Ana, docente jubilada, pudo comprar un apartamento en El Valle con su sueldo de hace 35 años. Ahora apenas puede mantener el inmueble. Mientras que a Sahily, una joven maestra de preescolar, su salario apenas le alcanza para comprar comida y mantener a su hijo, de un año.
Caracas. Ana*, de 65 años de edad, es docente jubilada. Hace 35 años su sueldo era poco, pero con él hacía mucho. Solo con los cestaticket compraba un gran mercado y le quedaba para adquirir electrodomésticos.
Cuando Ana recibía el bono de alimentación podía comprar cualquier artefacto eléctrico que hiciera falta en su casa, para ese entonces aún era soltera y vivía con sus padres.
Actualmente recibe 130 bolívares mensuales por su jubilación y otros 130 bolívares más de pensión. Lo que equivale a 260 bolívares mensuales, o 13.8 dólares al cambio oficial del Banco Central de Venezuela (BCV) del 12 de enero de 2022. Con su sueldo, Ana solo puede comprar un kilo de pulpa negra y dos kilos de pollo en un mes; o solo dos kilos de carne.
El último registro del Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores (Cenda) ubicó la canasta alimentaria de los trabajadores (CAT) a un costo de, mínimo, 3711,75 bolívares.
La docente jubilada recuerda con añoranza los tiempos en los que se compró un apartamento en El Valle, con su sueldo. Fue financiado por el Instituto de Previsión y Asistencia Social para el personal del Ministerio de Educación (Ipasme).
Además, compró carro que con el tiempo no pudo mantener más y tuvo que vender.
El único bien que aún mantiene es su apartamento, al que le hace falta pintura y tiene filtraciones. Ni hablar de sus electrodomésticos, que algunos tienen más de 20 años de uso.
Salario de docentes jóvenes no es suficiente
Sahily Flórez, de 31 años de edad, es maestra de preescolar desde hace seis años y ya para ese momento lo que percibía por su trabajo solo le permitía hacer un mercado completo para su casa.
En 2016 su sueldo era tan bajo que no cubría la canasta básica completa, pero recibía un bono y con así se ayudaba. En su caso no pudo comprar electrodomésticos, menos un carro o una vivienda. Para ese año la crisis económica en Venezuela comenzaba a apretar cada vez más.
Según la edición 2016 de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) en 93,3 % de los hogares los ingresos no alcanzaban y existía una inseguridad alimentaria profunda. El aumento de los precios impactó en el poder adquisitivo de los venezolanos.
Flórez actualmente trabaja en una institución privada, por eso gana un poco más, pero de igual manera no es suficiente para costear los gastos que acarrea tener un hijo. La docente tiene un bebé de un año.
Su sueldo es de 110 dólares, más un bono de 190 dólares, lo que da un total de 300 dólares mensuales, mientras que la canasta básica para una familia se ubicó en 386 dólares entre octubre y noviembre de 2022.
Solo un recuerdo
Ana siempre trabajó en instituciones públicas, se dedicó a enseñar en primaria desde los 25 años de edad, hasta hace un año que decidió retirarse por temas de salud.
El 9 de enero, Ana, junto con otros docentes alzaron sus pancartas y protestaron frente al Ministerio de Educación por la dignificación de los salarios y la mejora de los contratos colectivos.
El descontento se hizo sentir en todo el territorio nacional con protestas en los estados Bolívar, Monagas, Vargas, Margarita, Sucre, Táchira, Aragua, Zulia, Anzoátegui, Lara y Apure.
Las manifestaciones se extendieron durante toda la semana, se unieron diferentes gremios que también exigieron la dignificación de sus salarios. El 11 de enero la marcha llevó por nombre “el entierro”, en referencia a la sepultura de los salarios insuficientes y todos los atropellos por parte del Estado.
El 12 de enero se llevó a cabo una marcha que salió desde la Universidad Central de Venezuela (UCV), a la que se unieron los estudiantes en apoyo a los trabajadores del sector público.
Edgar Machado, presidente del Sindicato Venezolano de Maestros, dijo que el lunes 16 de enero continuarán las manifestaciones con una marcha al Ministerio de Educación.
“Hoy en día el trabajador no recibe ningún beneficio, no existen los créditos ni los financiamientos que me ayudaron a comprar mis cosas y ni hablar de la salud pública”, dijo Ana.
Ana sufre de hipertensión y el precio de sus medicamentos aumentan muy rápido. El mes pasado compró una caja de pastillas que costaban 110 bolívares y una semana después las volvió a adquirir en 244 bolívares.
La docente solo vive con el recuerdo de todo lo que pudo comprar con su trabajo, pero que no pudo mantener más por la crisis económica y los sueldos insuficientes.
(*) Se modificó el nombre de la fuente por medidas de protección.
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