La escasez y la inflación en este estado obligó a los ciudadanos a buscar alternativas para llenar sus despensas. La más recurrente durante los últimos meses ha sido la de viajar hasta Santa Elena de Uairén y, de allí, cruzar la frontera brasileña para hacer lo que la crisis venezolana les impide: comprar comida.

Ciudad Guayana. Hasta hace algunos meses, Amira Salloum no había contemplado la posibilidad. Pero, de pronto, la despensa en su casa comenzó a verse enjuta de contenido y eso se tradujo en un llamado: hay que buscar cómo llenarla. Así, ella y su esposo decidieron viajar hasta la limítrofe Santa Elena de Uairén, al sur del estado, y cruzar la frontera. Lo que hoy cuenta es el resumen de lo que vivió: “Todo mi mercado es de Brasil”.

La elección de Salloum se ha convertido en la opción de muchos, tanto en Ciudad Guayana como en el resto del estado Bolívar. Pero los guayaneses, particularmente, han sido protagonistas de las travesías.

La inflación ha sido uno de los principales alicientes para ello. En 2015, Ciudad Guayana, de acuerdo con el Banco Central de Venezuela (BCV), fue la segunda ciudad con más escasez en Venezuela, después de Barquisimeto. En el centro crepuscular hubo una variación de 224 %; y el asentamiento de las empresas básicas obtuvo 212 %.

El repunte de las visitas de los guayaneses a Brasil ha tenido varias aristas. Por ejemplo, el número de salidas diarias de autobuses desde el Terminal de Pasajeros de Puerto Ordaz hasta Santa Elena, aumentó al punto de que en ocasiones parten hasta ocho, cuando antes solo había una por día.

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Pero el caso de Salloum no es el mismo. Viaja en carro y, una vez que cruza la frontera hasta el brasileño municipio Pacaraima, en el punto conocido como La Línea (a poco menos de 20 kilómetros de Santa Elena), continúa hasta Boa Vista.

“La travesía que hacemos es más larga: son 10 horas para Santa Elena. Luego te echas dos horas para Boa Vista”, resume.

¿Qué se consigue?

Pues de todo. Azúcar, café, harina, cauchos. De todo se consigue en Brasil. Eso fue lo que llevó a Franklin Brewster y a su mamá a organizar el viaje: hace cuatro semanas el primero; luego tres más para el segundo. Esto fue arrancando el viernes en la noche, abasteciéndose el sábado y regresando ese mismo día para estar ya de vuelta el domingo por la mañana. Y el maratón es porque en Venezuela “no se consigue nada y lo que se consigue está caro”.

Emprendieron entonces el viaje, con 350 reales —equivalentes a 150 mil bolívares.

“Al cambio, el paquete de arroz me sale allá en 900 bolívares; el azúcar, también en 900, y la harina por saco, dependiendo: entre 14.000 y 18.000 bolívares”, dice.

Pese a que ha sido provechoso, decidió no viajar más, porque, por una parte están las requisas y “colaboraciones” que de vez en cuando solicita la Guardia Nacional (GNB) en el camino: “A veces te obligan a bajar la comida, y si no tienes factura te revisan la mercancía. Te piden cédulas y sí hay cierta intención de extorsionar. Yo vi en la alcabala de Upata el caso de una gente que, por no perder todo lo que trajo, le dio a los guardias aceite, arroz y azúcar”.

El otro punto que precipitó su decisión fue la delincuencia. No porque le haya tocado a él, pues el azar se empeñó en que no fuese así. Pero una próxima vez podría ocurrirle lo que le contaron.

“Dos autobuses de Expresos Occidente y de Expresos Los Llanos que salieron esa misma noche fueron secuestrados en el 88 (Sifontes). Los metieron hasta el monte, obligaron a los pasajeros a bajarse y a que entregaran todo. Quedaron robados completicos y parece que hasta violaron a unas mujeres”, relata.

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Redondeando

Comprar en La Línea tiene el añadido de los costos de los pasajes: alrededor de 6.500 bolívares de ida y vuelta hasta Santa Elena si se parte desde Ciudad Bolívar. Luego, el taxi desde el terminal hasta el pueblo, 1.200 bolívares por persona, y después otro hasta la frontera, por el mismo precio.

Sin embargo, esto es lo que prefieren hacer muchos en la región antes que ver vacías sus despensas. “Nos trajimos eso y al menos aquí compramos solo carne y pollo. Sin duda creo que ahora estamos comiendo menos, y no te niego que a uno le provoca es salir de Venezuela”, manifiesta Brewster.

El cambio en la cara de los venezolanos, según Salloum, es notorio: “los veo mucho por allá haciendo mercado. Y los veo felices”.

Mientras tanto en Brasil se leen los titulares: “Venezuelanos invadem Pacaraima em busca de comida”.

Foto: Andy Liendo


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