Desde hace dos años al final de la avenida Baralt se celebra una volada de papagayos organizada por la Fundación Carruchas El Retiro. Nelson Narváez vio la información por redes sociales y acudió con su hijo de tres años desde la parroquia San Agustín, para que el niño aprendiera a volar papagayos, tal como él lo hacía cuando era niño.
Caracas. Para que un papagayo pueda volar con altura el cielo debe estar despejado y debe correr una brisa fuerte que lo haga elevarse y ondear. Ese es el clima que suele predominar en Caracas durante los días de abril, que dan comienzo a la histórica temporada de papagayos en la ciudad, hecho que suele coincidir con los días feriados de la Semana Santa.
El papagayo es una pieza que forma parte de las tradiciones venezolanas. Durante el siglo XX era más conocido entre los niños y niñas de la época, pero con el auge de la tecnología y otras formas de distracción quedó desfasado.
No es mucho lo que se ha escrito o recopilado sobre la historia del papagayo en Venezuela, dijo Guillermo Durand, licenciado en Historia de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y magíster en Historia de las Américas de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), quien además fue por 16 años el custodio del Archivo Histórico de Caracas.
Pero Durand también mencionó que en 1976, al momento de su muerte, Aquiles Nazoa, poeta y humorista caraqueño, dejó un libro inconcluso dedicado a la historia de los papagayos, llamado Los Navegantes de Colores, el cual, posteriormente, fue publicado con ayuda de otros autores.
Es una tradición de abril desde la época colonial. Tal vez se generalizó más en el siglo XX cuando los niños empezaron a tener acceso al papel de seda para elaborarlos e incluso proliferaron los negocios que los vendían. En los barrios de Caracas fue muy popular el papagayo. No guardo anécdotas particulares aunque sí volé papagayo en el barrio donde vivía de niño”, añadió el historiador.
Volada de papagayos en El Retiro
Desde hace dos años al final de la avenida Baralt se celebra una volada de papagayos organizada por la Fundación Carruchas El Retiro.
Nelson Narváez vio la información por redes sociales y acudió con su hijo de tres años desde la parroquia San Agustín, lo hizo para que el niño aprendiera a volar papagayos, tal como él lo hacía a su edad, “hace muchos años”.
Ese domingo 10 de abril no hubo buena brisa, pero con las ráfagas que cada tanto pasaban sobre el lado oeste de la avenida Boyacá, conocida como la Cota Mil, Nelson tomaba el papagayo que Carruchas El Retiro le donó, y le mostraba al pequeño cómo volar el juguete.
“Hay que halar, halar, halar con fuerza para que se mantenga en el aire”, le decía Nelson a su hijo, quien veía emocionado cuando el papagayo volaba, pero cuando caía al piso, al perder el vuelo, se molestaba.
Para crear un papagayo se necesitan: veredas –pequeños palitos que pueden ser de madera o plástico–, papel de seda o plástico de diversos colores, lo importante es que sea un material liviano; pega, retazos de tela y pabilo o nylon. “Nada de eso puede faltar”, añadió Nelson.
En su infancia, Nelson fue un niño que solía volar papagayos, sobre todo en Semana Santa, porque “es la temporada donde casi no llueve y hay brisa”.
Una anécdota que cuenta el historiador Guillermo Durand sobre los papagayos es que durante varios años del siglo pasado las veredas para elaborarlos solían extraerse de los cañaverales que estaban en las riberas de los ríos Catuche y Guaire de Caracas.
El domingo 10 de abril también fue la primera vez que Arie Martínez acudía a una volada de papagayos con su hija y sobrina, organizada por la fundación Carruchas El Retiro. Por un par de horas trató de enseñarles a ambas el arte de volarlos, aunque de vez en cuando las niñas perdían la concentración en la lección y parecía divertirse más él que las pequeñas de siete y nueve años de edad. “Es que cuando niño volé muchos papagayos”, dijo.
Para Arie, el truco de volar papagayos consiste en ir en favor de la brisa y a medida que la persona va sintiendo cómo el aire hala la cometa, se van ejecutando pequeños tirones de cuerda. “Pasé por aquí temprano, vi que estaba la actividad, y cuando llegué a la casa, las busqué y las traje a que volaran papagayo por primera vez”, comentó Arie.
Ambientada con canciones de Daddy Yankee y con la decoración de un tramo de la Cota Mil –a la altura de La Pastora– con banderines de colores, más de 50 niños y niñas volaron papagayos, jugaron metras y manejaron carruchas durante una mañana de temperatura alta y de brisa desfavorable. La Alcaldía del municipio Libertador otorgó el permiso y apoyo logístico para que la Fundación Carruchas El Retiro organizara la actividad.
La primera volada de papagayos de fundación Carruchas El Retiro fue en honor del doctor José Gregorio Hernández. Lo decidieron así porque la organización coincidió con el anuncio de la beatificación de José Gregorio. Pero la de este año incluyó un taller para niñas y niños, que se realizó un día anterior a la volada.
“El día de la volada regalamos más de 150 papagayos, más la cola y el pabilo para volarlos”, explicó Edwin Acevedo, fundador de Carruchas El Retiro.
Rescate de juegos tradicionales
Michelle Ojeda trabaja con Carruchas El Retiro y es una de las encargadas de ayudar a los niños y representantes a volar los papagayos. Los ayuda a que las piezas de colores se eleven, a que no se enreden unos con otros, y a que tengan suficiente nylon o pabilo para que puedan elevarse. Ella también acudió con sus hijos, a quienes a través de su trabajo con la fundación intenta enseñarles sobre juegos tradicionales que tuvieron mayor popularidad cuando Michelle era joven.
La idea de la fundación es rescatar los juegos tradicionales y que aprendan otras cosas más allá de la tecnología”, dijo Michelle.
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