Mineros de Maracaibo (I): en busca de un golpe de suerte en una montaña de basura

Mineros de Maracaibo

En el barrio Jesús de Nazaret, al oeste de Maracaibo, se alza lo que los habitantes del sector han bautizado como El Ávila, una acumulación de desechos que ha servido para el sustento de más de 200 familias del sector en los últimos 20 años. Muchos van en busca de un tesoro: prendas de oro o algunos minerales valiosos que les permitan escapar de la pobreza.

Maracaibo. El calor es sofocante a cualquier hora del día. Los niños caminan descalzos y harapientos por las polvorientas calles del barrio Jesús de Nazaret, ubicado al oeste de Maracaibo. Al adentrarse en sus callejones, la brisa caliente trae un olor espeso. Es el cerro El Ávila, una montaña de basura que da de comer a más de 200 familias del sector.

Según Juan Atencio, fundador de la zona, hace 20 años este terreno, que ocupa una extensión de una hectárea aproximadamente, se usó para sacar cobertura vegetal usada para construcción. “Tiempo después el antiguo concejo municipal de Maracaibo comenzó a traer basura para acá, para rellenar los huecos. Así se hizo ese inmenso cerro al que nosotros bautizamos cerro El Ávila. Con el paso del tiempo el barrio se fue poblando, parece que para acá se mudó la pobreza, porque aquí la mayoría vive de lo que él nos escupe desde hace más de cuatro años”.

Mineros de Maracaibo
Los mineros suben el empinado camino hacia el llamado cerro El Ávila para comenzar su faena diaria de 10 horas. Foto: José Núñez.

Una calle de arena conduce al corazón del lugar. Cercado con alambre de púas, un empinado camino desemboca en la planicie del terreno gris y a simple vista desolado. “Hay que caminar con cuidado, no se vayan a ir por un hueco”, advierte Atencio, quien es comprador de chatarra en la zona.

Barrio Jesús de Nazaret
Los mineros han construido carpas improvisadas para protegerse del sol durante las largas horas de excavación en el cerro. Foto: José Núñez.

Unos trozos de tela cubren algunos puntos del terreno, mientras un grupo de indígenas conversa debajo de una lona. El mayor de ellos, Camilo González de 48 años “deshuesa” una bobina de un carro de juguete.

Yo antes era albañil, pero la cosa se puso mala y no hubo más trabajo. En el barrio donde yo vivo con mis hijos y mi mujer se corrió la voz de que aquí la gente sacaba chatarra y se podía vender; si contabas con un poco de suerte podías conseguir oro o plata y ahí sí estabas hecho, así que me vine para acá con 4 sobrinos, y de verdad con lo que hacemos aquí comemos. No es mucho, porque antes rendía un poco más y se conseguían más cosas pero como mucha gente ha venido a escarbar cada vez hay que hacer los huecos más hondos para conseguir algo. Yo hago a diario entre 15.000 y 20.000 bolívares, con eso compro arroz y pellejos y comemos una vez al día en la casa, sin sal, sin aceite y sin nada. Mientras yo estoy aquí mis hijos aguantan con mango”.

Al menos 200 personas hurgan de manera intermitente en el cerro El Ávila. Con pico y pala en mano el trabajo consiste en cavar huecos de hasta tres metros de profundidad en busca de “la mina”, ya sea chatarra o cualquier pedazo de oro o plata. En el caso de Camilo, hasta la fecha el cerro no le ha “escupido” nada, pero dice que no pierde la fe. “Algún día me tiene que dar la liquidación porque le he trabajado muchos años por sueldo mínimo”, dice el hombre con acento wayúu entre risas.

Mineros de Maracaibo
La familia González tiene cuchillos para defenderse ante posibles robos de otros mineros o compradores de chatarra. Foto: José Núñez.

El recorrido continúa pisando firme y sin descuidar la mirada del suelo. “Cada quien tiene su hueco, aquí nadie se mete con el hueco de otro porque se forma un problema. Por eso le ponemos telas, para identificarlos y cubrirnos del sol porque uno pasa horas ahí abajo dándole. Yo tengo apenas un año viniendo para acá, solo he conseguido bronce y cobre. El trabajo es duro porque cuando uno remueve la basura hace más calor y los gases son feos, pero la necesidad es dura”, dijo Leonardo Montiel, mientras tomaba un descanso bajo el único árbol que hay en el lugar.

Botadero peligroso
Ricardo Boscán, expresidente del Instituto Municipal de Aseo Urbano de Maracaibo (Imau), explicó que este no es el único botadero de basura clandestino que opera en Maracaibo hace años. “Ese lugar nunca fue apto para vaciar residuos, porque un relleno sanitario tiene unas especificaciones especiales para la descomposición de la basura, como la separación orgánica y laguna de lixiviados. Efectivamente, ese era un saque de capa vegetal propiedad de Nelio Urdaneta. Posteriormente otros gobernadores comenzaron a vaciar la basura de Maracaibo ahí, generando un problema ambiental porque eso significa un riesgo grandísimo para esa comunidad. Los gases que emana la basura mal dispuesta son muy tóxicos. Para librar a esa comunidad habría que desalojarla de ahí y hacer un trabajo inmenso de desintoxicación de la zona”.

Un golpe de suerte

Gregorio Bravo, de 29 años, es el “minero” más reconocido de la zona. Hace un año, mientras escarbaba en su hueco, consiguió un zarcillo y un anillo de oro. Así comenzó su “buena racha”, como el mismo la define.

“Yo no tenía nada, vivía arrimado con mi mujer y mis hijos y todos los días iba para el cerro. Una tarde vi que algo brillaba pegado en una bolsa y cuando revisé era un zarcillo, me lo metí en el bolsillo y seguí cavando y conseguí el anillo. Recogí la pala y me vine. Después, al tiempo conseguí otro zarcillo y con eso completé y compré esta casita. Hace unos seis meses conseguí una esclava y le puse un negocio a mi esposa, con esto nos mantenemos”.

Mineros de Maracaibo
Gregorio Bravo contó que con el oro que le “escupió” el cerro pudo comprar su casa y montar un negocio. Foto: José Núñez.

En lo que va de año el joven no ha vuelto a escarbar, pero para él no es algo definitivo. “Si toca volver lo hago, yo todavía tengo mi hueco allá”, dijo sentado frente a su casa en una enramada donde vende huevos, pan y cigarrillos.

Gregorio confesó que antes venían muchas más personas a buscar en el cerro “una oportunidad para salir de la pobreza”. Los hallazgos de oro fueron tantos que muchas de esas familias dejaron sus casas para irse a Colombia con lo que lograron obtener por la venta del metal precioso.

Actualmente, abundan el hierro y bronce debido a que era frecuente, años atrás, que en esa zona se desvalijaran vehículos.

Sobreviven de lo que encuentran en la basura
Cada familia tiene su hueco. Una parcela de basura vieja y seca que en ocasiones queman para facilitar el trabajo. Foto: José Núñez.

Juan Atencio explicó que la gente comienza a subir a las 7 de la mañana hasta el mediodía. A esa hora hacen una pausa para tomar agua y descansar. Se retoma el trabajo a las 2 de la tarde hasta las 5. “A esa hora ya están los compradores de chatarra con sus camiones y carretillas listas para comprar. Los precios varían mucho: pagan de 500 a 1000 bolívares por el hierro y el cobre. El bronce es un poco más caro, hasta 1500 te pueden ofrecer”.

Las ganancias diarias oscilan entre los 15.000 y los 30.000 bolívares en los días buenos, lo que alcanza para comer una vez al día en la mayoría de los hogares de quienes cavan en el lugar. Roxana Gonzáles, dueña de un abasto en la comunidad, dijo que lo que más consumen “los mineros” es arroz, harina, queso y “manguera” como se conoce a la salchicha colombiana.

Barrio Jesús de Nazaret
Camilo “deshuesa” una pequeña bobina de un auto de juguete que encontró en la basura. Con un alicate extrae el alambre de cobre en su interior. Foto: José Núñez.

“Nosotros vendemos aquí por teticas (al menudeo) para que les alcance y salga la mercancía, un kilo de arroz y harina está en 10.000 bolívares, pero podemos vender la mitad. La manguera en 2500 y el queso vale 3000, unos pedazos que nosotros hacemos porque nadie compra por kilo”.

Literalmente los mineros del barrio Jesús de Nazaret, están hundidos en la basura. Expuestos a enfermedades y accidentes de todo tipo, hurgar en la basura es inseguro, pero para muchos no hay más remedio. La crisis por la que atraviesa Venezuela ha dejado a no menos de 100 padres de familia desempleados en este sector perteneciente a la parroquia Idelfonso Vásquez, según una encuesta realizada el año pasado por el consejo comunal de la zona, lo que agravó la situación de pobreza extrema.

Basura venenosa

Al descomponerse la basura orgánica, se genera metano, un gas nocivo para la salud humana. El metano es altamente combustible y, mezclado con plástico y fuego, resulta venenoso. Se produce cuando se descompone el material orgánico en ausencia de oxígeno, por eso es conocido como “el gas de los pantanos”. Las inhalaciones prolongadas de estos gases podrían originar infecciones gastrointestinales, afecciones respiratorias y cardiacas, hasta la muerte por envenenamiento.

Mineros de Maracaibo
Los mineros de Maracaibo viven hundidos en la basura, en una carrera entre la suerte y la muerte. Foto: José Núñez.

Participa en la conversación