Hace 40 años Omaira Mijares empezó a decorar la Cruz de Mayo en un taller dentro de casa, en el barrio Sucre de la parroquia 23 de Enero. Los vecinos van su vivienda para la celebración, que incluye repique de tambores, cantos alegóricos, un gran sancocho y “calentaíto” andino.


Caracas. Mientras Omaira Mijares le da clases de actuación a una de sus bisnietas, decora una de las tres cruces que tiene en su taller y que forman parte de la tradición de Cruz de Mayo que celebran en el barrio Sucre del 23 de Enero.

Ya las tres cruces están envueltas en papel marrón, que va pegando con silicona caliente. Solo falta decorarlas con flores de papel o foami, que previamente hizo. Este año reciclará todas flores que tiene almacenadas de años anteriores. Pero aún no define la combinación de colores.

Los signos del paso de la vida se notan en el rostro de Omaira Mijares, una mujer morena, de estatura baja y de cabello corto. Tiene 74 años de edad.

Omaira tiene más de 40 años decorando cruces para la tradición de la Cruz de Mayo en su barrio. Vive con su esposo, hijos, nietos y bisnietos en una casa de una sola planta, pero con un amplio taller en el que guarda todos sus utensilios y sus cruces, entre varias matas y la ropa recién lavada.

Foto: Tairy Gamboa
Cuatro décadas de tradición

Omaira comenzó la tradición dentro de casa. Siempre ha decorado tres cruces, “dos de los dos ladrones y la de Jesús”, como explica la biblia en el Calvario de Cristo.

Recuerda que a sus vecinos del barrio Sucre les gusta ir a su casa para la celebración de la Cruz de Mayo, que incluye repique de tambores, cantos alegóricos, además de un gran sancocho y varias botellas de calentaíto andino.

Con el paso del tiempo Omaira decidió sacar la celebración para al frente de su casa y toda la comunidad se involucró, colaboran con dinero, materiales o ingredientes para la comida.

A la gente le gustaba mucho cómo hacíamos el velorio de cruz. Entonces decidimos sacarlas.

Esas primeras cruces que Omaira sacó a la calle las vistió de claveles hechos de papel de baño de colores amarillo y rosado. Nadie creía que eran flores de papel higiénico. Eso fue el año 1984, según sus cuentas.

Foto: Tairy Gamboa
Cruz de Mayo: cultura y religión

La tradición de la Cruz de Mayo es una celebración que tiene origen en los años de la colonia. Es una mezcla de cultura y religión que fue declarada Patrimonio Cultural de Venezuela en el 2014 por el Instituto de Patrimonio Cultural.

Las festividades de Cruz comienzan el 1° de mayo. Estos símbolos son decorados y puestos en altares hasta el día 3 cuando hacen el velorio, una procesión de devotos, que llevan las cruces de puerta en puerta.

Omaira, en cambio, organiza el velorio el tercer domingo de mayo. Antes de eso solía acudir a velorios organizados en otras parroquias caraqueñas.

De generación en generación

Esta vecina, bastante popular en su comunidad, no recuerda muy bien los orígenes de esta tradición. Solo recuerda que la aprendió de su mamá, quien a su vez la aprendió de la abuela de Omaira.

Éramos tres hermanas y mamá un día nos mandó a hacer una cruz a cada una. Siempre quedaba más bonita la mía. Luego ella decidió que yo vestiría las tres.

Foto: Tairy Gamboa

De pequeña la mamá de Omaira llevaba a sus tres hijas a la celebración de Cruz de Mayo a un pueblo del estado Miranda del cual Omaira ya no recuerda su nombre.

Yo estaba pequeñita y allí veía una cruz muy grande, y dentro de mí le pedía a Dios que yo quería una cruz así.

Y así fue. Desde hace muchos años Omaira tiene una cruz de dos metros hecha de madera, que es la cruz principal. Son tantos años con esa cruz que el año pasado se partió en la base.

Desde que se dañó Omaira decidió dejarla “vestida” con la última decoración que tuvo, de color morado. La dejó acostada en una mesa en su taller, a la espera de que el carpintero de la zona pueda salvarla.

No la he desvestido rogándole que me traiga al carpintero para ver si se puede arreglar. Si no, me tocará quemarla.

Cruz de Mayo en pandemia

En los dos años de pandemia de COVID-19 Omaira igual vistió las cruces, solo que no organizó los cantos, pero sí las sacó frente a su casa y algunos vecinos que pasaban se detenían a rezar, sobre todo los adultos mayores.

Foto: Tairy Gamboa

Omaira trabajó para el Ministerio de Educación como maestra de tradiciones venezolanas en varias escuelas públicas del municipio Libertador.

Mucho de lo que aprendió de las tradiciones venezolanas, lo hizo de manera empírica asistiendo por cuenta propia festividades como los Diablos de Yare o de Ocumare de la Costa, al San Juan de Curiepe, los bailes de la burriquita, las paraduras, los velorios de cruz, entre otras expresiones culturales del país.

Ahora Omaira solo va a los eventos culturales que organizan sus vecinos más cercanos. Ya no ve muy bien y su cuerpo se mueve lento. Aún así se dedica a dar las clases de actuación, canto y danza a 16 alumnos del 23 de Enero, entre esos sus bisnietos, desde su taller en casa o algunos espacios culturales de la parroquia.

También sigue como vocera cultural del consejo comunal de la zona, aunque desde hace tiempo pide un reemplazo.

Pero les estoy pidiendo que pongan a alguien que de verdad se ocupe de los niños y que se ocupe de las tradiciones de la comunidad. Que el velorio de Cruz y la Paradura del Niño no se acaben, pero nadie de por aquí quiere.

El deseo de Omaira es que después de que ella no esté, en la comunidad se sigan organizando las festividades culturales y que los niños y niñas aprendan sobre el tema.

Por eso el lema que le repite a sus alumnos es: Si vamos a sembrar, que sea para siempre. No importa que ustedes no estén, lo importante es que le quede a otros.


Participa en la conversación