El caracol africano: una plaga que ha invadido al menos 20 comunidades de Aragua

caracol africano

La Achatina fulica, mejor conocido como caracol africano, se ha expandido peligrosamente por varios estados como Carabobo, Mérida, Barinas, Delta Amacuro, Anzoátegui y Aragua, entre otros. Es un peligroso transmisor de al menos 11 enfermedades, entre ellas, meningitis, bronquitis, trastornos intestinales y encefalitis. También produce daños en la vegetación y se ha identificado como una plaga para más de 500 tipos de plantas, sobre todo en cultivos de coliflor, repollo, pepino, legumbres, cambur, lechosa, cítricos y cacao.

Aragua. El caracol africano está incluido entre las cien especies exóticas invasoras más dañinas en el planeta, de acuerdo con el Grupo Especialista de Especies Invasoras (GEEI), especialista de la Comisión de Supervivencia de Especies (CSE) de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), con sede en Nueva Zelanda y por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN.

Llegó a Venezuela, aproximadamente desde 1997, para convertirse en una verdadera plaga devoradora de cultivos y jardines, y un foco transmisor de parásitos que afectan la salud humana. El caracol gigante africano es hermafrodita y se reproduce rápidamente, pues llega a poner hasta 1200 huevos con 5 o 6 posturas. Se alimenta de plantas, hojas, frutos y tallos de cultivos y también consume desperdicios.

Una investigación realizada por la página de noticias sobre conservación y ciencias ambientales, Mongabay Latam indica: “El caracol africano ingresó a Venezuela, al igual que en Colombia, porque existía una demanda interna por la baba de caracol, insumo considerado útil para asegurar la belleza de la piel femenina y que terminó por esparcirse desde la zona del Orinoco hasta la isla de Margarita. Entre el 2010 y el 2014, debido a la presencia del Fenómeno del Niño y el cambio climático, se expandió y dañó cultivos de cacao, café, caraota, yuca, lechuga, repollo, maní, lechosa, pimentón, naranja, maíz, cambur, pepino, tomate y zanahoria, plantas ornamentales, pastizales y alimento concentrado para mascotas”.

caracol africano
El caracol africano causa al menos 12 enfermedades. Foto: Gregoria Díaz.

Ambientalistas y especialistas han advertido de su presencia en varios estados de Venezuela, tales como Carabobo, Táchira, Trujillo, Miranda Mérida, Barinas, Delta Amacuro, Anzoátegui y Aragua.

Estoy sorprendido por el avance del caracol en todo el territorio. Más de 14 estados se cuentan entre los reportes. Y en Maracay prácticamente toda la ciudad está infectada con el caracol. Aún no podría decir que toda Aragua”, refiere Enrique García, presidente de la organización ambientalista Sembramos Todos.

La Achatina fulica, nombre cinetífico del caracol africano, ha sido detectada en Aragua, en al menos 16 comunidades, principalmente en los municipios Zamora, Mariño, Sucre y Girardot. En este último, de acuerdo con Enrique García, ha sido localizado en las urbanizaciones y barrios del norte de Maracay como Camoruco, El Castaño, Corozal, Ojo de Agua, Barrio Sucre, La Cooperativa, Cantarrana, La Soledad, Los Olivos, al oeste, en San Vicente, así como al este de la ciudad como Guasimal y San Jacinto, además de El Progreso, Los Rauseo y Brisas del Lago.

La especie también ha sido detectada en El Limón, municipio Iragorry, Guayabita y Turmero, del municipio Mariño, en Cagua, municipio Sucre y Magdaleno, en el municipio Zamora, además del Parque Nacional Henri Pittier.

García alerta sobre la peligrosa presencia en Aragua desde el año pasado, de este molusco nativo de África, cuya etapa de máxima proliferación es la época de lluvia, lo que constituye una alarma para el ecosistema venezolano, debido a lo prolongado del período de lluvias que se registra en el país.

El caracol africano depende de la humedad y puede ser localizado en cualquier lugar en el suelo, árboles o casas y tiende a refugiarse en la tierra o sus cercanías y debajo de la vegetación. El contacto con esta especie de molusco, puede resultar peligroso y hasta mortal para las personas. Puede ocasionar al menos 12 enfermedades, entre ellas meningitis, bronquitis, trastornos intestinales y encefalitis, entre las más comunes a las que está expuesto el ser humano al mínimo contacto con este molusco.

Los principales síntomas pueden ser erupción, dolores de cabeza, dolores abdominales, diarrea, vómito, prurito anal y nasal, hemorragias, agitación, irritabilidad, tos y fatiga.

Esta especie es considerada un depredador natural cuyos ciclos de reproducción son difíciles de controlar, por lo que se expande y causa un desequilibrio en el ecosistema local, pues puede ocasionar daños en plantas ornamentales y pastizajes y es capaz de comer prácticamente de todo, incluidos excrementos de animales y de humanos.

El caracol africano es confundido –explica García– con un molusco autóctono como lo es la guácara, que está siendo liquidado injustamente, pese a que nada tiene que ver con el caracol africano. La guácara tiene una concha unicolor, sin rayas o estrías y su cuerpo es de color gris.

Sin embargo, hay diferencias evidentes entre ambos. El caracol africano es de fácil identificación. Posee un color marrón oscuro, con bandas o rayas beiges y su caparazón termina en una punta cónica. Su concha puede medir hasta 25-30 cm de longitud y 8 de alto.

El ambientalista García formula varias recomendaciones ante la aparición y proliferación de este molusco. Es importante que las personas no manipulen el caracol directamente.

¿Por qué no se debe aplastar a un caracol africano? Cualquier caracol puede portar huevos que serían liberados al ambiente. Siendo vector de parásitos estos quedarán en el suelo y podrán ser arrastrados por la lluvia. Perros y gatos podrían comerlo, contaminándose.

Por ello, es importante tomar en cuenta que no debe tocarse y que debe evitarse el contacto con la baba, especialmente en ojos, nariz y boca.
No utilizarlo como carnada, mascota o adorno, y eliminar de los jardines restos de madera, tejas y ladrillos o elementos que puedan ser utilizados como refugio por el caracol.

Para recogerlos, se recomienda usar tapabocas y guantes desechables o envolver las manos con bolsas plásticas, meterlos en un recipiente con agua con cal o sal y luego incinerarlos. Los guantes utilizados deben ser desechados.

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