No hay ninguna obra de arte del amplio patrimonio cultural del Metro de Caracas que no muestre a simple vista el desdén institucional y social que las ha condenado a voluminosas y añejas capas de suciedad, al vandalismo y el agravio.
“Te amo, negra” se puede leer a un costado de Puntas de plata de Wladimir Politano, una obra de arte que sobrevive en la estación del Metro El Silencio entre la indiferencia institucional y las innumerables “dedicatorias de amor” que han dejado rayadas por toda su estructura de hierro pintado. Esta es la realidad de la colección de obras de arte del Metro de Caracas que, según el Institutional Assets and Monuments of Venezuela (IAM) para 1990 estaba constituida por 36 piezas de diversas expresiones artísticas, ubicadas dentro y fuera de las estaciones.
Las obras en la estación La Hoyada presentan el mismo panorama de desdén, el cual se puede comparar con el mal estado en el que están las infraestructuras de las estaciones, las escaleras eléctricas y los trenes. El polvo acumulado sobre la armadura de Cuadriláteros de Gertrud Goldschmidt (Gego) deja a la vista la falta de mantenimiento y políticas públicas en favor del resguardo del patrimonio cultural.
Para Ricardo Sansone, extrabajador del Metro y fundador de la ONG Familia Metro, la indiferencia hacia las obras de arte que pertenecen a la compañía tiene que ver con “la llegada de un modelo gerencial orientado más hacia lo político”, que derivó finalmente en “el abandono total de la esencia” con la que fue construido el sistema de transporte subterráneo de la ciudad capital.
“El Metro de Caracas se concibió como un sistema de transporte integral con el objetivo de lograr la transformación de la ciudad, no solo con la construcción de espacios abiertos en las cercanías de las estaciones, como es el caso de los bulevares de Catia y Sabana Grande y la Plaza Venezuela, sino que también tenía como meta integrar obras de arte a la ciudad. Todo esto como parte de un proceso de enriquecimiento cultural de Caracas”, recuerda.
El la página oficial de IAM se puede leer que “el Proyecto Cultural del Metro fue creado en 1982, y su puesta en marcha fue a partir de la inauguración, el 3 de enero de 1983, un día después de que el sistema comenzó a operar. El lanzamiento se hizo en paralelo con una campaña educativa de formación de los usuarios, cuya finalidad era conseguir usuarios comprometidos y conscientes, capaces de mantener y cuidar el Metro”.
En la actualidad hay quienes aprovechan las piezas del Cubo virtual azul y negro con progresión amarilla de Jesús Soto, ubicado en Chacaíto, para pegar todo tipo de anuncios clasificados y calcomanías. A pesar de la basura, el óxido y las partes dañadas, esta pieza de Soto sigue mostrando su vasta imponencia a todo aquel que transite a su alrededor.
Zayda García Valecillo, investigadora y educadora patrimonial en las áreas de Arte y Ciudadanía, considera que la compañía Metro de Caracas, como responsable, debe garantizar no solo la conservación y puesta en valor de su patrimonio artístico, sino también fomentar políticas públicas que permitan a las personas acercarse y apreciar los aportes culturales del arte en la calle.
“No hay ningún mecanismo que permita a las personas aproximarse y apropiarse de estas obras, y aprender sobre ellas. Las obras en espacios públicos requieren no solo conservación, sino también de mecanismos de interacción que permitan conocerlas y disfrutarlas para que sean parte de las vivencias y la cotidianidad de la gente, y que no solo sean elementos decorativos o de paso que están allí”, agrega.
Por su parte, Sansone recuerda que, en sus inicios, el Metro contaba con una oficina de promoción cultural y un presupuesto asignado para el mantenimiento de las obras de arte. A tal punto que varias obras exhibidas dentro de las estaciones contaban con seguro propio, como era el caso de El Kaleidoscopio de Beatriz Blanco. “También, cuando se ordenaba el mantenimiento de alguna, se llamaba directamente al artista para que diera las instrucciones de cómo hacerlo”, añade.
A la entrada de la estación La Hoyada, la economía informal se apoderó de la estructura de Armonía de volúmenes y espacios de Francisco Narváez, mientras que unos metros más adelante está Amistad de Ana Ávalos, cuya base, que además está rota, parece servir para que algunos dejen peroles. Sus figuras también se observan magulladas y llenas de sucio. Desde la perspectiva de Sansone, el desprecio institucional hacia el patrimonio cultural, no solo del Metro de Caracas, tiene relación con que “el gobierno haya reducido al ámbito cultural cosas que solo ensalcen o eleven la revolución”.
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