La Madre María de San José es una gracia para Venezuela y para Aragua

Este 7 de mayo se cumplen 28 años de la elevación a los altares de la Iglesia católica de la primera beata de Venezuela. La difusión de su vida, su labor religiosa y su obra social es una deuda pendiente de los aragüeños y de todos los venezolanos.

Maracay. “¡Los desechados de todos, esos que nadie quiere recibir, son los nuestros!”, profesaba Laura Evangelista Alvarado Cardozo, una jovencita nacida el 25 de abril de 1875 en Choroní, estado Aragua, y que desde temprana edad decidió entregarse en cuerpo y alma a Jesucristo.

Tal vez esta frase resuma parte de la vida y obra de quien el 7 de mayo de 1995 fue elevada a los altares de la Iglesia católica, para convertirse en la primera beata de Venezuela.

Con apenas 13 años, pronuncia un voto privado de virginidad. Comienza entonces su camino a la santidad, siempre enfocado en ayudar a los necesitados y desposeídos. Lo hizo en el hospital San José, fundado por su guía espiritual, el padre Vicente López Aveledo. Sin embargo, eso sería solo el génesis de la obra social que por casi 80 años llevó a cabo.

Para principios del siglo XX, no existían en Venezuela servicios hospitalarios, sino medicaturas rurales y dispensarios y el país estaba gobernado por el general Antonio Guzmán Blanco, quien persiguió abiertamente a la Iglesia católica, cerró templos y le despojó arbitrariamente de sus bienes.

Así que Laura Evangelista vivió su infancia y adolescencia en un tiempo convulso para su fe. En Venezuela no existían conventos, por lo que la joven pensó en irse del país y ser religiosa de clausura.

Pero una vez más, López Aveledo influye en ella y la convence de fundar una congregación religiosa al servicio de los pobres.

En 1901, nacen las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús y Laura Evangelista adopta el nombre de María de San José. Desde ese momento hasta el día de su muerte, sería la superiora general de la congregación.

El legado de la beata

La madre María de San José levanta, junto con López Aveledo, el primer hospital en Maracay. Años después, ese ejercicio de caridad para con los más pobres y necesitados se extendería a La Victoria, a Falcón, Yaracuy y Cojedes, entre otras obras sociales expandidas por Venezuela y otros países.

En Aragua, la Casa Hogar Inmaculada Concepción sigue siendo la referencia obligada de esa entrega al prójimo que legó la Madre María de San José.

María de San José
Cual guardianas, las hermanas Agustinas Recoletas cuidan del legado de su fundadora. Foto Gregoria Diaz

Allí, son atendidas niñas en situación de abandono o de calle. Actualmente, 20 menores de edad ocupan la labor de un equipo multidisciplinario que requiere apoyo.

Ayuda siempre vamos a necesitar. No recibimos ningún apoyo gubernamental o institucional, así que solo vivimos por la mano de Dios”, señala la hermana Yanetzi Suárez, encargada de la institución.

La infraestructura física requiere de un mantenimiento urgente, al igual que el Santuario donde reposa el cuerpo incorrupto de la beata desde 1996.

Una gracia divina poco valorada

A 28 años de su beatificación, algunos de sus más fieles devotos creen que la figura y la obra de la Madre María de San José no ha sido tan difundida como merece.

Suyin Sequera llegó con seis años a la Casa Hogar, luego del fallecimiento de su padre y la imposibilidad económica de su madre, para mantener a cuatro hijas.

Tras culminar la primaria en la institución religiosa, prosigue sus estudios hasta convertirse en una profesional universitaria. Hoy, es la subdirectora del Instituto Agustiniano Madre María, del mismo que egresó hace más de 40 años.

“Que una santa venga de un pueblo tan hermoso como Choroní es motivo de orgullo. Tenemos que impulsar y dar a conocer a la Madre María. Los aragüeños deberíamos tener sentido de pertenencia con su figura y como venezolanos, difundir su obra aquí y en todo el mundo”, dice Sequera.

El 19 de enero de 1994, las Agustinas Recoletas, clérigos, médicos, científicos, entre otros, presenciaron la exhumación del cuerpo de la madre María de San José, enterrado en la Casa Hogar Inmaculada Concepción desde el 2 de abril de 1967, fecha de su muerte.

A mí no me van a comer los gusanos”, dijo en alguna oportunidad. Y sus palabras fueron proféticas.

El cuerpo de la religiosa venezolana estaba incorrupto y las azucenas y la cruz de madera en su pecho con las que fue sepultada, estaban intactas. La beata presentaba el proceso de momificación en la cara y las extremidades; mientras que en el tronco, el de saponificación (cambio físico de la grasa corporal, que se convierte en un compuesto ceroso similar al jabón).

En el marco del 50 aniversario de su muerte, su corazón real fue trasladado y expuesto en la Capilla de Adoración Perpetua del Instituto Corazón de Jesús, en Los Teques, estado Miranda.

Luego del tratamiento de conservación, se hizo una jornada de veneración que la condujo finalmente a los altares. Esto una vez que el Vaticano certificó la curación de la hermana Teresa Silva, tal y como se lo había profetizado años antes la madre María de San José.

El legado que dejó la beata es el de servir a los más necesitados. Su obra reviste mucha importancia para la fe católica y de allí la insistencia de la congregación que ella fundó, en preservarla, al igual que su cuerpo.

Un cuerpo incorrupto no es cualquier cosa; eso es un regalo, una gracia. Es una reliquia y es ese hilo que nos conecta con el Señor, por eso debemos cuidarlo”, dice la hermana Yésica, responsable del Santuario.

La religiosa pide seguir apostando por este testimonio de vida, a través de las ayudas y aportes que permitan la preservación y conservación del Santuario y del cuerpo de la primera beata de Venezuela.

Al Santuario de la Madre María le urge mantenimiento. Foto Gregoria Diaz

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