Para algunos estudiantes, la experiencia del año pasado, cuando la OPSU no asignó cupo a amigos o familiares recién graduados, les genera incertidumbre. Para otros, la formación académica actual no les ofrece garantías para continuar con sus carreras profesionales.
La Guaira. A dos meses de concluir el año escolar y en medio de las secuelas por la pandemia del COVID-19, futuros bachilleres del Litoral Central admiten que su formación académica no favorece la idea de continuar con sus estudios universitarios.
En las próximas semanas comenzará el proceso de registro, vía web, para el Sistema Nacional de Ingreso 2023-I, pero los jóvenes parecieran sumergidos en un mar de dudas para elegir sus opciones profesionales.
Para no pocos, el coronavirus estancó la memoria y ralentizó el aprendizaje de los contenidos básicos para afrontar las exigencias de las diferentes carreras universitarias.
El COVID-19 nos robó el mejor momento de aprender y prepararnos para el futuro en la universidad”, comentó Ludmila Estévez, quien estudia la mención de Dibujo Técnico en el colegio Madre Emilia, en Maiquetía, una institución que forma parte de la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC).
Estévez, de 18 años, está esperanzada en obtener un cupo para Arquitectura en la Universidad Simón Bolívar, en la sede de Sartenejas, estado Miranda.
Entre tanto, Francis Rivera, estudiante de quinto año del Liceo José María Vargas en Maiquetía, dijo: “Temo que me pase como a mi hermana, que el año pasado tenía el mejor promedio de notas del liceo y no salió en ninguna de las carreras que puso”.
Sofía, hermana de Francis, aún no olvida la frustración de aquel resultado de la Oficina de Planificación del Sector Universitario: le dieron un cupo en la carrera de Terapia Ocupacional en una universidad de Maturín.
Yo he vivido toda mi vida en Caraballeda, entonces ¿cómo me iba a ir a una universidad de Monagas que no seleccioné, en una carrera que tampoco escribí en el sistema y una ciudad donde no tengo a nadie conocido?”, relató la joven de 19 años que pronto presentará la prueba interna de Medicina en la Universidad Central Venezuela.
Una veintena de sus compañeros del Vargas (un liceo emblemático en la región, con 80 años de fundado) no tuvo siquiera esa posibilidad.
“La gran mayoría o está subsistiendo por un puñado de dólares o se fue del país, por los caminos verdes; todo es muy triste”, agregó la mayor de las Rivera.
Las piedras del camino
En el Liceo Guaicaipuro de Carayaca (al extremo oeste), sus potenciales bachilleres no se sienten seguros de sus preferencias universitarias.
Aquí muchos compañeros están como yo, que sufriríamos con el pasaje para ir a estudiar a la Marítima”, señaló Eduardo Sivira, quien vive en el sector El Pozo, a 15 minutos de la carretera nacional que conduce al poblado.
Se refería Sivira a la Universidad Marítima del Caribe, ubicada en la avenida El Ejército de Catia La Mar, donde buscará un cupo en la carrera más demandada: Ingeniería Marítima. Esto lo facultaría, a la vez, como tercer oficial de la Marina Mercante.
“La carrera del mar es bonita y siempre la he querido, pero no sé si mis notas me sirvan”, añadió quien apoya los fines de semana a su padre en labores agrícolas en fincas de la zona de Corralito.
El joven de 17 años de edad estimó que casi la mitad de sus 24 compañeros del 5º año no continuarán sus estudios universitarios, entre otras razones por los bajos ingresos de sus familias.
Sueños existen muchos entre los jóvenes, pero hay que poner los pies en la tierra. ¿Cómo pagan el pasaje diario para ir a estudiar a Caracas o La Guaira si les cuesta un mundo llegar al liceo con algo en el estómago?”, reflexionó Eneida Olmos, profesora de Educación Física del Guaicaipuro.
De acuerdo con la autoridad única de Educación en La Guaira, Daniel González, de un universo de 85.000 estudiantes de primaria y media general, unos 2000 podrían obtener su título como nuevos bachilleres en esta entidad federal.
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