de edad y recién casada. “Llegué apadrinada por una de las bandas delictivas más grandes del Zulia. Era la líder, tenía voz de mando con los malandros que estaban aquí. Trabajaba para el grupo de choque del partido de gobierno y hacíamos cosas malas. Siempre le dábamos a la comunidad, pero era como una niña diabólica, comandaba negativamente”, reveló.

Cuando cumplió 33 años de edad fue diagnosticada con cáncer de pulmón, lo superó y siguió con su trabajo en la política. Años más tarde el cáncer volvió. “Me diagnosticaron leucemia. Me acerqué a Dios y eso me salvó, mejoré mucho en mi enfermedad y me di cuenta de que era la chavista más ignorante del mundo”.

Después de esta experiencia, hace 10 años, nació una nueva Carolina.

Ver a mi gente morir de hambre me hizo despertar, entendí que sí se pueden cambiar vidas, que la política es sucia y que a ellos no les importa si la gente se muere, al contrario, es uno menos. Por eso comencé a visitar familias, a hacer el verdadero trabajo social como nunca antes lo había hecho y me convertí en otro tipo de apoyo: uno positivo”, dijo.

Más tarde integró la Organización Alimentando Sueños y hoy, acompañada de 30 mujeres más de su barrio, hacen labor comunitaria solo con disposición y ganas de trabajar por la gente.

La muerte y sus pesares

Leal perdió en los últimos cuatro años a sus padres, hermanos y a su esposo. Su hija menor sufrió una violación en la comunidad y muchas veces no tiene para comer. Confiesa que, aunque tiene días duros, la gente es su fuerza.

“Uno también se deprime, aquí ríes con el que ríe, y lloras con el que llora, pero siempre tengo que estar activa, ponerme de pie para darles consuelo, ellos me levantan sin saberlo”, manifestó.

Confesó: “Mi día es agotador, a cada rato llega alguien a buscarme porque hay un niño enfermo, porque necesitan pasajes para una emergencia, para hacer una carta, vienen a acusar al marido que les pegó. Aquí yo soy juez, abogada y médico para todos, pero lo más difícil es enfrentarse a la muerte”.

En el barrio la mayoría de los que mueren son adultos mayores. “Ellos son los más vulnerables, parecen calaveras respirando, pero el corre corre comienza cuando se mueren”, afirmó.

Hay una situación que la conmueve mucho: la falta de recursos para darle cristiana sepultura a las personas.

Además de todas las necesidades lo más grave es que, generalmente, no hay urnas para enterrarlos. Hemos enterrado a dos personas este año en bolsas de basura porque no hay dinero. Yo no tengo tablas debajo de mi cama porque todas las he regalado, hacemos cajones. Tuvimos que meter a una niña en una gaveta, es terrible”.

Un carpintero de la comunidad es el encargado de hacer las urnas con los materiales que la organización consiga. Escaparates, puertas o gaveteros, todo sirve. “Él hace lo más digno posible para ayudarnos, porque la urna más barata cuesta 100 dólares y eso es imposible”.

Comida peligrosa

Hoy, en Altos de Milagro Norte hay 70 niños que buscan comida a diario en un basurero cercano ubicado en el sector Rincón de Mangle, pero ellos no son los únicos. Familias enteras de tres barrios más: Pecadores, Reyes Magos y Santa Rosa comen de los desechos que consiguen en ese lugar.

Por esta razón las intoxicaciones y envenenamientos están a la orden del día, el caso más reciente puso en peligro de muerte a cinco personas: cuatro niños y un adulto. “El abuelo salió a buscar comida y consiguió medio pollo, lo hizo en sopa y todos se intoxicaron, les dio vómito y diarrea. Gracias a Dios los llevamos al hospital y se salvaron”, contó la mujer.

Explicó que el basurero es dependencia de la Alcaldía de Maracaibo, por lo que las familias que viven ahí no dejan pasar a extraños y menos a la prensa, que ha intentado varias veces denunciar la situación.

La poca comida que llega a la comunidad es por autogestión de la organización. Una fundación las apoyaba brindando un plato de comida una vez a la semana, pero hace un mes que no asisten al barrio.

En casa de Leal se da desayuno, almuerzo y cena todos los días a 10 personas, entre ellas dos con discapacidad. “Lo hacemos porque son los más necesitados entre los necesitados. Hay dos personas de Estados Unidos que nos ayudan cuando tienen, a veces nos ponen 30 o 40 dólares y con eso compramos avena y la repartimos. Mostramos facturas y pasamos fotos”.

Para el grupo de mujeres lo más importante es la transparencia en los donativos, por eso evitan recibir dinero y prefieren que las ayudas sean con alimentos, ropa y calzado. “Somos lo más transparente posible y siempre pasamos evidencias de las entregas”, recalcó.

Su ley es decir la verdad, denunciar las calamidades que pasa su comunidad y buscar ayuda. Para Leal, su única recompensa es poder ayudar para que su gente mejore las condiciones de vida. Aunque reconoce que es una tarea titánica, no pierde la fe y solo le pide a Dios salud para continuar.

Esta semana su ginecólogo la alertó sobre una posible reaparición del cáncer, esta vez en la matriz. “El enemigo nunca me va a dejar de atacar por el trabajo que hago, porque él no ataca al que ya es de él. Ataca al que no le pertenece como yo, así que solo me resta seguir dando amor y seguir de pie por mi gente, para estar siempre ahí cuando me busquen”.


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