Jairo Pérez, comerciante de 51 años de edad, organiza desde principios de 2019 jornadas y talleres dedicados a mejorar la convivencia y prestar apoyo a las personas del sector Los Mangos, en La Vega.

Caracas. El día de Jairo Pérez no comienza en la mañana, sino en la noche anterior, cuando arranca con lo que será la planificación de una de las jornadas que desde principios de este año 2019 ha estado realizando en la comunidad de Los Mangos, en La Vega, uno de los barrios más grandes y más olvidados por las autoridades gubernamentales de Caracas.

A sus 51 años, el comerciante de cabello rapado, que tiene toda su vida viviendo en La Vega, empieza su día acudiendo a uno de sus locales, y en compañía de varios de sus seis hijos comienza la labor de poner a punto un cuarto que se ha convertido en el lugar de encuentro de un sinnúmero de familias de la zona.

En la habitación se despliega una pantalla de tela blanca desde el techo, mientras uno de los hijos de Jairo comienza a trabajar en conectar el videobeam con una laptop y asegurarse de que estos funcionen. Simultáneamente, otras personas trabajan en acomodar sillas de plástico rojas y blancas frente a la pantalla.

Aproximadamente desde las 2:00 de la tarde, decenas de personas, en su mayoría madres con sus bebés en los brazos y mujeres con embarazo avanzado, hacen fila en las afueras del local esperando para ingresar y participar en el taller del día.

Jairo
Foto: Luis Morillo

Violencia de género, salud, buena convivencia ciudadana, son algunos de los temas que se tratan en los talleres que Jairo comenzó a organizar desde principios de este 2019, aunque él mismo señala que la labor social la ha estado haciendo desde hace años.

“Este año ha sido uno de los más fuertes, porque a la comunidad la ha golpeado mucho el tema económico y los problemas de la inflación”, comenta mientras supervisa desde dentro de la improvisada sede del taller los últimos detalles para el evento.

Creo que decidí meterme en esto cuando, asistiendo a una de las reuniones de consejos comunales, me di cuenta de que los problemas que nosotros manifestábamos se hacían a un lado, que no nos tomaban en cuenta. Llegó un momento en el que les dije a las personas de la comunidad que no podíamos aguantar más, que hacíamos algo o nos íbamos por un voladero todos, recuerda el comerciante.

El abandono y la pobreza extrema

La calle que queda frente al local de Jairo, la misma en la que decenas de mujeres y bebés esperan para ingresar, es reflejo fiel de la situación que, él denuncia, ahoga a la comunidad: más allá de la crisis económica en el país, el Gobierno parece haber olvidado a La Vega.

“Aquí no hay un solo servicio que funcione, ni uno solo: luz, agua, aseo, transporte, seguridad. Aquí no tenemos un centro de atención de salud en toda la parroquia. No hay un módulo policial en toda la parroquia”, dice Jairo, mientras señala dos contenedores de basura rebosantes de desechos a escasos metros de su local, una imagen familiar para los habitantes de Los Mangos, que simplemente pasan a un lado acostumbrados al mal olor.

Basura
Foto: Luis Morillo

Él sostiene que se le olvidó la última vez que un político “visitó” Los Mangos, y añade que de hecho sería bueno que alguno decidiera hacerlo, aunque fuese para “maquillar” los lugares por los que decida pasar.

La Vega es una de las parroquias en las que el chavismo más votos tenía, y ellos mismos se han encargado, con la desasistencia y el abandono, de cambiar eso, comenta.

Jairo agrega que, aunque la situación de Los Mangos es crítica en relación con los servicios, no es tan cruel como en otros sectores, los que están ubicados en las partes más altas del barrio.

“En esos lugares no es que haya pobreza, es que hay pobreza extrema, extrema de verdad. Hay gente que no sale de su casa porque no tiene qué (ropa) ponerse, ni comida. Nos consta porque hemos estado ahí”, describe.

Parte de la labor que él hace, además de las jornadas de talleres, es el trabajo con Cáritas, organización no gubernamental que se ha instalado en la barriada para ayudar en el asunto de la nutrición y el seguimiento a las familias de pocos recursos. Un trabajo complicado.

Jairo
Foto: Luis Morillo

“Todos los sábados hacemos jornadas de seguimiento, y en otras ocasiones vamos hasta las casas para hacer las entregas de los complementos nutricionales. Tratamos de que la persona o la comunidad entienda que esta siendo oída, que se está trabajando para ayudarle”, comenta.

“Los niños no tienen la culpa de haber nacido en este momento”

De todos los sectores de la población en La Vega, Jairo lamenta que los más afectados siempre son los niños, quienes son los primeros en ver disminuida su alimentación, su educación, su calidad de vida y hasta su entretenimiento. Es por esto que él ha enfocado la mayoría de las jornadas que hace y de otros proyectos en ellos, ya que, afirma, “ellos no tienen la culpa de haber nacido en este momento”.

“Yo viví esa Venezuela bonita, cuando para esta fecha esperábamos salir de vacaciones para irnos de viaje, donde se soñaba con el Niño Jesús, donde sabíamos que íbamos a tener estrenos el 24 y el 31, donde cualquier casa, por humilde que fuere, tenía pan de jamón, hallaca, todo. Eso ya no existe”, recuerda.

Hoy a los niños se les ha negado eso. Los muchachos ya incluso han cambiado por la situación; ya no exigen, ya no piden, ya cualquier cosa para ellos es felicidad, es alegría. Por eso más que todo yo me enfoco en los niños, agrega.

Como parte de los proyectos que ha realizado, y que espera mantener, están celebraciones como la del Día del Niño, jornadas de atención médica y de higiene, jornadas de alimentación y hasta clases de catecismo. De hecho, al finalizar todos los talleres, la improvisada sala de conferencias se convierte en una sala de cine para los niños de Los Mangos.

Foto: Luis Morillo

En su mayoría, se trata de iniciativas que él mismo financia, aunque siempre busca apoyo de alguna organización, algo que en ocasiones es complicado.

“Cada vez que podemos hacer una jornada la hacemos. Vamos a tener parrandas y celebración a fin de año. Estamos esperando la respuesta de algunas ONG que quieren ver si colaboran con algunos regalos, aunque yo les recalqué que no me parece bien porque son demasiados niños. Entonces no queda bien tener 100 regalos cuando hay 500 o 600 muchachos. Entonces, más bien, cómo hacer un compartir o una fiesta”, indica.

Para él, este tipo de actividades, así como las que realiza para el resto de la comunidad, son su forma de contribuir para mejorar la vida en La Vega, ya que su meta, dice, es recuperar hasta cierto punto el país que una vez se tuvo.

“A mí no me sacan de Venezuela. Siempre digo que este es el mejor país del mundo y que lamentablemente estamos en esta situación y esperamos cambiarla para volver a tener a toda esa gente que se nos ha ido de vuelta. En el sector donde vivo más de 50 % ha emigrado y, bueno, tenemos que seguir luchando con esperanza y fe en que en cualquier momento Dios nos va a ayudar y volveremos a ser ese país de antes”, manifiesta.


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