Christopher Nolan exhibe un thriller político de una intensidad que se agradece. Una historia que le exige compromiso al espectador para adentrarse en los dilemas del creador de la bomba atómica.

Caracas. Robert Oppenheimer contempla un cuadro de Pablo Picasso. La fascinación por la realidad fragmentada, el objeto desde distintas perspectivas. Una revolución en la interpretación del mundo, la obra de un artista cuyo nombre quedó para siempre en las páginas sobre quienes crean mundo.

El protagonista de Oppenheimer quiere hacer historia, como el artista español. Es un científico con cada vez más renombre, un físico teórico cuya invención será tremendamente palpable, real y devastadora, pero todavía no es testigo de las derivaciones de la creación que a su vez es antítesis.

La más reciente película dirigida por Christopher Nolan es un hecho contemplativo, el atestiguamiento de una decisión traumática en la historia del siglo XX, un parteaguas en la dinámica del mundo.

El largometraje cuenta cómo J. Robert Oppenheimer es convocado por el gobierno de Estados Unidos para liderar el equipo que logre la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. Saben que el enemigo trabaja en lo mismo, por lo que es necesario apresurarse.

La obra está dividida en tres partes muy bien delimitadas. De hecho, podrían ser tres películas distintas y no sería desquiciado. Cada una quedaría con el justo sentido, como los buenos cuentos de un narrador atinado.

Oppenheimer
Oppenheimer ha sido una de las películas más esperadas del año 2023

Un protagonista consciente de lo que es, pero ávido de elegir el camino que lo lleve al siguiente nivel, uno que supere a los que miraba en el olimpo de la ciencia. Luego la aceptación de la misión, de una empresa en tiempos muy convulsos y desgastantes, desafíos que tambalearon al mundo. Al final, las consecuencias de los actos, las secuelas del reconocimiento en momentos de intriga política, las miserias humanas después del logro, y las alianzas que se mantienen.

Christopher Nolan escribe un guión basado en el libro Prometeo americano, de Kai Bird y Martin J. Sherwin, la biografía del llamado padre de la bomba atómica, la tecnología que devastó a Hiroshima y Nagasaki. Un título que alude a la mitología griega, a ese personaje que robó el fuego a los dioses para dárselo a los humanos. Por esa osadía, Prometeo fue castigado.

Tal cual, como esa figura, J. Robert Oppenheimer termina encerrado en los tormentos de su creación al constatar la inevitable realidad del poderoso armamento. Una empresa llamada para finalizar una cruenta guerra, pero que a la vez comenzó una carrera armamentista que generó una zozobra, especialmente durante la Guerra Fría, en la que la geopolítica se entramaba con ojivas, como ocurrió en Cuba durante la crisis de los misiles. Diatribas sobre la autodestrucción que la cultura popular registró en películas como El planeta de los simios (1968) o canciones como “Fight Fire With Fire”, del álbum Ride the Lightning (1984) de Metallica.

Oppenheimer
Oppenheimer es una película sobre la guerra que muestra los tras bastidores de la batalla

El protagonista no solo fue objeto de un dilema moral, esas preguntas sobre cómo un genio puede ser sabio, la perspectiva de futuro ante tanto poder en manos de una humanidad inestable. También es perseguido en una trama política con ínfulas jurídicas sospechoso de haber espiado para los soviéticos. Hay otro encierro que lo acecha, uno mucho más tangible, pero no por eso peor que lo que carcome su mente. 

“Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”, es una de las líneas del Bhagavad-Gita que se cita en el metraje. La película maneja esa combinación de ciencia y metafísica como inquietudes que no se niegan.

Albert Einstein (Tom Conti) es una especie de conciencia que advierte los derroteros que enfrentará el protagonista, un maestro que conoce los alcances de esas formulas y los tras bastidores del poder.

Cillian Murphy seguramente recibirá una nominación al Oscar por su interpretación de J. Robert Oppenheimer. Desde el principio hasta el final es la caracterización ambulante de un triunfador que descubre las consecuencias de su creación.

El elenco que lo rodea está a su misma altura, especialmente Robert Downey Jr., Emily Blunt y Matt Damon. Florence Pugh no destaca como es costumbre, pero es más un tema del director, que no suele desarrollar al máximo sus personajes femeninos.

La música de Ludwig Göransson es más que un susurro que enaltece. El compositor corresponde al estremecimiento de cada paso en la trama, mientras que la fotografía de Hoyte Van Hoytema regala postales de 2023.

Oppenheimer
El largometraje se estrena a la par de Barbie, perteneciente al anterior estudio del cineasta

Christopher Nolan exige al público a formar parte activa en el ejercicio de memoria del rompecabezas de su obra –con ingeniosa alternancia entre el blanco y negro y el color–, a la vez que la sospecha es constante en el acecho de dos potencias enfrentadas, el héroe es coronado por su manejo de la ciencia y la tecnología, se constata la urgencia en una guerra que nunca se muestra, se quiebra una amistad mientras se desarrolla el miedo ante la posible aniquilación total. Todo el ideario del cineasta en Oppenheimer. La observación de la naturaleza humana en tres horas que pasan como si nada.

El largometraje es claramente antibélico. Está lejos de la discusión que fríamente justifica el uso de las bombas en la guerra contra Japón, como han subrayado autores como el español Antonio Escohotado o algunos de los historiadores de la serie documental WWII in Color: Road to Victory, disponible en Netflix; aseveran que la decisión acortó el enfrentamiento y salvó más vidas de las que se perdieron.

Oppenheimer se inscribe así no solo como la mejor película de Christopher Nolan, sino como una de las más trascendentes de los años recientes. De las estrenadas en 2023, es la más completa como obra en todos los sentidos.

Oppenheimer
Oppenheimer devuelve a la cartelera un carácter épico en su oferta

El director invita a contemplar una historia cuyo final se conoce de antaño, pero genera una genuina intriga por la compenetración que provoca en cada hecho, en cada personaje. Un ejemplo es todo lo que ocurre en la prueba Trinity. Además, por momentos el público puede hasta sospechar de los sentimientos del protagonista.

Una película que absorbe al espectador, le exige compromiso más allá de lo normal. La luz de la sala genera un desasosiego ante lo que se vio, como si repentinamente quitaran el cordón umbilical y la conciencia advirtiera del arrebato de una parte. Reflexión para el camino de regreso. 

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