Una data del Banco Central de Venezuela publicada hasta el tercer trimestre de 2018 revela que el consumo final privado tuvo una contracción de 24,0 % en ese periodo. En los últimos cinco años la caída del consumo se acerca al 50 %, lo que ha transformado los patrones de los venezolanos, afloran las compras grupales, los trueques y la sustitución de productos por métodos artesanales.

Caracas. En lo que va de 2019 economistas y miembros de la Comisión de Finanzas del Poder Legislativo hablan de la contracción del consumo por el deterioro del ingreso. Aunque es casi imposible determinar cuántos artículos y cuáles de ellos han dejado de adquirir los venezolanos en los últimos años, la prolongada crisis económica permea los hábitos de consumo de la población y la lleva a recurrir a soluciones artesanales que en algunos casos apuntan a la dignidad.

Una data del Banco Central de Venezuela (BCV) publicada hasta el tercer trimestre de 2018 revela que el consumo final privado en ese periodo tuvo una contracción de 24,0 %, tras una caída consecutiva durante cinco años. Este indicador incluye todo lo relacionado con el consumo de los hogares y las empresas privadas. De 2014 a 2018 la caída del consumo es cercana al 50 %, explica el economista y gerente de la Unidad de Análisis Económico de Datanális, Francisco Allen, apoyado en las cifras del BCV.

En el tercer trimestre de 2014 el consumo final privado se contrajo 1,6 %, en 2015 10,3 %, en 2016 23,0 % y en 2017 16,1 %, según cifras oficiales.

Allen explica que el consumo se viene reduciendo desde 2014, cuando la economía venezolana empezó a desplomarse. Se nota más la contracción en los bienes de consumo masivo. Hay un grupo muy grande con un poder de compra bastante mermado y está otro grupo minoritario importante, que supera 30 % de la población, que tiene algún tipo de acceso a moneda fuerte, de manera recurrente, bien sea por ingreso en dólares, ahorros o inversión y eso le permite mantener su nivel de consumo, en cambio quienes perciben solo bolívares se hacen dependientes de las políticas del Estado, es allí en ese consumo masivo donde se ve el mayor impacto, dice en entrevista a Crónica.Uno.

Esa población de 30 % no necesariamente recibe remesas desde el exterior, acota Allen, allí también se concentran los venezolanos que generan ingresos en moneda extranjera y que pueden mantener la compra de bienes de consumo masivo, como por ejemplo: arroz, pasta, harina de maíz precocida, harina de trigo, granos, jugos, refrescos. Productos que apuntan a mercados grandes. El experto afirma que los rubros que dejan de lado los venezolanos son las cervezas, el ron o los artículos de cuidado personal.

Un 70 %  de la población que tiene capacidad de adquirir alimentos y artículos de cuidado personal los ha disminuido en cantidades y en frecuencia. Han tenido que abandonar diversos rubros buscando sustitutos. Allí entran personas de todas las edades y estratos socioeconómicos. Una cosa es la clasificación socioeconómica donde entra la educación, el tipo de vivienda, acceso a viabilidad de la vivienda y otros factores a parte del ingreso. Además, está el sector con ingresos vulnerados, aquí entran estratos C, familias de clase media con acceso a luz, agua, buen nivel de educación, pero que reciben salario en bolívares por lo que se han venido empobreciendo, todavía tienen una estructura intelectual de estrato medio, pero su poder de compra está mermado y eso las hace dependientes, sostiene el especialista.

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Maribel Sarabia entra en ese 70 % de la población que comenzó a sacar productos esenciales del carrito de mercado. Hace como un año dejó de comprar el detergente Ariel, que es el de su preferencia, ahora solo lleva un producto multiusos que le sirve para lavar la ropa, los platos y la cocina. Con seguridad manifiesta que no llevará más lavaplatos por el elevado costo. El desinfectante se lo compra a los cloreros que llegan al barrio Monterrey en Baruta, anunciando que también intercambian productos. Maribel cuenta que hasta ahora no ha hecho trueques, sin embargo, explica que es una práctica común entre sus familiares y vecinos. “Cambiamos por lenteja, arroz, azúcar. Cambio, cambio”, gritan los vendedores ambulantes y los vecinos salen con sus paqueticos y se los cambian, relata.

Carne no compro hace como un año, pollo sí, porque es lo más barato, pescado tengo un año que no compro, a veces una sardinita que cuesta 2500 bolívares el kilo. Compro queso blanco frecuentemente, margarina. Harina Pan, pero no como antes, antes uno compraba de seis kilos, ahora compro 2 y me tienen que durar 15 días, nosotros somos dos personas, así que a veces me dura hasta más, Maribel Sarabia.

De acuerdo con un estudio de Datanálisis elaborado este año, 50 % de la población manifestó haber reducido los gastos de ropa. Otros artículos que aparecían en las encuestas como bienes que ya no entran en las prioridades de los venezolanos fueron: calzado, bebidas alcohólicas, recreación y salidas a comer. Según el BCV, en enero de este año el calzado subió 136,0 %, mientras que recrearse 227,5 %, adquirir algún bien o servicio relacionado con las telecomunicaciones había aumentado 128,2 % en ese mismo periodo.

Los mecanismos de pago son otros que responden a la contracción, así como las presentaciones de los artículos. A juicio del economista, desde los dos grandes apagones que enfrentó la nación en marzo se acentuó el intercambio de bienes y transacciones en moneda extranjera. “Se hizo general; los comercios se están abriendo cada vez más, es cada día más común el pago con dólares en efectivo o por transferencia vía Zelle”, dice. Con relación a los artículos en empaques más pequeños, refiere que son estrategias empresariales típicas en situaciones de crisis.

La empresa busca reducir costos y ofrecer alternativas más económicas al consumidor, dando unos empaques más básicos, presentaciones menos llamativas porque la tinta es muy cara, eso puede ser percibido como pérdida de calidad, pero de más fácil acceso. Eso brinda alternativas a sectores con menos poder adquisitivo.

Rendir el champú con agua

Entre las compras de Maribel, de 56 años, todavía se mantienen el desodorante y la pasta de dientes. “Cuando se me va a acabar el champú, como casi nunca tengo para comprarme otro, le echo agua, lo bato y me queda como para una semana más. La pasta dental ya no la uso como antes, ahora uso menos”. Su trabajo como masajista se ha visto afectado, relata que eso para la gente es un lujo por lo que ya casi nadie pide sus servicios.

Allen revela que aplican estudios cualitativos con sesiones de grupos y entrevistas a profundidad, donde salió el papel higiénico como uno de los productos que también se volvió de difícil acceso para la población.

La gente está aplicando una gama muy amplia de estrategias para no dejar de consumir, entre ellas buscar un bien sustituto más económico, hacer trueques o compras grupales para abaratar costos, por ejemplo, artículos por bultos. En ese tema de la sustitución están algunas variables, hacer preparaciones caseras, detergentes con bicarbonato, vinagre y otros ingredientes en el hogar. Hay personas que manifestaron que incluso han tenido que usar hojas de cuadernos viejos de sus hijos, humedecidos en agua, como papel higiénico. Esto ya se ubica en la base de las pirámides de las poblaciones más vulnerables, precisa.

Maribel expresa que se “siente herida en el orgullo”:

“Los venezolanos éramos glamorosos”, comenta, “Íbamos a una tienda y comprábamos la mejor ropa, la mejor carne, aun siendo gente de sectores populares. Lo más triste es que hay una fuga enorme de jóvenes. Escucho muchos muchachos que me dicen ‘estoy terminando 5to año para irme’, ya esa es mano de obra que se va a otros países. Ahí se va un médico, un piloto, toda clase de mano de obra. Les pregunto qué va a pasar con la universidad y te dicen aquí no vale la pena estudiar”.

La mujer es escéptica sobre el rumbo que tome Venezuela. No tiene fe en las conversaciones en Barbados entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición. “Siento que esto cada día se va a poner más crítico, no le veo solución porque ellos en vez de sentarse a dialogar en una mesa y arreglar esta economía tan caída, se pelean por tonterías, que si tú te agarraste la ayuda humanitaria. Eso no soluciona nada”.

Los venezolanos manifiestan a diario en las calles por mejoras salariales y servicios básicos. A principios de julio, las Fuerzas de Seguridad del Estado reprimieron una protesta por gas doméstico en Táriba, estado Táchira, donde un joven de 16 años, Rufo Chacón, perdió ambos ojos por un disparo a quemarropa con perdigones.

La proliferación de bodegones

En Caracas y en el interior del país crecen los bodegones con artículos importados y de lujo. Ese 30 % de la población con moneda dura acude a estos lugares en busca de calidad. El economista refiere que este es otro fenómeno relevante que ocurre en varias categorías por la dinámica hiperinflacionaria. “Algunos productos en Venezuela son más costosos que en el exterior, eso hace que las empresas compitan ya en un mercado global, porque están compitiendo con las importaciones”, agrega.

“Otro caso es la compra de productos de cuidados del hogar, que es mejor puerta a puerta que comprarlos en Venezuela. Esto es algo que tienen que cuidar las empresas locales, y no es su culpa, es debido a la ineficiencia del Estado y a las condiciones actuales. Las empresas tienen plantas sobredimesionadas para el mercado actual que está muy reducido, eso hace que tengan que cargarlo en los costos y los precios se encarecen aún más”, advierte Allen.

Lo que los niños también dejan de comer

La familia de Daniel Rodríguez* no escapa de la vorágine hiperinflacionaria, los salarios de seis dólares y la imposición de medidas que menoscaban la calidad de vida. Sus hijas ya no comen cereales infantiles que les gustaba en las mañanas, ni bebida achocolatada. “Hemos dejado cosas de lado, cosas que comprábamos antes, por ejemplo las bebidas, porque la proteína como sea. Antes comprábamos jugos, tal vez un refresco, leche. Últimamente hemos optado por agua, es una rareza cuando tenemos un jugo en la nevera. Uno deja de lado las cosas que no son tan necesarias”, cuenta.

La carne que compran actualmente es molida para que “rinda más”, “ya eso, bistec y carne para guisar, no”.

“De más esta decir que la mayoría de las cosas que se compran son para comer, yo tengo años que no me estreno un par de zapatos, una camisa, un pantalón. La última ropa nueva que he tenido me la han mandado de afuera. La ropa para mí, está totalmente descartada, por más que lo necesite. Ayer vi unos zapatos en Bs. 130.000 ($18), comparándolo con otras cosas no están tan caro, pero son Bs. 130.000 menos para la comida de la familia, de cuatro miembros y un perro”, relata Daniel, nombre ficticio a petición de la fuente.

Sus dos hijas pequeñas se molestan por la situación que atraviesan. “Les afecta”, explica. “Me dicen ‘quería tal cosa, pero no te la pedí porque no me las puedes dar’. Hemos tratado de no esconderles nada, pero los ingresos míos y de mi esposa no nos dan para cubrir todos los gastos y una hermana que vive en el exterior nos ha ayudado. A veces les explico: esto te lo compro con lo que te mandó tu tía. Me he sentido muy mal pensando en que no soy capaz de mantener a mi familia, a pesar de que estoy ganando en dólares y haciendo tres cosas diferentes. Los dólares no son suficientes para todo”, cuenta el padre de 44 años.

Un estudio de Ecoanalítica divulgó que entre diciembre de 2017 y abril de 2019 el costo de vida en dólares aumentó 554 %. En diciembre de 2017 una familia de cuatro miembros necesitaba para gastos básicos alrededor de $110, mientras que en abril de este año para adquirir los mismos bienes requería $720.

A pesar de que Nicolás Maduro prometió recuperar la economía en su segundo periodo presidencial (2019-2025) —el cual es desconocido por la comunidad internacional al considerar que las elecciones del 20 de mayo de 2018 no cumplieron con estándares democráticos— los venezolanos devengan el peor salario de la región en medio de una emergencia humanitaria compleja que los arroja a los países vecinos. Para este año la misma firma de análisis financiero estima que la economía se contraiga -36 %.

“Ya uno no hace el mercado para 15 días, máximo para una semana y lo rendimos para dos semanas haciendo magia. Le damos prioridad a las niñas, para no disminuirles tanto la calidad de vida, por ejemplo, la pequeña está haciendo danza y piden un montón de cosas, lo mantenemos porque es una actividad que le hace mucho bien. Pero comer en la calle es solo si vamos a celebrar el Día de la Madre o del Padre. Salimos ya comidos, en la calle máximo un helado para las niñas. Las actividades tratamos de hacerlas cerca de la casa, por los problemas de transporte, casi todo lo que hacemos tiene que ser por aquí mismo, para ir caminando. He rechazado trabajos porque implica tomar el Metro o el transporte público y no quiero nada con eso”, añade Daniel.

La imposibilidad de adquirir bienes esenciales empuja a los venezolanos a recurrir a formas que son nuevas para los modos de vida que conocían y que mantenían antes del chavismo. La Encuesta Sobre Condiciones de Vida (Encovi-2018), que realizan las principales universidades del país, reflejó que 90 % de la población se encontraba en pobreza por ingresos. En el carrito de mercado, en lo cotidiano y en los desayunos, hay productos menos y también cantidades menos. La población rinde el dinero como Maribel rinde el champú con agua.


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