Este viernes, cerca de 150 personas trancaron la vía principal del barrio Santa Eduvigis, en Catia La Mar. Exigían la entrega inmediata de las bolsas de los Clap. La tranca afectó el paso de los camiones de basura hacia el relleno sanitario.

Vargas. “Aquí hay demasiadas personas en extrema pobreza, viviendo en un rancho y comiendo del basurero. Pero muchos ven televisión y se enteran de los envíos de comida que hace Maduro hacia Haití, y eso les molesta porque tienen hambre”.

Luis Rodríguez hizo el comentario en voz baja para evitar ser reprimido por los funcionarios policiales. El vocero del barrio Santa Eduvigis sector IV, de Catia la Mar, participó en horas de la mañana de este viernes en una protesta junto con más de 100 personas de la comunidad, que exigían la entrega inmediata de las bolsas de comida a cargo de los consejos comunales.

Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) son la causa de la molestia de cerca de 250 familias que viven en este barrio.

Según Rodríguez, al principio les ofrecieron que los paquetes llegarían cada 15 días con todos los productos básicos. Luego les sumaron un día. Así que estas personas esperaban más de dos semanas con las neveras vacías. “Eso fue hace un mes. Pero igual en ese tiempo no llegó la comida, por lo que los vecinos decidieron trancar la vía principal de Santa Eduvigis, ubicada frente al aeropuerto”, sostuvo.

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Las mujeres reclamaron asistencia social.

Por la protesta les enviaron 250 harinas, igual cantidad de arroz, de aceite y leche en polvo, producto que según Alejandro Caravallo, otro de los afectados, estaba vencida y sabía a grasa.

Este viernes 14 de octubre, cuando ya los Clap tenían un día de retraso en llegar, los vecinos no dieron cabida a la duda y —de nuevo colocaron obstáculos en la vía.

Mujeres y niños se apostaron detrás de la barricada. Algunas madres amamantaban a sus hijos en medio del clamor común: “queremos comida”.

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Dijeron no tener miedo al piquete policial.

Rodríguez explicó que a ellos les estaban llegando todos los jueves las bolsas. Posteriormente, cambiaron las jornadas para los viernes con deficiencia.

“Venían con menos productos, sin carne ni pollo, y todo el tiempo con un precio diferente: 2.000, 3.000 y hasta 5.000 bolos. Por eso la gente está aquí, no quiere más mentiras ni que la humillen”, agregó.

Pobreza y hambre

Los manifestantes no tenían pitos, ni carteles alusivos al motivo de la tranca. Usaron desechos para obstaculizar el libre tránsito.

A media mañana les enviaron un contingente de la Policía Municipal de Vargas (Polivargas). Los funcionarios pretendieron confinarlos en un costado de la vía pero las mujeres no retrocedieron un paso.

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“Ustedes comen y nosotros no”, esa frase se repitió hasta el cansancio. Al mediodía, cuando la llovizna había cedido, los gritos se sentían más fuertes.

Rodríguez indicó que la mayoría de las personas del sector IV se rebuscan con lo que consiguen en el relleno sanitario, el mismo que estuvo ardiendo las últimas dos semanas.

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La protesta se realizó frente al aeropuerto.

“Consiguen para comer y algunas cosas las venden. Por eso la desesperación, esta gente no tiene ingresos suficientes para sobrevivir y ya no quiere más guabineo con las bolsas”, resaltó.

María García, quien tiene 29 años en el sector, en medio de la algarabía dijo que vive de lo que encuentra en el relleno y que —debido al incendio— no la dejan pasar. “Entonces qué quieren, nosotros tenemos qué comer y los Clap no llegan. Tengo seis hijos y tres nietos. No es fácil, aquí uno pasa trabajo”, expresó.

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Al sitio no llegaron autoridades municipales. Solo los efectivos mediaron para abrir el paso, debido a que la tranca generó retraso en el acceso de los camiones de basura hacia el relleno sanitario. Casi una docena de unidades quedó atascada en la vía principal.

En horas de la tarde, los vecinos del sector IV se fueron retirando a sus casas. Prometieron volver a la calle para que la entrega de los paquetes se cumpla. “No queremos más comida chimba”, sentenciaron.

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Dijeron que saldrán a la calle las veces necesarias.

Fotos: Mabel Sarmiento Garmendia


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