La Sociedad Venezolana de Ingenieros Agrónomos y la Asociación Venezolana de Agricultura Familiar coinciden en que años de desinversión y desprotección del campo venezolano han pasado y siguen pasando factura al sector agrícola nacional.

Caracas. En el primer semestre de 2021, correspondiente al ciclo de invierno, el campo venezolano destinado a maíz y arroz solo fue aprovechado 21,74 % y 30,66 %, respectivamente. Siembra que, si bien superó por poco a la del mismo período en 2020, se vio fuertemente afectada por la falta de financiamiento y de combustible. 

Según estimaciones de la Sociedad Venezolana de Ingenieros Agrónomos y Afines (Sviaa), entre enero y junio de este año se cultivaron 180.000 hectáreas de maíz y 45.000 de arroz, mientras que rubros como las leguminosas (35.000 hectáreas) y caña de azúcar (30.000 hectáreas) mostraron mejores porcentajes cultivados, con 48,6 % y 31,2 %, respectivamente.

Aunque, según estimaciones de la Sviaa, los cuatro rubros, junto con el sorgo, tuvieron rendimientos promedio por debajo de lo esperado para satisfacer el mercado nacional. En el caso del maíz, necesario para la producción de alimentos como la harina de maíz precocido, el rendimiento fue 50 % menor (entre 2700 y 3000 kg por hectárea).

El ingeniero Saúl López, presidente de la Sociedad Venezolana de Ingenieros Agrónomos (Sviaa) señaló que el campo venezolano, con el rendimiento esperado de entre 5000 y 6000 kg por hectárea, podría abarcar hasta 80 % del mercado nacional, por lo que actualmente solo la mitad de esa cuota es abastecida por maíz venezolano.

Explicó que en algunos rubros agrícolas “hay rendimientos promedio superiores a los de la región”, aunque reiteró que en la actualidad se encuentran con un consumo nacional deprimido que impide que la mayoría de la población acceda a ellos, además de otras trabas como la burocracia y la libre importación que entorpecen su expansión al mercado venezolano.

En el caso de las leguminosas, por ejemplo, la Sociedad Venezolana de Ingenieros Agrónomos estima que el rendimiento promedio nacional ronda los 1200 kg por hectárea, cercano a los 1500 kg esperados que solo cubrirían 12,95 % del abastecimiento del país, incluyendo productos directos al consumidor y vía agroindustria.

Saúl López reiteró, al igual que en otras ocasiones y otros gremios, que con la producción actual el país estaría en momentos de escasez de no ser porque solo un tercio de la población puede acceder plenamente a los productos alimenticios. 

Un informe elaborado por la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), Unicef, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló que entre 2018 y 2020 al menos 7,8 millones de personas presentaron desnutrición en el país, debido, principalmente, a la caída del poder adquisitivo general.

Y si bien se estima que el consumidor promedio destina 40 % de sus ingresos a la compra de alimentos, el salario promedio en el sector privado ronda los 70 dólares mensuales y en el público no supera los $15, frente a una hiperinflación que va rumbo a los cuatro años consecutivos y una canasta alimentaria que supera los 200 dólares.

Tanto la Sviaa como la Asociación Venezolana de Agricultura Familiar (AVAF) coinciden en que años de desinversión y desprotección del campo venezolano han pasado y siguen pasando factura al sector agrícola nacional. Se estima que solo para aumentar 30 % de la producción del campo, se requiere un financiamiento de al menos 500 millones de dólares. 

Además, el presidente de AVAF, Juan Carlos Montesinos, calcula que en el primer semestre del año las unidades familiares de producción perdieron cerca de 600.000 toneladas de alimentos sólidos y 480 millones de litros de leche debido a la falta de combustible

Solamente para los agricultores familiares el requerimiento es de al menos 25 millones de litros de diésel diarios, según Montesinos, mientras que Sviaa estima que, solo para culminar el ciclo, se requieren entre 30 y 35 millones de litros del combustible. 

El problema del combustible se suma a otros como la inseguridad en el campo venezolano, que tiende a aumentar ante la presencia de grupos irregulares en ciertos estados, y las alcabalas impuestas bajo el amparo de la cuarentena radical por COVID-19, que suponen pérdidas de entre 20 % y 30 % de la producción por concepto de “matracas”.

Todo ello, sumado a los números rojos que estima el gremio de ingenieros agrónomos, supone una alerta para el abastecimiento nacional. Montesinos calcula que 80 % del consumo de frutas y verduras, 80 % del de pescado y 60 % de carnes de res, pollo y cerdo es producido por unidades familiares. 

A lo que se añade el tema de los precios, que suelen incrementar gracias a aumentos en los costos de producción producto de los inconvenientes que atraviesa el sector. En el caso del queso, por ejemplo, el costo de producir es de cerca de dos dólares, pero la contracción del consumo hace que se venda a alrededor de $1,5 por kilo.

Es por ello que los agricultores familiares piden que las autoridades agilicen los procesos para poder exportar y, no solo no perder sus cosechas y productos, sino diversificar su mercado y abaratar costos de producción, además de poner cotas a las importaciones “para que ese dinero pueda servir para invertir en producción”.


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