Pablo Azuaje danza desde los siete años de edad, cuando fue prometido por su madre ante el Santísimo Sacramento. Es el primer capataz de los Diablos Danzantes de Yare, desde hace 38 años. Este jueves, 16 de junio, es día de Corpus Christi.

Caracas. Pablo era un niño cuando en el velorio de un primer capataz escuchó a dos familiares del fallecido decir: Tanto que yo le dije a mi hermano Amador que no se metiera a capataz porque los capataces no duran, se mueren rápido. Esas palabras quedaron en la mente de Pablo hasta que él, años después, fue nombrado primer capataz de los Diablos Danzantes de Yare.

El físico de Pablo Azuaje hace imaginar que su personalidad es la de un hombre de carácter recio y de seriedad absoluta. Tiene 72 años de edad, es de piel morena, alto, lleva lentes y al caminar suele tener las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Pero, como una paradoja, su tono de voz dista de una persona sencilla y de confianza.

Pablo Azuaje danza desde los siete años de edad.| Foto: Luis Morillo

Desde hace 38 años Pablo es el primer capataz de la cofradía de los Diablos de Yare, un pueblo del estado Miranda, a unos 40 kilómetros de Caracas. A pesar de las creencias populares, Pablo ha sido el capataz que más tiempo ha estado al frente del cargo más importante y de mayor respeto dentro de la tradición. El capataz principal es como el jefe de la casa.

El antecesor de Pablo fue Miguel González, él le cedió el cargo en su lecho de muerte. Tú vas a ser el primer capataz, le dijo a Pablo, quien sorprendido y nervioso le respondió que no era posible porque él apenas tenía 34 años y los capataces eran hombres de entre los 50 y 60 años de edad. Pero Miguel le repitió: Te estoy diciendo que tú vas a ser el primer capataz.

Yo le dije, ‘cálmate, Miguel’, porque se me quiso sofocar.

Este 2022 se celebrarán 273 años de la danza de los Diablos de Yare.| Foto: Luis Morillo

Pablo aceptó la petición con el miedo de morir jovencito y que se repitiera la historia que escuchó de niño sobre Amador Díaz, quien duró pocos años como primer capataz. Yo reconozco que era muy joven, pero acepté y dije ‘Santísimo Sacramento, en tus manos estoy’. Ahora, este humilde servidor, es el capataz que más ha durado.

El primer capataz es el encargado de toda la danza. Su trabajo empieza desde el día antes de Corpus Christi cuando la cofradía solicita ante la iglesia el permiso de danzar por todo el pueblo. Ser primer capataz en danza no es fácil, hay que tener mucha resistencia y mucho fuelle.

Pablo danza desde los siete años de edad, cuando fue prometido por su madre ante el Santísimo Sacramento, devoción católica a la que le atribuye el milagro de haber sanado de los problemas de la vista que padecía desde niño.

El primer capataz usa dos máscaras, una el miércoles 15 de junio y otra el jueves 16 de junio.| Foto: Luis Morillo

Aunque no hay registros históricos, la leyenda cuenta que los Diablos Danzantes de Yare tienen su origen en 1749, en la ciudad de Caracas. Las primeras máscaras fueron hechas por los esclavos con taparas. Estos danzaban con los rostros cubiertos el día de Corpus Christi porque era el único día libre que tenían en el año. Este 2022 se celebrarán 273 años de la danza de los Diablos de Yare.

Ahora las máscaras son de mayor elaboración y coloridas. Los diseños actuales varían de acuerdo con la creatividad del artesano que las elabore. La tendencia de los últimos años entre los diablos más jóvenes es agregarle colores fosforescentes. Sin embargo, aún se elaboran los modelos basados en una estética más tradicional, para los integrantes más antiguos de la diablada de Yare.

La tendencia actual entre los danzantes más jóvenes son los colores fosforescentes.| Foto: Luis Morillo
Las máscaras son de mayor elaboración y coloridas. Estas son las tradicionales.| Foto: Luis Morillo

Dentro de la Casa de los Diablos, en Yare, este año se elaboraron 420 nuevas máscaras, que incluyen las dos que llevará Pablo; una que usó el miércoles, 15 de junio. La otra se la pondrá este jueves, 16 de junio, día de Corpus Christi, cuando se hará la danza que inicia en horas del mediodía y termina entrada la noche.

Previo a la danza, Pablo acude con las autoridades eclesiásticas al cementerio del pueblo para rendir tributo a los diablos fallecidos. Luego viene la misa, a eso de las 10:00 a. m. Finalmente, casi a mediodía inicia el recorrido.

Este año los diablos recorrerán 46 altares por todo el pueblo. A la diablada se incorporarán 82 nuevos promeseros, luego de dos años de suspensión de nuevas juramentaciones debido a la pandemia de COVID-19.

Pero a pesar de las restricciones de movilidad, durante esos dos años los diablos de igual forma danzaron, aunque con menor asistencia. En total, según el registro que lleva la cofradía, son más de 2500 promeseros.

Según el registro que lleva la cofradía de los Diablos Danzantes de Yare, son más de 2500 promeseros.| Foto: Luis Morillo

La máscara del primer capataz es la única que lleva cuatro cachos. El segundo y tercer capataz llevan tres y los arreadores y promeseros, solo dos.

No es fácil llevar esos cuatro cachos, ironizó Pablo, mientras se le escapaba una carcajada. Sobre todo porque para ser primer capataz hay que cumplir con ciertas características. La principal: Ser un hombre de moral intachable, que no tenga vicios ni pendientes con la justicia terrenal ni la justicia divina.

No puede ser un borrachito, un drogadicto o que haya estado en la cárcel.

La máscara de los arreadores y promeseros solo lleva dos cachos.| Foto: Luis Morillo

Otras características de un primer capataz son: ser un hombre humilde y trabajador y ser un hombre de fe que respete al Santísimo Sacramento. Fuera de la cofradía, Pablo fue por muchos años conductor de transporte público y ahora tiene un comercio junto a su familia. Está sano y se siente fuerte para seguir al frente del cargo.

No obstante, Pablo ya tiene cuatro promeseros en la mira, aunque ellos no lo saben. Ha observado su comportamiento, no solo el día de Corpus Cristi, nueve domingos después de la Pascua de Resurrección, sino cómo son sus vidas y su comportamiento el resto del año.

En caso de un final inesperado para Pablo, la elección del primer capataz se realiza a través de votación interna entre los miembros de la cofradía. Se hacen varias postulaciones, pero cada participante debe tener mínimo 25 años danzando en honor al Santísimo Sacramento.

Infografía: Amadeo Pereiro
Las mujeres también son primeras capataces

Isabel Palma es primera capataz desde hace nueve años, cuando recibió el cargo de manos de su madre, Petra Rafaela González, quien falleció a los 98 años de edad. Isabel nació en Cúa, estado Miranda, pero desde hace muchos años se mudó a Yare.

A Isabel, de 91 años de edad, hablar de la tradición de los Diablos Danzantes de Yare le trae el recuerdo de su madre, pero también de su esposo y de sus dos hijos fallecidos. Esos recuerdos le nublan la vista de lágrimas. Es poco lo que últimamente Isabel sale de su casa, en donde vive con algunos de sus hijos, (en total tuvo 10), más sus nietos, bisnietos y tataranietos.

Isabel Palma, de 91 años, es primera capataz desde hace nueve años.| Foto: Luis Morillo

Isabel usa un bastón, aunque camina por sí sola. La primera capataz habla con fluidez, pese a que su tono es tan bajito que el sonido del canto de los pájaros que hay en su casa se escucha más fuerte que su voz. Desde hace varios meses tiene molestias en la zona de la cadera. La estatura de Simona se confunde con la de los niños y niñas que corretean por la casa.

El que tiene a su mamá viva es feliz. Madre es madre.

Cuando habla de su cargo dentro de los Diablos Danzantes se le hace inevitable llorar.| Foto: Luis Morillo

Ya los dos trajes que usará Isabel estaban listos con anticipación. Uno lo utilizó el miércoles, 15 de junio, y otro este jueves, 16 de junio. Ella, como máxima autoridad femenina, junto con la segunda y tercera capataz son las únicas mujeres que dentro de la tradición de los Diablos Danzantes de Yare van vestidas completamente de rojo, como lo hacen los hombres. El resto va de blanco y rojo.

Las mujeres no danzan ni llevan máscaras. El papel que les fue asignado dentro de esta tradición de sincretismo, entre el catolicismo y las costumbres de indios y esclavos, es el de cuidadoras y supervisoras los altares. De esta forma, las mujeres pagan sus promesas ante el Santísimo Sacramento. En cambio, los hombres lo hacen danzando.

Isabel es la máxima autoridad femenina y junto con la segunda y tercera capataz son las únicas mujeres que dentro de la tradición de los Diablos Danzantes de Yare van vestidas completamente de rojo.| Foto: Luis Morillo

De una manera u otra las mujeres siempre han pertenecido a la cofradía, explicó el presidente de la cofradía, Manuel Zurita. Los reglamentos de los Diablos Danzantes de Yare estipulan que para que las mujeres capataces puedan bailar, el primer capataz debe autorizarlo.

Las historias que escuchó Manuel, de voz de su padre sobre las mujeres capataces que antecedieron a Isabel, relatan que eran “mujeres con tabaco en la vejiga”, un dicho que usan los hombres del llano para describir a “mujeres de carácter fuerte”.

Tanto hombres como mujeres pueden ser arreadores. Su rol es el de mantener ordenada la diablada.| Foto: Luis Morillo

Cayetana Valdez, una primera capataz, fue una mujer que se hacía lo que ella decía dentro de la danza. Mi papá, quien danzó por años, me cuenta que Cayetana le quitaba la máscara al primer capataz y bailaba aunque estuviera prohibido. Le decía al capataz: Voy a bailar, ahora me toca a mí’’, explicó Manuel.

Como primera capataz, Isabel recibe muchas visitas en casa y sabe que le toca explicar en qué consiste la tradición de los Diablos Danzantes de Yare. Tampoco olvida mencionar que en el año 2012, cuando ella aún era arreadora, la Unesco los declaró Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad, junto con las otras 10 cofradías de Diablos Danzantes que hay en Venezuela.

Tanto hombres como mujeres pueden ser arreadores. Su responsabilidad consiste en mantener ordenada la diablada durante toda la danza y estos igualmente son supervisados por los capataces.

Cuando suenan las cajas de los tambores, que acompañan la danza, Isabel siente que algo dentro de su cuerpo cambia. Es la emoción que la invade y le da la fuerza suficiente para acompañar a la procesión, sin importarle el peso de los años que acumula.

Eso es precioso. Todos mis hijos fueron diablos y ahora con el poco de nietos que tengo, más diablos voy a tener.

En 2012 la Unesco declaró a los Diablos Danzantes de Venezuela Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.| Foto: Luis Morillo

Durante la danza, Isabel y sus otras dos capataces llevan un mandador de madera en la mano. Este instrumento, también conocido como látigo, era lo que solían llevar los capataces de las grandes haciendas que existían en los años de la colonia para mandar a los esclavos.

Las mujeres capataces usan los mandadores dentro de la danza para ordenar a la diablada, pero también para soltar uno que otro toquecito que le indica al diablo que así no se debe danzar. Hay unos que saltan y brincan. Eso no es así, así no se danza.

Foto: Luis Morillo

Para bailar ante el Santísimo Sacramento, los diablos deben seguir unos pasos al son de la caja. Se suele bailar entre dos diablos como si se estuvieran llamando con la mirada a través de las máscaras y cuando están frente a los altares, las máscaras deben estar hacia abajo en señal de respeto y sumisión ante Jesús sacramentado.

Cuando la vida se lo permitía, Isabel se dedicaba a la venta de comida tradicional venezolana en el pueblo, ya fuera majarete, conservas o hallacas. Yo vendía de todo para ayudar a mi esposo, que era conductor y viajaba todos los días a Caracas, para mantener a nuestros 10 muchachos. Ahora no hago nada.

Foto: Luis Morillo

Todo el pueblo le dice maíta a Isabel. A los diablos no les gusta mucho que ella salga de casa, sobre todo cuando llega la temporada de lluvia porque no les gusta que ande por ahí mojándose, por eso es que cuando se acerca el día de la danza es cuando más se resguarda en casa y solo tiene permitido mojarse con agua de lluvia el día de Corpus Christi, porque ese día siempre llueve, cuenta la leyenda.

Foto: Luis Morillo
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