El hambre y el desempleo empujaron a muchos a desarrollar la siembra informal, a costa del ambiente. ¿Qué pasa con el paisajismo, qué pasa con las áreas protegidas? Anarquía e improvisación, dicen los expertos.

Caracas. Ismael trabaja en la siembra de un pedazo de tierra de 72 metros cuadrados, desde hace tres años. Lo tiene muy cerca de su casa, ubicada en la parte alta de la Cota 905, en el municipio Libertador.

Desde la ventana de su cocina puede verlo. Pero no lo tiene cercado, pues el dinero no le alcanza y, además, porque sabe que no es el dueño: Ismael está parado sobre un área verde protegida.

Aun así, todos los días cuenta las matas de aguacate y de maíz. Hasta ahora son siete árboles que le dan “buena cosecha”. Son muy generosas y cuando saco dos o tres guacales bajo a la redoma y lo vendo todo.

Ismael comenzó a sembrar, primero para su consumo. Luego se dio cuenta de que podía sacarle más provecho. Además, muchos en el cerro están sacando cosechas. Hay quienes tienen el permiso de los consejos comunales y algunos ya tenían tiempo con matas de lechosa, yuca y maíz. Yo lo que hago es regar semillas, cuidar que no crezca el monte, que no se llene de insectos. Allá en oriente se siembra mucho y yo aprendí eso de que la tierra es de quien la trabaja.

Quienes trabajan la tierra lo hacen de manera artesanal
Foto: Cortesía
La tierra sin dueños

Corría el año 2001 cuando se publicó la Gaceta Oficial 37.076. En el boletín oficial se destacaron dos leyes que impactaron los sectores productivos del país: la Ley Orgánica de Hidrocarburos y la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario.

Con la segunda, el fallecido presidente Hugo Chávez, para quien no existía la propiedad privada, buscaba eliminar el latifundio como un sistema contrario a la justicia, el interés general y la paz social en el campo.

En 2003 el Gobierno estimaba 1.000 hectáreas sembradas con huertos organopónicos, hidropónicos, huertos intensivos y minihuertos familiares, solo en la región Capital.

Según informes del Ejecutivo, hasta 15 productos agrícolas se podían cosechar en poco menos de una hectárea.

Luego en 2005 Chávez dictó un decreto para entregar a campesinos las tierras productivas. Insistía en promover soberanía alimentaria. Ya para 2010 el gobierno de Chávez le había puesto la mano a más de 40 latifundios, con una extensión de más de 20 mil hectáreas.

siembra informal
Foto: José Díaz

Y así como avanzaba en el control del territorio agrícola, iba promoviendo la proliferación de conucos y cultivos (horizontales y verticales) en las ciudades. También la cría de pollo y de cochino en espacios urbanos.

Pero nada de eso cubría las necesidades de ingreso y de alimentación de los ciudadanos, ni siquiera durante el período de bonanza económica entre 2004-2009; menos durante la mayor crisis (2014-2019), primero por el desabastecimiento, luego por la hiperinflación, y tampoco en estos dos últimos años signados por la pandemia del COVID-19, en los cuales se ha visto una disminución de los programas y políticas sociales, en especial las misiones alimentarias.

Lo que hay ahora

Ismael no recuerda muy bien eso de la Ley de Tierras. Sí sé que hablaban de beneficiar al campesino, pero yo trabajaba en una fábrica, luego por mi cuenta. Pero casi no podía salir porque no había transporte, no conseguía efectivo y vi que la gente sembraba con facilidad y con lo que cosechaban podían comer. Más de una vez me regalaron pedazos de yuca. Entonces vi eso como una forma de ayudarme. Tengo tres chamos, no es fácil y la bolsa del CLAP a veces no llega con regularidad.

 “Aquí cada vez hay más huertos, dijo.

En las montañas de la Cota 905 abundan las cosechas de plátano, topocho y aguacate
Foto: Cortesía

Muchas de las personas que hacen esta práctica no tienen instrucción técnica. Aprendieron a sembrar por su cuenta y porque vieron que a otros les daba resultados, como Rodolfo Ramos de 45 años de edad, quien se aventuró a desarrollar un pequeño huerto en las montañas del parque Leonardo Ruiz Pineda, más arriba de la Conferencia Episcopal, en Montalbán.

En cuatro meses plantó cerca de 10 matas de aguacate y otras tanto de auyama. Sin embargo, llegó la sequía y no pudo seguir. Otros sí están arriba, tal vez ocupan casi una hectárea. Ellos tienen yuca, caña de azúcar, lechosa e hidratan las especies con la humedad que se almacena en los tallos de la maleza. Yo estoy tratando de copiar esa técnica, aunque también hay una opción de subir agua de un tubo que está en la avenida, pero eso sí puede ser más delicado, pues es un área protectora.

Ramos, anterior a eso tenía un huerto organopónico en su casa en Antímano, de donde sacó tomates cebollas y pimentón.

Lo bueno y lo malo

Joaquín Benítez, ingeniero ambiental y director de Sustentabilidad Ambiental de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), enfatizó en que hacer agricultura urbana, de una manera consensuada, en espacios que estuvieron baldíos o fueron ocupados por otras actividades, ayuda a reducir la huella de carbono.

Pero, para ello hay que tener en cuenta algunos el uso de agroquímicos y del agua.

Destinar agua a huertos urbanos genera algún tipo de conflicto, pues muchas veces la ciudadanía no tiene. Lo otro es que hacer esa práctica dentro de la ciudad, en terrenos donde han hecho una fuerte deforestación, no es favorable, pues luego de remover la capa vegetal, que es la protección de las montañas, la tierra queda descubierta y cuando llueve hay problemas serios de erosión.

El profesor, quien además tiene un programa de liderazgo ambiental comunitario, sostuvo que es ilegal el aprovechamiento de los suelos, cuando su concepto es de protección.

Citó lo que está pasando en Antímano, incluso alrededor de la UCAB, en las cercanías del parque Leonardo Ruíz Pineda, que son áreas protegidas y son banqueadas para la siembra y para la construcción de casas.

En esos espacios, dijo, se pierde el hábitat, desaparecen individuos de la fauna y especies vegetales. Esa degradación informal del suelo vulnera el tránsito de los animales, su capacidad de reproducirse y los hace presa de otros depredadores.

Foto: José Díaz

Además, con las lluvias aumentan los derrumbes (a lo que llamó erosión). Esa agua baja por las pendientes convertida en lodo, tapa los sistemas de alcantarillados y produce otro problema a las zonas urbanas.

Un área intervenida en una cota superior a un centro poblado, es propensa a deslizamientos. Por otro lado, en épocas de sequía, los bosques secos son fáciles de generar incendios.

Por los cuatro costados

No es nada nuevo. Las siembras siempre han estado presentes en el valle caraqueño, desde Petare a Las Adjuntas. Recordemos que Caracas era cafetalera en la época de la colonia. Por eso decir que el suelo caraqueño es no es apto es completamente errado.

Al respeto, José Matute, experto ambiental, nominal Técnico I y secretario general de Instituto Nacional de Parques (Inparques), hizo una definición clara: Para decir que un suelo no es apto hay que hacer una clasificación, si es para agricultura, industria, para el desarrollo de ciudades. Luego de eso, hay situaciones que pudieran hacer que lo inhabiliten para la siembra, por ejemplo, si está en una pendiente.

Ahora bien, Matute no ve mala la deforestación, pues ese es un proceso por el que pasan todos los suelos. El campesino también quema para aprovechar la ceniza, que es rica en minerales y la usa como fertilizante, pero esa práctica repetida muchas veces termina dañando la flora y a fauna, acotó.

En este punto, ejemplificó con los tipos de hongos que se asocian con las raíces de los árboles, que se alteran con el fuego, y cuando eso pasa el proceso de recuperación es muy lento.

Elides Sulbarán, ingeniero forestal con maestría en Ordenación del Territorio y funcionario jubilado Inparques, añade dos conceptos que se deben manejar y que están contemplados en la Ley de Tierra: vocación y capacidad de siembra.

Una tierra puede tener capacidad agrícola cuando sus condiciones altamente naturales le dan esas características de buena capa vegetal, y debe tener además poca pendiente. Pero, para que tenga vocación debe ser legalmente permitida la actividad productiva.

En tercer lugar, sostuvo, que hay una absoluta anarquía: los planes de ordenamiento de la zona de protectora de Caracas se están violando, y el primero en hacerlo fue el fallecido Hugo Chávez con Ciudad Caribia.

Esa anarquía va a hacer que el patrimonio vegetal de los venezolanos se afecte, ya sea por subsistencia o por invasores profesionales que van con fines agrícolas y terminan convirtiendo aquello en barrios.

El ingeniero señaló que la producción de alimentos se ha ido afectando por las malas políticas públicas del gobierno, “y la gente, además, por razones de pobreza trata de ver cómo resuelve, con estas prácticas, su problema de alimentación”.

Foto: José Díaz
Tierra de gracia

También en los cerros de la vía Panamericana, que conecta al municipio Libertador con los Altos Mirandinos, en las parroquias El Valle; Caricuao; Las Adjuntas, hacia Lídice; La Pastora; la carretera vieja Caracas – La Guaira. Por los lados del terminal de Oriente hay siembra de matas frutales (prolifera el mango), limón, café, ocumo y matas como romero, menta, cilantro, caraota, ají.

Según los expertos, son cultivos rápidos y los hacen en conucos de subsistencia que no son muy extensos.

No obstante, Matute señaló que cuando hay quemas constantes por los cultivos, lo que llaman los técnicos ambientales la frontera gris, se produce la merma del bosque y comienza la sabanización.

Como ya no hay tanta capa vegetal y al haber más calor, eso aumenta la evaporización y reduce la cantidad de agua en los manantiales propios de las montañas.

¿Qué pasa con el suelo intervenido?

El ingeniero Sulbarán calificó al conuco como una manera de trabajar la tierra “ecológicamente adecuada”.

Sin embargo, explicó que el conuco también destruye. Quien lo desarrolla, simplemente va avanzando sobre las partes naturales para cumplir un ciclo, cuando termina va a nuevas áreas para deforestar y esto empobrece la tierra.

La recuperación –en opinión de los especialistas– dependerá del tipo de suelo. Vamos a tener diferencias por su fertilidad, labranza, edad, desarrollo, ubicación geográfica, por su sucesión ecológica, de si la capa vegetal perdió dos y más centímetros. Depende de esos factores, si confluyen todos es lenta la rehabilitación; pero no porque del suelo solo queden las rocas eso significa que esté muerto, dijo Matute.

Ahora bien, en el caso de la ciudad no habla de conucos, sino de pequeños cultivos de cereales. La siembra incluye sorgo, leguminosas, frutales, verduras, tubérculos, ornamentales forestales, medicinales.

Y eso es muy interesante. Hay algunas propuestas que se están haciendo que pudieran ser de mucha utilidad en el reforzamiento de los ecosistemas que están alrededor de la ciudad. Para el rescate de áreas públicas, para el paisajismo urbano. La caoba, el nogal de Caracas son algunos de los que se pudieran sembrar si hay una política planificada de reforestación. Pero, desde mi punto de vista no se pude hacer una agricultura a gran escala.

En los primeros kilómetros de la carretera Panamericana es comun observar la deforestación
Foto: Cortesía
Sin control

Se ha visto que gran parte de estos cultivos están en cotas más arribas de las zonas, pero como tal no hay un monitoreo, o un mapeo de la situación, y eso es lo que tiene pendiente Emma Salazar, socióloga, profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y cofundadora del Movimiento Ecológico, quien ha visto las siembras en Montalbán e, incluso, en el borde del río Guaire en la autopista Francisco Fajardo.

Salazar consideró que desde las instituciones oficiales caen en la irresponsabilidad de crear presión en terrenos protegidos como el parque Leonardo Ruiz Pineda (que mencionó Rodolfo) donde hay mucha graba, que es mala tanto para la construcción de vivienda como para asignación de parcelas para el cultivo.

Y denunció que llevar un control desde el punto de vista ambiental también conlleva un riesgo, porque de esas zonas salen “macheteros que amenazan” a quienes intentan salvaguardar esos espacios.

Lo otro que observó, cuando se hace esta práctica indiscriminada, es que hay un impacto en la dinámica urbana, con respecto al desarrollo de enfermedades. Al no haber saneamiento ambiental y buen manejo del sistema de riegos, proliferan las ratas y otros roedores.

El problema es que las tierras se ocupan no es de manera planificada. Detrás de todo eso esto hay planes, intereses e intenciones, y nada de lo que se afecta se recupera en su totalidad. Un ecosistema es más fuerte en la medida en que es más diverso y estable. Pero, cuando comienza a perder algunos de sus miembros esa armonía se rompe, el ecosistema se rompe, dijo Sulbarán en defensa de las montañas.

A merced de la ilegalidad

Marlene Sifontes, secretaria de Organización de Sunep-Inparques suma a esta situación la problemática de los parques nacionales. Denunció que, en El Ávila, en el sector Quebrada Anauco, se ha observado gente que quema la vegetación para hacer cultivos. Igual sucede por los lados de Puerta Caracas donde hay siembras de café en una zona de uso especial cerca de las antenas repetidoras. Lo grave es que con la siembra están acabando con el cortafuego.

Sobre esto, el ingeniero Sulbarán aclaró que la agricultura está prohibida en el parque nacional a excepción de Galipán donde existía la ampliación de la frontera agrícola.

El Ávila lo ves hoy mañana y pasado igual, pero ahí ocurre una gran actividad: semillas que germinan, árboles, animales que nacen y mueren, el agua que fluye, la lluvia que cae, hay una dinámica en el ambiente y, a medida que esas intervenciones ocurren, esa cadena de elementos se va rompiendo debilitando.

Igual sucede en la zona protectora de El Algodonal, en Antímano, donde además hay un avanzado proceso de invasiones. En el parque La Culebra de Macarao, donde están plantando mil matas de café, dijo Sifontes.

Y la parroquia Ecológica Caricuao, decretada en 2009, no se queda atrás. Hay denuncias de deforestación en los cinco parques internos: Leonardo Ruiz Pineda, Vicente Emilio Sojo, Universal de la Paz, Zoológico de Caricuao y la zona protectora colindante con la carretera Panamericana, por donde además comenzaron hace mucho tiempo a construir un túnel que va a unir esta zona con La Rinconada.

José Gregorio Ochoa, de la Red Verde de Caracas, dijo que hay grupos que se dedican a la cría de cerdos y a la siembra indiscriminada, y “esta situación amenaza las casi tres mil hectáreas de bosques”.


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