Son 11 estaciones que en su momento derrochaban confort, seguridad y ahorro de tiempo. Pero eso duró lo mismo que un suspiro. Algunos trabajadores dicen que al año y medio de su inauguración ya la operatividad cojeaba de una pata, los usuarios, por su parte, comentan que desde que se dejó de cobrar el pasaje el sistema superficial del Metro de Caracas se vino a menos. Se trata de la Línea 7, que hoy en día está minada de las siete plagas.

Caracas. Parece una exageración. Pero para usar el Buscaracas ya no se necesita ni dinero para el pasaje, solo armarse de valor y ponerse en manos de Dios, porque el sistema, por donde se le mire, es una caja de calamidades. “Es la Línea 7, pero es el patio trasero del Metro de Caracas, es tierra de nadie”, dijo un operador que aún vistiendo el uniforme de la compañía no dudó en soltar esa expresión.

Ser usuario del Buscaracas, transporte superficial alimentador del Metro de Caracas, implica tener entrenamiento en resistencia, un poco de lucha libre y yoga. 

Es a diario que los pasajeros pasan por todo tipo de vejación cuando usan el servicio: son víctimas de hurtos, de malos tratos, van en buses cerrados y sin aire acondicionado, apilados unos con otros soportando el sudor y hasta el mal olor del que está al lado.

Foto: Gleybert Asencio

Eso sin contar que esperan entre 30 y 40 minutos en las estaciones para que llegue una unidad. Muchos prefieren caminar por las avenidas Nueva Granada y Fuerzas Armadas en vez de hacer la larga espera, pero a veces los usuarios en su mayoría son de la tercera edad y son poco resistentes a una larga caminata bajo el sol o la lluvia.

El Buscaracas siempre dio de qué hablar. Fue un caso tipo para una investigación de corrupción, no solo por el tiempo que duró la obra sino por las compañías y contratos que pasaron por los despachos de la Alcaldía de Libertador y el Ministerio de Transporte y Comunicaciones. 

En 2005, durante el segundo mandato de Freddy Bernal como alcalde de Caracas, se empezaron los proyectos que duraron en discusión tres años. En 2008, para cuando seguían rompiendo el canal de circulación rápida que se escogió para poner el pavicretro (la calzada por donde circula el Buscaracas) y mientras rompían una calle, una acera, reubicaban comercios y tumbaban matas el proyecto continuaba inconcluso.

Las molestias ocasionadas a la ciudadanía se tradujeron en fuertes colas y cierres de vías por largos períodos.

Primero fue Vialpa la compañía que comenzó con la obra, luego Pifalca. Pero se le acabó el mandato a Bernal y lo sustituyó, por elecciones municipales, Jorge Rodríguez y de nuevo el proyecto del Buscaracas tuvo un revés.

Foto: Gleybert Asencio

Lo comenzaron con un financiamiento aproximado de 390 millones de bolívares. Ese monto se incrementó a 880 millones, con la transferencia del proyecto al Ministerio de Transporte y Comunicaciones.

Y fue el 3 de octubre de 2012 cuando lo inauguraron aún sin pulir los detalles de las estaciones, 11 en total, dos principales: Las Flores y Los Ilustres.

El Buscaracas lo vendieron como el ramal Línea 7, una ruta superficial alimentadora del Metro de Caracas, con dos conexiones al subterráneo: La Hoyada y La Bandera.

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En su continuidad, la municipalidad ofreció rutas para la Baralt, la O’Higgins, La Paz, El Silencio, la Av. Andrés Bello, Antímano, El Cementerio, Coche, sin que se concretaran ninguno de esos tramos. 

En su momento, el boleto costaba 4 bolívares, se dispensaba en las casetas de las mismas estaciones. Uno o dos operadores siempre estaban dispuestos en los torniquetes. También había seguridad y la limpieza era una cuestión de rutina.

Pero la comodidad en el Buscaracas duró lo mismo que un suspiro. Al año y medio dejaron de cobrar el pasaje. Solo en las estaciones principales había dispensadores. También en el Metro había problemas con la venta de los tickets, alegaban los trabajadores que no había material y que costaba más producirlo que venderlo. En el subterráneo se subsanó el problema, pero en el Buscaracas no. Y el servicio gratuito terminó siendo descuidado por autoridades y usuarios por igual. 

El deterioro llegó galopando y se arraigó. Ahora no hay una estación que salve la patria.

Foto: Gleybert Asencio
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“Ninguna funciona”, dijo una operadora que por petición se le resguarda su identidad. Y eso se traduce en que ninguna tiene luz, las casetas de los operadores desaparecieron, los sistemas eléctricos y mecánicos de las puertas fueron hurtados y dañados, se robaron todo el cableado, lámparas e incluso las puertas con vidrio. 

Los techos metálicos y de draibol fueron desmantelados, en ninguna estación quedan torniquetes. Lo único que no se han llevado son los pisos de goma y las rejas de protección, pues hasta los tomacorrientes desaparecieron de todo el sistema.

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En ninguna estación hay operadores. Solo en la de Las Flores, extremo norte del sistema, ubicada en San Luis, y eso porque ahí hay un estacionamiento de las unidades y funciona una especie de oficina. Desde ese punto se controla la salida de los Buscaracas marca Yutong, de fabricación China.

Según uno de los operadores, los autobuses salen a las 5:30 a. m. hasta las 11:00 p. m. Pero ese es un horario a todo riesgo, porque si en el día nadie cuida las estaciones, en plena oscuridad acechan los indigentes. De hecho, las estaciones Roca Tarpeya e Inces trabajan hasta las 9:00 a. m.

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“Ese es el problema, hay muchas personas en situación de calle y se refugian en las estaciones. Estamos cansados de sacarlos, pero es que ni la Misión Negra Hipólita está funcionando, muchas de esas personas están bajo los efectos de las drogas y son realmente un peligro”, dijo un polinacional, que luego recordó “sabes que no te puedo declarar”.

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Los usuarios, que son los que llevan la peor parte, no hacen sino quejarse del retardo, entre 30 y 40 minutos, para que pase un autobús articulado. También señalan la suciedad campante: pegoste de todo tipo en los pisos y paredes, desechos humanos, colchones, ropa, comida putrefacta.

Todo el que quiere orinar se mete en la estación. Eso da vergüenza. Hace años que no veo que le hagan mantenimiento. Tengo que usar este sistema porque no tengo efectivo para estar pagando 150.000 y 200.000 bolívares en una camioneta. Pero esto es un desastre, lo olvidaron por completo”, dijo Clara Domínguez.

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Mientras ella daba su testimonio, la señora que la acompañaba recordó los viajes que hizo cuando los buses tenían aire acondicionado y no llevaban mucha gente de pie en los pasillos. “Había confort y seguridad”, refirió.

Otro señor dijo que se sube con el monedero escondido en sus partes íntimas, porque teme salir sin nada del Buscaracas.

Y es a cada rato que  nos están reportando hurtos dentro del sistema, todavía a los operadores no les ha tocado, pero en todas las estaciones roban”, dijo una trabajadora.

De hecho, en la estación Inces, un señor esperaba en la caminería de la entrada de la estación a la vista de los policías que estaban en esa esquina, pues hace poco le robaron la cartera.

Los Buscaracas no están mejor que las estaciones. Lo que se ve por fuera también ocurre por dentro. 

Cuando inauguraron el sistema, que se convirtió en tierra de nadie, la oferta era de 30 unidades articuladas con capacidad para 160 personas, 120.000 al día.

Casi nueve años después hay ocho “disponibles”: están físicamente, pero no en buenas condiciones.

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Foto: Gleybert Asencio

No tienen aire acondicionado. Esa es la primera falla que sienten los usuarios y, la segunda, es que circulan a velocidad reducida.

Y eso es porque no se les sustituyen a tiempo los repuestos y no hay mantenimiento correctivo. Una fuente interna del Metro de Caracas dijo que están echándole aceite quemado y en vez de refrigerantes les ponen agua, que mecánicamente puede ayudar a enfriar pero no lo protege más porque no tiene químicos especializados para evitar oxidación y corrosión.

Por eso el recalentamiento frecuente de los Yutong. También se les rompen las correas, que luego parapetean; se dañan los sistemas de puertas, “y desde que comenzó la pandemia no le han hecho mantenimiento profundo a las unidades. Nunca nos han dado cloro ni tapabocas. Nosotros mismos decidimos poner una cinta amarilla, que compramos de nuestros bolsillos, para demarcar hasta dónde pueden pasar los usuarios, eso lo hicimos para protegernos porque nosotros no tenemos ni HCM”. *

Dos dólares al cambio es lo que dicen que gana un operador. “Por eso a veces no estamos todos. Y cuando eso sucede hay menos Buscaracas. Hemos tenido días en los que sale uno, a veces dos, a veces ninguno”.*

Las estaciones Las Flores, Panteón, Socorro, La Hoyada y el Cristo están del lado de la avenida Fuerzas Armadas. Las primeras tres están deterioradas, algunas puertas amarradas con mecates y tiras, pero tienen menos heces fecales.

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Foto: Gleybert Asencio
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Roca Tarpeya, Presidente Medina, Inces, Roosvelt, La Bandera y Los Ilustres, avenida Nueva Granada y Los Símbolos, son las peores del sistema. Son las que más daño en la infraestructura tienen y también las más guardadas para indigentes. En La Bandera un camión del Ejército se llevó este borde de la losa y quedaron las cabillas al descubierto. Lo malo es que hay gente que, por la florera de caminar hasta la salida, se lanza por ese extremo sin que las autoridades o la conciencia ciudadana ponga fin a la irresponsabilidad en esta línea alimentadora.

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Foto: Gleybert Asencio
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Foto: Gleybert Asencio
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Foto: Gleybert Asencio

Este jueves 3 de febrero dos hombres con gorras en las que se leía Cupaz (Cuadrillas de Paz Adeptas al Oficialismo) rociaban cloro como parte del trabajo de desinfección. Lo hicieron en el ramal que cubre la avenida Nueva Granada. El líquido caía sobre las manchas de orine y sobre las capas de sucio de las barandas aún en pie.

Foto: Gleybert Asencio

También en La Hoyada un grupo de mujeres de las cuadrillas de mantenimiento del Metro se disponía a pasar la escoba por esa estación y Socorro. 

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Foto: Gleybert Asencio

Pero una de ellas admitió que es solo un apoyo que están prestando. En síntesis, para el sistema Buscaracas no hay un plan de rescate. De hecho, en la página oficial del Metro de Caracas no hay información reciente sobre la recuperación integral del ramal que va de Las Flores a Los Ilustres.

Hay en el Twitter de la compañía solo información sobre la optimización de algunas áreas, entre ellas del Buscaracas, que se convirtió en tierra de nadie. En el hijo perdido del Metro de Caracas.


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