San Fernando de Apure.
Aexander Krinitzky Padrón, venezolano nacido en San Cristóbal, estado Táchira, el 2 de septiembre de 1969, es descendiente de rusos y gochos, católico y con todos los sacramentos de su condición seglar. El neurocirujano que encabezó el equipo que operó a la niña Yaxury Solórzano –el milagro que elevó a José Gregorio a los altares como beato de la Iglesia católica–, se confiesa católico y se encomienda a Dios en cada intervención quirúrgica, aunque advierte que no es un religioso devoto.
“Siempre me preguntan si soy devoto de José Gregorio y siempre digo que yo no soy devoto de José Gregorio, no con ese fervor con el que sé que hay gente admirable, en el sentido de la devoción que le tiene a José Gregorio”.
Sin embargo, la inexplicable sanación de Yaxury y comprobación del milagro para el que fue utilizado como instrumento, junto con el equipo médico que lo ayudó, le han obligado a incluir al beato en su petición de ayuda divina, previa a cada intervención quirúrgica.
“Yo siempre he respetado a José Gregorio, lo he admirado en su trabajo como médico, como humanista, como científico y siempre me ha impresionado la historia de todas sus intervenciones divinas en incontables casos y este que nos tocó a nosotros, me acerca mucho más a él”.
Sencillo y generoso con su equipo médico, de entrada aclara que no operó a la niña solo, insiste que así como él fue un medio, también lo fueron su esposa Bárbara Martínez, neurocirujana asistente; Rafael Utrera, anestesiólogo; Idalida Morales, enfermera instrumentista y Luisa Tovar, enfermera circulante.

De las manos de José Gregorio Hernández
El 10 de marzo de 2017, Yaxury Solárzano viajaba con su papá en moto y unos delincuentes lo interceptaron para robarle el vehículo, la niña recibió un disparo de escopeta a corta distancia que le impactó detrás de la oreja, entró al cráneo y le causó pérdida de masa encefálica.
La niña vivía en la población de Mangas Coberas, en el estado Guárico. Una población aislada de la que solo es posible llegar a un centro de salud luego de seis horas en canoa, lomo de bestia y carro rústico y finalmente una ambulancia que la traslada de Guayabal (Guárico) a San Fernando, capital del estado Apure.
Cuando la niña llega al hospital no había neurocirujano para evaluarla, el doctor Krinitzky Padrón, que no trabajaba en ese centro de salud pública, se encontraba fuera de San Fernando y fue contactado para que diera su opinión acerca del caso, luego de 12 horas de su ingreso.
Carmen de Solórzano, mamá de Yaxury Solórzano, ha relatado en varias oportunidades que el doctor Krinitzky salió de la unidad de cuidados intensivos del hospital y le notificó a la familia que la operaría una hora más tarde.
Luego de este acto, comenzaría la experiencia de los Solórzano y el equipo médico apureño con el beato, gracias a la sanación milagrosa de la pequeña de nueve años, al borde de la muerte por un disparo en la cabeza.
“Cuando él salió y se fue (Krinitzky), entró el doctor José Gregorio Hernández y me dijo: ‘A ella, la voy a operar soy yo, porque a mí me mandó Dios a operar a esta niña’”, asegura la madre.
Fuera de la “hora de oro”
“‘La hora de oro’ es un término médico que se refiere a la atención que debe brindarse al paciente traumatizado para evitar las consecuencias de la lesión, dentro de la primera hora de ocasionadas las heridas, y puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte”, explica Krinitzky.
Sin embargo, según el médico, este no era el caso de Yaxury. “Ella llegó al hospital como unas seis horas después de sufrir la herida por arma de fuego, tras haber sido trasladada en brazo, canoa, lomo de bestia, carro rústico, hasta que consiguieron una ambulancia en Guayabal, que la trajo a San Fernando”.
Luego de su ingreso a la Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica, transcurrieron 12 horas más para que Krinitzky la valorara, ya que el HPAO, no contaba con neurocirujanos y el médico y su esposa, únicos especialistas en la región para ese momento, se encontraban en Caracas atendiendo también compromisos profesionales.
Frente a un diagnóstico médico de traumatismo encéfalo-craneano abierto complicado, con laceración meníngeo-encefálica importante, con fragmentos óseos y fragmentos metálicos intracerebrales, el pronóstico era más que reservado.
“Fue terrible. Comentábamos como equipo que, si la niña lograba sobrevivir por los daños que estábamos viendo, era muy probable que los déficits neurológicos fueran muy importantes y que su calidad de vida no fuera la más adecuada”, relata.
En esas circunstancias, la operación del equipo médico efectuada al día siguiente del ingreso hospitalario, 18 horas después del impacto, no tendría más probabilidades de éxito que el máximo esfuerzo de estos expertos en salud, sustentado en su vocación de salvar vidas y la intervención de una ayuda extra de lo alto.
Dos semanas después, tras una visita inesperada a su consultorio de una niña de gorrito rojo, perfectamente recuperada, parada sobre sus pies y hablando, Krinitzky, constata que el equipo médico, efectivamente, contó con este apoyo extra.
“No me imaginaba que era la niña que hace 10 días habíamos operado con aquel desastre que habíamos visto”.

De cómo llegó al milagro al Vaticano
Dos años después de la operación de Yaxury, el doctor Krinitzky Padrón le comentó al sacerdote jesuita, Numa Molina –de quien es amigo–, la extraordinaria sanación, tras lo cual Molina preguntó si los padres de la niña eran devotos de algún santo.
Coincidencialmente, al día siguiente de este encuentro, los Solórzano que habían pasado dos años sin ver al doctor, porque viven en el campo, visitan su consultorio para un chequeo de rutina de Yaxury; momento que aprovecha el cirujano para preguntar la inquietud de Molina.
“Yo le pregunto: ‘¿Carmen tú eres evangélica?’ Y ella dice: ‘No, yo soy católica’. ¿Y cuando la niña tú le pediste a algún santo? Y me dice: ‘Yo soy muy devota del doctor José Gregorio doctor y yo le pedí el milagro y él se me presentó y me puso una mano en el hombro y me dijo que todo iba salir muy bien, que él que iba a hacer la cirugía era él, y yo le tengo una muñequita de plata de ofrenda, pero no sé a dónde llevársela’”.
Krinitzky le cuenta a Molina esta experiencia y éste a Gerardino Barracchini, postulador de la causa de JGH, quien a su vez le comenta a Silvia Correale, postuladora por el Vaticano, quien le solicita un informe médico.
Envían el informe y una semana después, el Papa nombra la comisión investigadora “pero el único bemol que tenía la investigación era que el disco compacto de la tomografía preoperatoria no aparecía”, cuenta el médico.
Barracchini le informa que según el Vaticano la investigación no prosperaría sin ese CD, Krinitzky cuenta que un día se estaba afeitando y, “mirando al espejo le digo: bueno, José Gregorio, mete tu mano para que aparezca la tomografía porque a ti te conviene”.
Asegura el médico que acto seguido, el CD apareció en una caja de cosas guardadas que sus hijos tumbaron de un estante. “Lo metimos en la computadora y las imágenes aparecieron perfectamente como si termináramos de hacer la tomografía”.
Barracchini le contó a Krinitzky, que mientras recibe su noticia del hallazgo del CD, tiene enfrente un póster grande de José Gregorio Hernández con los brazos abiertos, en el local donde encuentra tomando un café.
“Me dijo que se le puso la piel de gallina y le daban ganas hasta de llorar”, recuerda el doctor, quien comenta que el tránsito de ese momento hasta ahora, ya es de sobra conocido.
El milagro del trabajo
Alexander Krinitzky Padrón siempre ha creído en el milagro del trabajo, por eso pagó parte de sus estudios profesionales, vendiendo café y empanadas con un colega, en el hospital Pablo Acosta Ortiz de San Fernando.
Se crió en Píritu, estado Portuguesa, los tres primeros años de su vida y llegó al barrio Campo Alegre, uno de los más pobres de San Fernando de Apure, a los 5 años de edad, donde vivió hasta graduarse de bachiller asistencial, mención Enfermería, en el liceo Rómulo Gallegos de la capital llanera.
Es el primer hijo de los dos varones nacidos del único matrimonio de su madre y séptimo entre nueve hermanos, de los tres matrimonios de su padre, debe su apellido ruso a la nacionalidad de su progenitor; sin embargo, revela que hasta los 17 años, usó como apellido principal el de su madre, debido un impedimento legal generado en la disolución aún no resuelta del segundo matrimonio de su padre.
Está casado con su colega Bárbara Martínez, confiesa que sus seis hijos, son sus milagros. “Tengo una psicóloga, una adolescente de 15 años que no quiere nada con la medicina, un pequeño de 5 años que quiere ser médico, una niña de 4 años que también muestra inclinación por la salud y una parejita de 2 años cada uno con 5 meses de diferencia, que están muy chiquitos y todavía no muestran ninguna inclinación”.
En 1996 se graduó de médico cirujano en la Universidad de Los Andes y en esta misma casa de estudios, obtiene su especialidad, tras culminar su formación en el Hospital Universitario de Los Andes, en Mérida, estado Mérida, en diciembre de 2005.
En enero de 2006, comienza su ejercicio laboral en el Hospital Pablo Acosta Ortiz de San Fernando, donde permanece hasta 2012, luego de ser neurocirujano adjunto, jefe de los servicios y director del principal centro de salud del estado.
Aunque sigue colaborando con el HPAO, su ejercicio en la salud pública lo continuó en el Hospital Central Francisco Urdaneta Delgado, de Calabozo, estado Guárico, el cual alterna con su consultorio privado en San Fernando, su sitio de residencia.
Krinitzky es enemigo de los absolutismos políticos que, según él, están impidiendo el necesario reencuentro de los venezolanos para la solución de sus problemas con entendimiento y respeto de las diferencias.
Cree que JGH y su elevación a los altares celestiales en este momento, puede ser esa bisagra al convertirse él mismo, en ese medio que actualmente, a través de la fe de un pueblo, está obrando el milagro de unificar a un país en medio de sus, aparentemente, irreconciliables diferencias.
Al neurocirujano le impresiona y conmueve que sea un médico, y especialmente uno tan ejemplar como JGH, el mensajero de la unión entre los venezolanos.