La undécima urbe más violenta del mundo mantiene en vilo a los usuarios del transporte público. El gobierno municipal ha procurado acciones pero no han servido. Y los ciudadanos, mientras, viajan atemorizados.

Marcos David Valverde/ @marcosdavidv

Ciudad Guayana. Michell Jonathan (prefiere no dar su apellido) exhibe una marca en el lado izquierdo del autobús que maneja. Depende de cómo se mire puede ser el signo de un triunfo, el triunfo de que ni él ni ningún pasajero murió en la fecha de origen de la marca: el 15 de julio.

Es, sin embargo, el recordatorio de que a él y a sus pasajeros, ese viernes, los atracaron; de que a su colector lo golpearon con una pistola y de que hubo un balazo que fue a dar a una de las paredes, la del lado izquierdo. Pero también es advertencia de que cualquier día, de los que vienen, eso podría ocurrir de nuevo. Y con peores consecuencias.

Como él, los conductores de autobuses, perreras, taxis y carros por puesto y sus pasajeros se enfrentan con una realidad: en Ciudad Guayana se producen cinco atracos en los vehículos del transporte público en un día.

La cifra la confirma el representante de la Federación Bolivariana de Transporte de Bolívar, José Betella; aunque durante los últimos días los reportes han menguado, sus estadísticas apuntan a ese promedio.

Hasta balaceras han ocurrido dentro de las unidades,
Hasta balaceras han ocurrido dentro de las unidades,

No es descabellado pensarlo si se toma en cuenta el último informe del Consejo Ciudadano de México para la Seguridad Pública y Justicia Penal, que señala que Ciudad Guayana es la undécima ciudad más violenta del mundo, precedida por las también venezolanas Caracas (1), Maturín (5) y Valencia (7).

Aparte de eso, hay un valor añadido: 96 por ciento de las muertes violentas que ocurrieron en la ciudad durante 2015 quedaron impunes. Tal licencia para delinquir ha determinado también que, como detalló el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) en un estudio reciente, el transporte público sea blanco persistente de hampones.

Todas las formas del delito

La inseguridad en el transporte ha sido mortificación ciudadana y la Alcaldía de Caroní, a través de su policía, ha procurado enfrentar la situación. “Hemos dispuesto de manera paralela a esta operación policial agentes en varios puntos de control, lo que permitirá activar de ser necesario el cierre de la ciudad, garantizando repuestas efectivas de nuestros funcionarios policiales ante cualquier eventualidad”, explica Jimmy Martínez, comandante del cuerpo policial.

Pero la revisión de unidades, considera Manuel Moya (un anciano que cruza Puerto Ordaz de extremo a extremo para ir a su trabajo), no es suficiente: “No se puede cambiar un solo aspecto de la sociedad sin cambiar lo demás. Debe haber algo estructural, en todos los aspectos de la sociedad. Pero aquí en Venezuela no tenemos ni comida”.

El ataque de la delincuencia ha imposibilitado, además, la movilización durante la noche: son pocos los que están dispuestos a manejar un autobús después de las 6 de la tarde.

“Ya a las seis debo caminar para mi casa, porque en verdad no hay autobús. Lo otro que puedo hacer es agarrar carrito o camioneta, pero hasta las 7:00 cuando mucho. A las 8 de la noche ya no hay nada en qué moverse”, lamenta Yulimar Brito, estudiante universitaria.

Hace tres años surgió en la ciudad una modalidad de transporte que se mantiene como una de las opciones más seguras: los “pisteros”, suerte de taxis colectivos que se movilizan con una sola ruta y desde una parada en la que los encargados revisan a los pasajeros.

“No hay percances y es más seguro y rápido porque pasa por las rutas normales. Lo otro es que chequeamos con detector de metales. Vamos solos y dejando pasajeros”, explica Jesús Farías, coordinador de Rotary Express.

Pero los pisteros son una alternativa más costosa. Los autobuses siguen siendo el medio más común y, por cierto, inseguro.

Esa es la certeza de usuarios como el estudiante Pablo Ramírez, quien responde que “todavía no” cuando le preguntan si lo han asaltado en alguna unidad: su convicción es que tarde o temprano ocurrirá. Es la misma convicción de Michell Jonathan mientras maneja su colectivo baleado.

Fotos: Cortesía Marcos Valverde


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