Jóvenes migran al trabajo informal, pero con la esperanza de retomar los estudios en el futuro ( y II)

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La falta de oportunidades, tanto para los estudios como para el trabajo formal, ha traído como consecuencia que los jóvenes se incorporen al comercio informal. Algunos se han vuelto emprendedores.

Regiones. “Añoro volver a clases presenciales, que Internet sea mejor y, sobre todo, quiero vivir una vida”, dijo Delia Álvarez, estudiante de 21 años de edad que cursa cuarto semestre de Economía en la Universidad Central de Venezuela y reside en Catia La Mar. Una de las tantas jóvenes que lucha por un futuro en el país.

Si el aeropuerto estuviera abierto como antes del 13 de marzo de 2020, la diáspora de jóvenes sería mayor”, comentó.

El Consejo Directivo de la Universidad Simón Bolívar calculó en 49,8 % el descenso de la matrícula estudiantil entre 2010 y 2019. En el caso del núcleo del Litoral, supone una merma entre 2000 y 750 alumnos.

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Matrícula estudiantil en la USB del Litoral ha mermado casi 50 % . Foto: Cortesía.

El costo del traslado a la sede en Camurí Grande (cerca de Naiguatá, al este del estado) y la desmejora en las condiciones de vida de las familias ha atentado contra el deseo de superación académica de sus estudiantes.

“Ahora con la pandemia, son los obstáculos de la conexión a Internet, los fallos de la luz eléctrica y el acceso a las nuevas tecnologías no solo para ellos sino también para los docentes”, reveló un profesor de esa casa de estudios que pidió resguardar su identidad por temor a las represalias desde el Ministerio de Educación Superior.

Trascendió que la deserción de estudiantes no se limita a parroquias alejadas como Carayaca y El Junko, en el oeste, y Caruao en el este.

En mi casa somos siete hermanos, y sin terminar el tercer año en el Liceo España (en Macuto), el año pasado tuve que ponerme a trabajar en conucos de Galipán, para que mi mamá y mis hermanitos comieran algo”, señaló Francisco Montaño, a quien le gustaría finalizar el bachillerato y proseguir la carrera de Marino Mercante en la Universidad Marítima del Caribe, en Catia La Mar.

Para Edwin Mayora, de 18 años de edad, la idea de seguir estudiando en la universidad quedó en el olvido. También buscar trabajo en Caracas, por el costo del pasaje y la dificultad de obtener efectivo en agencias bancarias y cajeros automáticos.

“Ni los bonos esos de Chamba Juvenil alcanzan. Voté en diciembre para nada. Por eso me rebusco en lo que salga el Día de la Juventud, el Día de los Enamorados y cualquier otro día”, indicó.

Desde sus residencias y apoyándose en la difusión de sus productos por redes sociales, algunos superaron el desempleo, que en el caso de los jóvenes litoralenses alcanza 70 %, según Ignacio Laya, coordinador regional del Movimiento Democracia e Inclusión.

En enero de este año, Marcela Pérez, de 24 años de edad y con una carrera universitaria inconclusa en la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada (Unefa), renunció a su empleo en una farmacia de Maiquetía, en la que ganaba sueldo mínimo con una bonificación extra. Junto con su pareja decidió ofrecer a vecinos y conocidos “las hamburguesas que siempre soñé, bien resueltas” desde su vivienda en Urimare.

Los precios oscilan entre uno y cinco dólares. El cliente puede el producto en un catálogo detallado en Instagram y Facebook. “Era un dolor de cabeza comprar la leche y la comida de mi hijo de tres años. Ahora sé que debemos trabajar duro porque somos los jefes de esto”, agregó.

“Toca hacer una cola de gasolina y pagarla en dólares en la bomba del 171 (en la autopista Caracas-La Guaira). No me puedo dar el lujo de fallarles a los que me compran mis donas por Instagram”, comentó María Emilia Gutiérrez, una emprendedora de 22 años de edad que estudia Administración en el Instituto Universitario de Tecnología Industrial Rodolfo Loero Arismendi (Iutirla), en Macuto.

El empleo informal atrae en Bolívar

Bien sea un rebusque entre jóvenes profesionales o simplemente una opción para terminar de costear sus estudios, la incursión en el empleo informal crece cada vez más en la juventud del estado Bolívar. Los salarios en el campo formal no son competitivos y resultan demasiado bajos.

Desde el año pasado, Yorman Hernández, expresidente de la Cámara de Comercio e Industriales en el municipio Caroní, advirtió sobre este fenómeno de movilidad social.

Los jóvenes no ven en la empresa la estabilidad económica que les permita mantener dignamente a una familia. Esta movilidad social ha hecho que el trabajo en la calle, vendiendo empanadas o cualquier cosa, que es muy digno, lo vean como una posibilidad mucho más cierta de mantener a su familia que en una empresa”, dijo.

Hernán Adonis Bethelmy, dirigente estudiantil de la Universidad de Oriente en Ciudad Bolívar, admite que el vandalismo hacia las universidades ha truncado el sueño de la mayoría de sus compañeros, aunado a la misma crisis en Venezuela. Movimientos estudiantiles de la UDO calculan que, en los núcleos menos afectados, la deserción estudiantil llega hasta 45 %.

“Hay núcleos de nuestra universidad donde llega a 60 %, 65% y hasta 70 % de deserción estudiantil y docente. Se han tenido que agrupar estudiantes en una sola materia o sección debido a que quedan pocos profesores”, lamentó Bethelmy.

“He hablado con egresados, y gran parte de los de Medicina, Bionálisis, y de otras carreras ejercen de manera directa, en empresas, su profesión debido a los bajos salarios que perciben. Hay muchos egresados reinventándose en miles de empleos informales para poder percibir algo de dinero y llevar comida a sus mesas. Unos con negocios de hamburguesas y buscando otras fronteras”, comentó.

Hernán no escapa de esa realidad. “Me he tenido que adaptar en emprendimientos. Trabajo en una plataforma de teletrabajo que me ha ayudado a subsistir y poder continuar con mis estudios y formación académica”.

Brayan Díaz, estudiante de la UDO en San Félix, recordó la lucha que emprendieron los jóvenes el 12 de febrero de 2014, “buscando un mejor futuro, soluciones, nuevos líderes y es una lástima que no hemos recibido respuesta ni del Gobierno ni de la oposición”. Su aspiración es que se logre ese proceso de cambio que exigieron en 2014.

De acuerdo con la Cámara de Comercio de Caroní, no hay estadísticas de desempleo en las pequeñas, medianas y grandes empresas de Ciudad Guayana, pero algo de lo que está seguro el gremio es de su aumento durante la pandemia.

Luifer Jiménez, estudiante de la Universidad Nacional Experimental de Guayana (UNEG), es uno de ellos. Paralelamente con sus estudios, trabajaba en una aerolínea. Con la llegada de la pandemia, la cuarentena y la suspensión de vuelos, quedó desempleado.

“Yo sigo en la universidad, gracias a Dios y mis padres que hacen el esfuerzo. Me falta poco para terminar”, manifestó.

No pierden esperanza de ir a la universidad

Los bachilleres no pierden sus esperanzas de iniciar sus estudios superiores, pese a que no hay condiciones para estudiar en universidades públicas, sea por la falta de insumos de bioseguridad para prevenir la COVID-19, o porque han sido desmanteladas por el hampa —caso de la Universidad de Carabobo—. Las privadas tampoco son una opción, puesto que con la crisis económica han tenido que establecer sus cobros en dólares, montos que para muchos estudiantes son imposibles de cubrir.

Steven Sánchez tiene 19 años de edad y quiere estudiar en la Universidad Nacional Experimental de Seguridad en Carabobo. Su sueño es ser funcionario policial para ayudar económicamente a su madre y abuela. Sin embargo, para este febrero 2021 no podrá cristalizar su idea, la razón: la oficina regional de la Opsu permanece cerrada durante la semana de cuarentena flexible.

A la pregunta de una posible migración responde con un no rotundo: cree que en Venezuela aún quedan oportunidades para los jóvenes y sostiene que cuando finalice su carrera universitaria podrá adquirir vivienda, vehículo, y hasta formar una familia.

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Hace 10 años la UC tenía una matrícula de 64.252 estudiantes. Foto: Archivo El Carabobeño.

Angelina Pinto es una adolescente de 16 años, cursa quinto año de bachillerato, quiere ser Comunicadora Social. En Carabobo solo una universidad privada ofrece esta carrera.  Cree que sus padres podrán costear con mucho esfuerzo los gastos de inscripción y pago de mensualidades. Solo le preocupa que la administración de Nicolás Maduro cumpla su palabra de paralizar la oferta de Comunicación Social en las universidades del país.

Angelina tampoco aspira salir de Venezuela para lograr tener un futuro mejor. Cree que, si logra culminar sus estudios universitarios, podrá hacer su vida profesional en el país. Tiene la convicción de que el panorama económico podría mejorar en los próximos años.

El presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad de Carabobo (FCU-UC) Marlon Díaz, señaló que hace 10 años esta casa de estudios, que es catalogada como el campus más grande del país, tenía una matrícula de 64.252 estudiantes. Para el corte de 2019 solo quedaban inscritos aproximadamente 25.000 bachilleres, una merma de más de 60 %.

Sostuvo que la deserción estudiantil en la UC obedece a que la mayoría de los jóvenes se les imposibilita ir al campus por la falta de transporte y escasez de dinero en efectivo. También se suma la falta de comedor universitario y el desmantelamiento progresivo de la institución a manos del hampa.

Estudio pasó a segundo plano en Apure

La Aldea Universitaria Vuelvan Caras de la Misión Sucre, en San Fernando (Apure), con 80 % de población estudiantil proveniente de sectores económicamente vulnerables, cerró sus puertas en julio de 2019 debido a la falta de matrícula.

Un estudio doctoral con los estudiantes de la carrera de Comunicación Social de esa aldea universitaria, evidenció que de 1500 estudiantes que cursaban la carrera en 2015, solo alcanzaron su prosecución 150 para 2017 y únicamente 2 para el 2019, los cuales fueron trasladados a otra aldea para la culminación de su formación debido al cierre de la Aldea Vuelvan Caras.

De acuerdo con el estudio, 90 % se retiró y 70% emigró del país ante la necesidad de mantener a sus familias.

Merari Pérez tiene 21 años de edad, es técnico superior en Construcción Civil y trabaja como vendedora en un negocio de comida rápida, porque junto con sus dos hermanas mayores debe llevar el sustento a la casa.

En mi casa la única que no trabaja es mi hermana menor, pero de resto todos estamos trabajando… Trabajo 15 horas, desde las 8:00 a. m. hasta las 10:00 p. m.”.

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Merani Pérez es técnico superior en Construcción Civil pero trabaja en un negocio de comida rápida. Foto: Sulay García.

Ella no sabe cómo, pero asegura que “cuando todo se normalice”, proseguirá sus estudios y mantendrá su trabajo dentro del país porque “no me quiero ir de Venezuela”.

La mayoría de los jóvenes que conozco, ya no están acá, me quedé casi sin ningún compañero de la universidad y sin vecinos, porque todos se han ido del país. Y los que se han quedado aquí, hay una gran parte que está luchando, así como yo, por ayudar en su casa, por su mejoría y seguir adelante en los estudios y hay otra parte que está desanimada y no es para menos por todo lo que está pasando”.

Andrea Alfonzo, de 23 años de edad, al igual que Merari, también trabaja y dejó sus estudios de Psicología pendientes porque la situación actual demanda producir. Comenzó como empleada desde los 17 años de edad, pero debido a su habilidad en la repostería inició su propio negocio.

No hay cifras oficiales que respalden la realidad que se ve a diario en el nuevo centro comercial Traki San Fernando, con más de 300 trabajadores entre outsourcing de mantenimiento y las tiendas, de los cuales 90 % son jóvenes y 70 % está entre 18 y 24 años de edad, asegura José Hernández, gerente de operaciones de esta empresa.

“Es la población que más se acerca y la que está solicitando el mayor número de empleo”, dice Hernández en referencia a la alta demanda de trabajo del sector juvenil de la población que tiene el centro comercial.

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Jóvenes son los que más se acercan a Traki a solicitar empleo. Foto: Sulay García.

Aunque no puede precisar con números, el gerente sostiene que la mayoría proviene de los barrios más humildes de la capital y que una porción significativa es de estudiantes universitarios.

Muchos vienen de barrios que están un poco distanciados y sumado a eso, se les hace muy difícil movilizarse por el tema transporte y el efectivo, pero yo en lo personal los admiro mucho porque hacen un tremendo esfuerzo por cumplir con sus labores, tienen mucha responsabilidad y sentido de pertenencia”, asevera.

José Zamora, subgerente de tiendas Traki, refuerza que allí se emplea a 50 % del personal del centro comercial. El 80 % de su fuerza laboral no supera los 40 años de edad, de la cual 60 % se ubica en los rangos de 18 a 30 años de edad y proviene de sectores humildes de San Fernando y Biruaca, municipio vecino de la capital.

Los jóvenes de Apure han desplazado las aulas universitarias por un montacargas, un mostrador, una caja registradora, cepillo o coleto; pero también han visto en oficios de alto riesgo vinculados al delito, una forma de resolver la vida en la que son victimarios y víctimas de la violencia.

A comienzos de enero, se destapó el escándalo de una red de explotación sexual de adolescentes que, junto con otros indicadores, evidencia por dónde anda otra porción de jóvenes del estado.

Según datos del Monitor de Violencia Policial y Militar en Venezuela del Centro Gumilla y Provea, en Apure, el rango de edad entre los jóvenes ajusticiados por organismos de seguridad oscila entre 18 y 23 años. El promedio nacional es 27 años. La mayoría son hombres ultimados en zonas populares por estar, presuntamente, vinculados a robos y hurtos.

Con todo, otros insisten en mantenerse en el carril y apoyar a partir de sus habilidades: los hermanos Medina, que estudiaron algo de inglés apoyados por un tío que vive en Estados Unidos, traducen documentos al español y con eso reúnen algunos dólares para ayudarse con sus estudios.

Samuel, estudiante de Sociología, traduce la mitad de los documentos que le llegan por día, mientras que José Manuel, estudiante de cuarto año de bachillerato, traduce el resto y su hermana, Doriana, psicóloga de profesión, pero con trabajo mal remunerado, se encarga de la ortografía y redacción de los textos ya traducidos.

Es un trabajo propicio para las actuales circunstancias de pandemia, consume menos tiempo que un trabajo normal, se puede hacer desde la comodidad de la casa y puede ser, incluso, mejor remunerado que un trabajo ordinario”, reflexiona Samuel.

Elías Machalani, empresario de 38 años y de origen libanés, que llegó con sus padres al estado Apure a los 17 años de edad, huyendo de un país en guerra y sin ningún recurso material, considera que el momento que vive Venezuela es “una de las principales formas de que la gente haya salido a emprender”.

“La clave es ver la crisis como una oportunidad y no rendirse”, asegura el empresario con 21 años en Apure.

En Cumaná los jóvenes están sumidos en la desesperación
Luis Gómez, con tan solo 18 años de edad, cuenta que en ocasiones sufre de estados depresivos porque no sabe qué hacer. “Aquí mi opción era la UDO y ya no podré estudiar allí en lo inmediato y entonces ¿qué hago? Solo pienso en irme pase lo que pase”.

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La UDO ya no representa una opción para los bachilleres de oriente. Foto: Archivo.

Ingrid Malavé, una aspirante a estudiar Diseño Gráfico, se entristece al pensar que sus padres no tienen la posibilidad de pagarle un instituto privado.

“Me da mucha rabia”, dice con lágrimas en los ojos. “No puedo reinventarme porque no tengo cómo, las opciones son mínimas”.

En Sucre según cálculos que maneja la Cámara de Comercio e Industria de Cumaná, el desempleo se ubica sobre 46 %.

De la reducción laboral en el sector juvenil no se tienen datos específicos, pero se conoce que la ocupación de mayoría de los jóvenes se inclina hacia el área informal, dado que con una economía mutilada en la que vivimos los pocos puestos de trabajo formales se los ganan los más preparados y con más años de experiencia”, agregó Miguel Pazos, representante empresarial.

Para el profesor William Figueroa, secretario general del Sindicado Venezolano de Maestros, capítulo Cumaná, “se hace casi imposible medir el impacto de la deserción escolar dado las restricciones de las clases presenciales y las limitaciones de las modalidades en línea, lo cual imposibilita llevar un registro directo desde los centros educativos, porque hoy no hay las condiciones mínimas que garanticen la asistencia tanto de docentes como educandos”.

Figueroa afirmó que algunos sondeos nacionales arrojan resultados que hablan de una deserción de docentes de casi 87 %, y 66 % de estudiantes.

Para Carlos Marcano, dirigente juvenil “es muy afortunado quien en este país logre culminar una carrera universitaria”.

Marcano manifestó que ve con preocupación y tristeza lo que le ha tocado vivir: “Hoy no se nos garantizan los derechos fundamentales; donde la vida no vale nada; un profesional gana poco más de un salario mínimo, pero igual califica en los índices de pobreza extrema”.

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