En La Victoria, municipio Ribas, los jóvenes ya no se agrupan para gestas heroicas como la Batalla de La Victoria; muy por el contrario, entre otras cosas, la falta de oportunidades los ha llevado al mundo delictivo. En el Zulia, una ola de muertes violentas de jóvenes copa la escena.

Regiones. El municipio Ribas, en Aragua, forma parte del llamado eje este del estado. Su capital, La Victoria, está llena de historia. Fue allí donde el prócer José Félix Ribas llevó a cabo una de las gestas independentistas más memorables: la Batalla de La Victoria, donde derrotó a las fuerzas realistas de José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales con un ejército compuesto por adolescentes y jóvenes de la Universidad Real de Venezuela y del Seminario Santa Rosa de Lima.

Es conocido como la cuna de la juventud, pero también como parte de un territorio dominado por el hampa. Es, junto con Revenga, Santos Michelena y Bolívar, uno de los cuatro municipios más violentos de Aragua, de acuerdo con el informe del Observatorio Venezolano de Violencia de 2019.

En los cuatro municipios del eje este habitan 268.919 personas, según el censo nacional de 2011. Y las proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas, INE, dan cuenta de que 36,5 % de su población la constituyen hombres de 10 a 29 años y 35,1 % de mujeres en el mismo rango de edad.

Una población activa y joven, que solo entre enero-noviembre de 2019 fue víctima de 96 % de los homicidios que se registraron en la región, contra hombres con edades comprendidas entre 15 y 34 años.

La situación de riesgo de la población más joven en Aragua no es alentadora en 2021. Los niños y jóvenes de la entidad siguen siendo el blanco de la violencia. Según el monitoreo del Observatorio Venezolano de Violencia en Aragua, durante enero-septiembre 2020 se reportaron 22 menores de edad, entre niños y adolescentes, víctimas de violencia.

Aragua fue en 2020 el cuarto estado con el mayor índice de criminalidad, luego de haber ocupado el tercer lugar en 2019 y el primer puesto en 2017 y 2018.

La Victoria

La estrepitosa destrucción del aparato productivo en la región y, por ende, la crisis social y económica, sumada a la caída del poder adquisitivo de la población, ha obligado a muchos de los niños y jóvenes aragüeños a incursionar en el delito como una forma de obtener dinero y bienes para sus familias, y como una errada alternativa de sobrevivencia.

La pujante actividad económica que se desarrollaba en el eje este de Aragua, a través de la industria minera, avícola, agrícola, alimenticia y química, entre otras ramas, ha desaparecido y con ella cientos de fuentes de empleo para los jóvenes. Hace dos años, la Federación de Trabajadores de Aragua, Fetraragua, señalaba que apenas 12 % de la industria en la entidad estaba operativa y que el desempleo alcanzaba 60 %.

Escuela del delito

En 2018, el entonces diputado al Consejo legislativo de Aragua José Ramón Arias advertía sobre la existencia de más de 2800 niños y/o menores de edad que desde 2013 habían quedado huérfanos, debido a la violencia en el estado, convertidos en niños de la calle.

Las cifras negras u ocultas de niños o adolescentes que incurren en hechos que acarrean responsabilidad penal son mayores. En realidad, la edad en que empiezan a delinquir es a partir de los 10 años, cuando se reúnen para cometer actos vandálicos. La mayoría forma parte de los niños en situación de calle, señala un comisario del Cicpc en la región.

Son ellos quienes han encontrado en la delincuencia organizada de la región una posibilidad de subsistir, mientras que las bandas criminales se han aprovechado de su vulnerabilidad y necesidad.

Hace tres años, el OVV destacaba: “El liderazgo de la violencia lo han asumido los adolescentes de entre 15 y 19 años, debido al vacío de poder que ha dejado la migración de delincuentes o la muerte de los líderes de bandas delictivas”.

Los niños y jóvenes aragüeños con familias disfuncionales y de muy escasos recursos son la presa fácil. La mayoría ha preferido formar parte o hasta constituir grupos delictivos y abandonar la escuela como mecanismo de superación y crecimiento.

De allí que hace dos años el Colegio de Profesores de Aragua advertía con preocupación sobre 50 % de deserción estudiantil.

Nuestros niños y jóvenes tienen que ir a buscar trabajo para obtener un ingreso que les permita medio alimentarse. Son ellos las principales fuentes de ingreso de sus familias, dice el presidente del gremio docente, Richard Rivas, para quien la falta de transporte, la carencia de alimentos en sus hogares y en las escuelas son algunas de las principales causas del abandono de las aulas por parte de las nuevas generaciones.

De acuerdo con la encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2019-2020,  35 % de los adolescentes entre 12 y 17 años no asistió a la escuela porque no lo considera importante, mientras que 15 % dejó de asistir al colegio porque tenía que cumplir labores en el hogar y/o trabajar.

Durante el 2019, el OVV también reportó evidencia de una violencia estructural que dejó como víctimas a 70 % de preescolares y escolares que presentaban algún grado de desnutrición en Aragua, como consecuencia de la crisis humanitaria compleja que atraviesa el país.

La deserción estudiantil en el ámbito universitario no es menos grave. En la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, UPEL Maracay, se calcula que en un aula con capacidad para 40 estudiantes apenas quedan entre seis y 12.

90 % de nuestros jóvenes estudiantes –explica Rivas– ha emigrado, y el resto se ha dedicado a otros oficios.

Este ha sido, según el presidente del Colegio de Profesores en Aragua, el peor período académico y uno de los años con más pérdidas para nuestra juventud.

En  Zulia muertes violentas de los jóvenes copan la escena

El estado Zulia vivió en los últimos cuatro meses del 2020 una ola de muertes violentas de jóvenes, la mayoría de ellas en el municipio Jesús Enrique Lossada. Según el Observatorio Venezolano de Violencia, del total de homicidios en el estado casi un tercio (28 %) aconteció en el municipio, donde también ocurrió 19 % de muertes por resistencia a la autoridad.

Antonio Urdaneta, de 21 años de edad, dice que su futuro es como un túnel oscuro. Hace más de un año que abandonó su carrera de Ingeniería Mecánica en un politécnico de Maracaibo, porque no había matrícula suficiente para seguir con el semestre.

Me quedé en veremos y con todo este tema de la pandemia me puse a trabajar, porque lo que importa ahora es comer, pero confieso que me cuesta conciliar el sueño porque no dejo de pensar qué será de mi futuro. No tengo salida con tantos problemas y eso me pone triste, que en mi propio país los jóvenes nos quedemos brutos porque no hay posibilidades de avanzar, lamenta.

Gritemos con Brío, plataforma de activismo social y político, enfocado en la juventud venezolana, realizó una encuesta virtual a mediados del año 2020, acerca de las condiciones de trabajo que perciben en el país en medio de la Emergencia Humanitaria Compleja, agravada por la pandemia de COVID-19. Los resultados recogidos demuestran un aumento del desempleo hasta  54,4 %, con el agravante de la pandemia, que podría haber dejado sin fuentes de ingresos aproximadamente a 18,3 % de los jóvenes del país.

La Victoria
La mayoría de los bachilleres recién graduados no ingresan a la universidad. Foto: Referencial

Fedecámaras Zulia asegura que el desempleo en la región ronda el 22 %, sin embargo no hay cifras exactas en el área juvenil. En Maracaibo los jóvenes se han dedicado al comercio informal luego de dejar sus estudios.

Mototaxis, delivery, venta de comida o ropa y buhonerismo son algunas de las actividades que desempeñan los jóvenes en la región. Tal es el caso de Jonny Colina, un joven de 18 años de edad que espera desde hace un año entrar a alguna universidad.

Yo estoy peor porque ni siquiera comencé, y consciente de que no voy a seguir estudiando. Ahora soy buhonero, vendo plátanos caminando por los barrios y con eso me gano la vida. Los estudios de Medicina que quiero los veo lejos, expresa.

La Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) publicó el 16 de octubre de 2020 un boletín sobre el derecho a la educación y las duras realidades que dificultan su acceso en la región. Según el informe de la Codhez, a principios de año se registraban altas tasas de ausentismo estudiantil, que promediaba 70 % para la educación básica, y que la mayoría de los bachilleres recién graduados no ingresaban a la educación superior, pues la crisis económica los obligaba a dedicarse a trabajar.

Los datos que aportó el Sindicato Unitario de Magisterio del estado Zulia (Suma) para aquel momento fueron de 15.000 bachilleres egresados en el período 2018-2019, de los cuales apenas 10 % habría proseguido sus estudios en la educación superior.

Gualberto Mas y Rubi, presidente del magisterio zuliano, dijo esta semana a Crónica.Uno que las cifras de deserción escolar son imprecisas.

Medir la deserción escolar en este punto es complicado, porque si no hay clases presenciales no podemos hacer esa medición. Yo nunca había contado la historia de la educación tan tenebrosa, como la cuento en este momento; el que sale de sexto grado saldrá sin saber nada, y así los demás. Lo importante para nosotros es regresar a clases presenciales, porque es ahí donde se va a delatar toda la realidad del sistema educativo en el Zulia, afirmó.


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