La gente vive en alerta por la situación de violencia en las calles

Las protestas nocturnas en zonas como Chacao, El Valle y El Paraíso mantienen a la gente en zozobra. Muchos temen salir temprano, no llevan a sus hijos a las escuelas. El transporte tampoco trabaja por todas las rutas, pues hay barricadas en algunas vías principales.

Caracas. “Ya mi rutina no es la misma. De por sí estaba afectada por el tema de la escasez de alimentos. Cuando busco la bolsa del Clap pierdo un día de trabajo. Pero ahora, con las protestas y los saqueos siento temor de salir a la calle. Incluso mi hija está faltando mucho al colegio porque no sé qué pueda pasar en el transcurso del día”.

Mirian Hernández, oficinista, vive en la parroquia El Valle, y antes de que ocurrieran los saqueos en esa zona ya se sentía alterada. “Cada vez que hay una marcha de la oposición, cierran el Metro, no hay suficiente transporte y pensar que tengo a la niña en el colegio me genera estrés y miedo”.

Después de Semana Santa contó que no ha sido regular en llevarla a clases. La deja con su abuela. Pero ella tampoco ha podido estar en el trabajo relajada, pues sale una hora antes para poder comprar algo de comida. “Y es que ahora el señor de la bodega que antes trabajaba hasta las 7:00 p. m. ahora se va a las 5 porque no tiene mucha mercancía y porque le dan miedo los saqueos”.

Ramírez piensa que en estos momentos no es posible planificar, pero por lo menos hay que hacer lo más mínimo de las rutinas diarias, como salir temprano al trabajo y estar en zonas seguras. Y si se trata de llevar al niño a la escuela, tomar la decisión más pertinente que permita estar tranquilo.

Mirian trabaja en una empresa ubicada en Los Dos Caminos. Su ruta diaria la hace en Metro y en estos últimos días ha tenido que correr entre los manifestantes, “e incluso tragué bombas. Es una zozobra. Me imagino la gente que vive en esas zonas”.

En Chacao es donde las protestas han causado más estragos: cierre de vías con barricadas, mobiliario urbano destruido y comercios cerrados.

La gente en este municipio, del este de la ciudad, se encierra en los baños, ya no abre las ventanas ni se asoma en los balcones contaminados por los restos de gases lacrimógenos.

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“Tuve que quitar los pajaritos de la ventana. Ha sido muy fuerte todo esto. Apoyo la protesta pero no con tanta violencia y represión”, dijo Rosaura De Freites, quien vive cerca de la avenida Louis Roche de Altamira.

Desesperanza aprendida

La rutina de las personas a raíz de las marchas y protestas, indistintamente de la tendencia política, se ha visto afectada. En parroquias como La Vega, El Paraíso, El Valle, San Martín y La Candelaria —además de los eventos en Petare y en el municipio Chacao—, los vecinos, luego de una noche en vilo por los enfrentamientos y rumores de saqueos, temen salir temprano a sus quehaceres. Además, las vías amanecen con barricadas incendiadas y los transportistas evitan pasar por esas rutas.

“El miércoles por Bello Monte los manifestantes me golpearon el carro y los pasajeros entraron en pánico. Un niño dijo: ‘mamá nos van a quemar vivos’. Como pude salí de la situación, pero luego guardé el carro”, contó un chofer de la ruta Valle-Coche-Petare.

Juan Santiago, presidente del Colegio de Psicólogos del Distrito Capital, dijo que se está viviendo un desbarajuste social, que ha tenido un impacto fuerte en la vida de las personas. “Eso que yo llamo ‘desesperanza aprendida’. La gente perdió la esperanza en los polos políticos y ahora siente ansiedad, desesperanza y estrés”.

Explicó que hay ciudadanos que sienten obstáculos, pero que aprenden a vivir con ellos, otros los sobrepasan y algunos sienten que no pueden con ellos y ahí es donde comienzan a desesperarse.

“Las personas son como una represa y hacen un muro de contención frente a todos esos obstáculos, pero lo que estamos viendo es que ese muro pareciera no estar aguantando, pues no confían en las instituciones y han perdido los espacios públicos. Cuando eso sucede, los problemas comienzan a convertirse en una patología. La gente ya no sale a tomarse un café, una cerveza, a compartir con sus iguales y se mete en las redes sociales donde se sienten más seguros. Es como si estuviera en un toque de queda, y eso enferma a la población” (sic).

Síntomas de afectación

*Hay manifestación de angustia y miedo en la gente.

*Trastorno del sueño y del apetito.

*La gente no hace vida social. Se encierra.

*Falta a los trabajos y escuelas.

*Busca ayuda de especialistas.

El experto, de acuerdo con lo que ha visto en consulta, opinó que el ciudadano común, que se ha caracterizado por ser echado pa’lante, ahora está saturado porque vive una crisis social muy fuerte que afecta sus emociones.

De hecho, en una cola frente a la panadería ubicada en la avenida Fuerzas Armadas, las palabras tristeza, impotencia, desilusión y rabia se repetían en la mayoría de los testimonios de los consultados por Crónica.Uno.

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Marisol Ramírez, coordinadora de Psicólogos Sin Fronteras, refirió que todo lo anterior crea un clima psicológico muy complejo, donde el primer factor es la incertidumbre —y la incertidumbre sostenida.

“Una cosa es que tengamos procesos de incertidumbres breves y otra cosas es que sean cuadros prolongados, pues eso desemboca en la angustia”. Explicó que además ese sentir está acompañado del dolor y el miedo.

Esas agendas nocturnas [las protestas] lo que genera es una sensación de profunda vulnerabilidad y temor”.

Lo otro que aludió es que pareciera que en la sociedad hay una concepción de poco valor a vida y poco respeto a la dignidad. Eso agrega una tristeza profunda.

“Es un cóctel incomible e imbebible que dibuja un estado emocional tremendamente vulnerado, que hace difícil conectarse con lo posible. Así es difícil asumir la cotidianidad y sentir que la vida continúa. En estos momentos sentir que todo está normal no es posible”, señaló.

Foto referencial: Francisco Bruzco


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